domingo, 26 de octubre de 2008

Perdonar y dejar ir

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Es sorprendente la capacidad que tiene el ser humano para guardar como si fuese
un tesoro, el recuerdo de los momentos tristes o de las situaciones difíciles que le ha tocado vivir. A veces es mucho más fácil recordar y mantener presente el dolor, la pérdida, la traición, el engaño o la mentira, que aquellas otras situaciones o circunstancias positivas que también hemos experimentado en nuestra vida.

Es necesario comprender que sólo si somos capaces de afrontar esos recuerdos negativos, con valor y honestidad, podremos sanar nuestras heridas emocionales, para evitar que sigamos reaccionando negativamente hacia las situaciones que enfrentamos hoy.

No vale la pena apegarte al pasado, dejando que la ira o el dolor se conviertan en resentimiento dentro de ti, convirtiéndote en la víctima más grande de ese veneno. Mereces ser libre de esos pensamientos negativos que alimentan sueños de venganza y sentimientos destructivos que no te permiten pasar la página, para continuar viviendo y disfrutando de todas las cosas buenas y agradables que suceden en tu día. Para dejar un pasado difícil atrás… hay que tener valor, autoestima y determinación.

Tal vez estarás pensando en lo difícil que te sería perdonar a alguna persona en particular, y comprendo tus sentimientos, pero al no ser capaz de hacerlo, te estás condenando a ti mismo a mantener presente ese momento, mientras que el otro ha seguido viviendo sin recordarlo siquiera. ¡El pasado ya pasó y no hay nada que podamos hacer para cambiarlo! Sal de ahí, y date una oportunidad de ser libre para recuperar la ilusión, la capacidad de soñar, de reír y ser feliz.

Perdonar es un acto sencillo, que implica llenarnos de amor, valor y determinación para comprender, aceptar y soltar todos los sentimientos y las ideas asociadas a un mal recuerdo. Existen varias fuentes de amor, en las cuales podemos apoyarnos: el contacto y la relación con las personas que amamos, el reconocimiento y la valoración de todos los regalos esenciales que recibimos cada día, el gesto amoroso, gentil o solidario que tienen otros para con nosotros, y el contacto con la presencia de Dios en nuestro interior.

Perdona desde el corazón. La mayoría de las veces practicamos un perdón mental; es decir, que llegamos a la conclusión de que es necesario hacerlo, tomamos la decisión y simplemente pensamos que ya lo hicimos, y luego tratamos de continuar con la vida como si nunca hubiese sucedido aquello.

Practica un ejercicio de perdón. Existen varios ejercicios para perdonar, de manera que puedas reprogramar y liberar algunos de los pensamientos negativos asociados a ese recuerdo. Elige uno que sea afín contigo y procura hacerlo en un momento en que te sientas relajado y dispuesto a practicarlo.

Puedes establecer límites. Cuando perdonamos, tenemos el derecho de elegir si continuamos con la relación que teníamos con la persona, o la damos por terminada expresándolo abierta y honestamente. Perdonar no te obliga a mantener una relación con personas con las que ya no deseas hacerlo.

Toma el aprendizaje. Todos somos parcialmente responsables de lo que vivimos, algo hicimos o dejamos de hacer para experimentar ciertas situaciones de vida, por eso, es importante que te preguntes: ¿Qué puedo aprender de todo esto?, ¿Cómo puedo cambiar o mejorar algo, para no repetirlo? Cuando sacamos algún elemento positivo de lo que vivimos, crecemos, maduramos y cada vez somos más capaces de mantener el control de nuestra vida emocional

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