jueves, 23 de octubre de 2008

Descarga de ira


La ira, esa pasión arrebatadora, esa furia que de vez en cuando nos convierte en auténticas fieras. Aparentemente somos personas como los demás y ante un pequeño estímulo o una provocación, nos convertimos en auténticos salvajes.

El pecado de la ira es una cuestión de grados. Es un movimiento, una reacción que puede indicar simplemente que estamos vivos y por lo tanto nos revelamos contra injusticias, amenazas o abusos.

Cuando el movimiento instintivo pasional de la ira se despierta, nos ciega, nos estupidiza y nos convierte en una especie de bestias obcecadas. Ese exceso es malo pero yo creo que un punto de cólera es necesario.

Como en muchas cosas de la vida, con los pecados primero hay que tener la experiencia. Si eres una persona tan pacífica que nunca te has enfadado, aunque te describan mucho la ira, nunca la entenderás. Si eres justo te puedes sentir arrebatado por la ira, como me ocurre a mí de vez en cuando. Allí te toparás con el pecado. Y aunque consideres y busques motivos para la justicia de tu ira, es un estado que no te mejora, sino todo lo contrario: te empeora.

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