domingo, 19 de octubre de 2008

Identificacion de mascotas


En la actualidad, más allá de la placa al cuello, los chips electrónicos ayudan a ubicar a los animales extraviados

Los animales de compañía son inquietos. Suelen husmear por todos lados, buscando nuevas aventuras, siguiendo rastros de olores nuevos. En sus andanzas, puede ser que salgan de los límites de la vivienda. A medida que siguen un rastro, o si se dejan atraer por otro animal, pueden no darse cuenta de cuán lejos están de la vivienda. De esta manera, es fácil que el animal se extravíe.
Claro está; la mascota puede ser robada por alguna persona. Suele suceder con animales dóciles, que no muerden ni gruñen cuando se les acerca un extraño.
En todo caso, al encontrarse fuera de los límites conocido lo embargará la angustia. Comenzará a dar vueltas, tratando de regresar siguiendo el rastro que ha dejado atrás. La mascota estará desamparada, expuesta a cualquier tipo de accidente o agresiones.

Evitar un destino incierto
Una de las recomendaciones básicas cuando se va a tener una mascota es buscar la forma más adecuada de identificarla. Para los casos de perros y gatos -los animales de compañía más comunes- existen los collares que incluyen una placa con datos básicos como nombre de la mascota; y nombre, dirección y número telefónico de los propietarios.

A esta modalidad, que conoce la mayoría de las personas, se suma el microchip AVID, una solución que ofrece seguridad a la mascota y la posibilidad de búsqueda a través de Internet.

Se trata de un dispositivo minúsculo que adoptaron países como España, Alemania, Francia y Gran Bretaña, además de Estados Unidos, Argentina y también Venezuela.

Es un microchip confiable, inocuo, que dura para toda la vida, con un código inviolable que no se puede copiar. Para ser implantado, se realiza un escaneo del animal para conocer su estado y si no ha le ha sido colocado otro microchip.
El dispositivo debe ser depositado en el plano subcutáneo, incluso llegando hasta el músculo trapecio, sobre la espina dorsal de la quinta o sexta vértebra dorsal. Lo debe hacer un médico veterinario que conozca el protocolo de aplicación.

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