martes, 27 de enero de 2009

Queremos niños felices

La familia es como un microcosmos. Si queremos mejorar al mundo debemos comenzar por recuperar la calidad de nuestro espacio familiar. Deseamos vivir en un mundo equilibrado y en paz… pero, ¿cómo vamos a lograrlo si no podemos mantener la paz y la armonía en nuestro hogar? Generalmente decimos que los niños son el futuro. Así que el lugar donde ellos crecen y se desarrollan es de vital importancia. Los padres tenemos una gran responsabilidad en este proceso, quiénes somos y nuestra manera de vivir, harán que nos convirtamos en el patrón que ellos copiarán durante sus primeros años de vida. Además con la actitud y la manera de educarlos, influiremos en lo que más tarde serán nuestros hijos.
La mayoría de nosotros quiere que sus hijos sean felices, exitosos, prósperos y en muchos casos que sean o tengan lo que no fuimos o tuvimos nosotros… ¿Pero, les estamos dando el ejemplo y las herramientas necesarias que en verdad, les ayuden a tener una vida plena? Es importante detenernos en este punto para reflexionar acerca de nuestro comportamiento como padres y, sin sentirnos culpables o sin juzgarnos tan duramente, hacer los cambios necesarios para acercarnos a ellos a tiempo de reafirmar los lazos de amor, respeto, apoyo y aceptación que nos permitan estar al lado de ellos para acompañarlos y apoyarlos sin necesidad de que dependan de nosotros material o emocionalmente, cuando sean adultos.

Hoy en día la mayoría de los padres se dedica a satisfacer las necesidades materiales de sus hijos, pero esto hace que en muchos hogares ambos padres trabajen y pasen muy poco tiempo de calidad junto a ellos. Esto repercute negativamente sobre la formación de los niños, que en su mayoría termina apoyándose y acompañándose de los extraños o de los amigos. Por otro lado, los niños que están sometidos a un nivel de exigencia muy alto por parte de sus padres, quienes les piden constantemente ser exitosos y competitivos, crecen tratando de satisfacer las expectativas de otros, para obtener el reconocimiento y la atención que los haga sentir queridos, a pesar de no sentirse bien consigo mismos y con lo que hacen. Estos, inevitablemente serán infelices por mucho que consigan.

Para favorecer
su equilibrio emocional

Evita las etiquetas. Muchos de nosotros crecimos escuchando frases como: "Eres torpe", "Eres lento", "Nunca haces las cosas bien", "Eres vago"… y de la misma manera terminamos diciéndoselas a nuestro hijos sin comprender que con ellas los marcamos emocionalmente y contribuimos a formar en ellos una autoestima baja. Cambiemos esos comentarios por otros que nos permitan reconocer sus cualidades y apoyarlos a superar sus limitaciones sin hacerlos sentir mal por ellas.

Exprésales tu afecto. El contacto físico a través de las caricias y las palabras amables y amorosas, los hará sentir queridos e importantes para ti. No los maltrates ni física ni emocionalmente; violencia no es amor, además recuerda que estas heridas tardan mucho tiempo en sanar y que los hacen crecer llenos de resentimiento. Aprende a canalizar tu estrés y tu malestar para no afectarlos a ellos.

Dedícales tiempo de calidad. Tal vez estés pensando mientras lees esto, que tú pasas mucho tiempo con ellos… pero, te pregunto: ¿Haciendo deberes y cumpliendo con las responsabilidades nada más? Es muy importante que puedas compartir momentos de disfrute, de diversión, que favorezcan la comunicación y el intercambio con ellos, más adelante, serán estos momentos los que más recuerden cuando sean adultos, para suavizar sus vidas.

Reconoce sus necesidades. Recuerda que cuando son pequeños no saben expresar sus necesidades de forma directa, así que un llanto sin causa aparente, que se duerman fuera de sus horas acostumbradas, la pérdida del apetito, una pataleta inesperada pueden significar que tenga una necesidad que no puede expresar. Aprende a observar y a conocer a cada uno de tus hijos para que puedas comprenderlos y apoyarlos en todo momento.

Trátalos con respeto. Evita llamarles la atención o gritarles en público, esto puede representar una gran humillación. Considéralos al momento de planificar las actividades familiares, trátalos de la misma manera como esperas ser tratado por ellos, recuerda que es tu ejemplo lo que formará el comportamiento. No les exijas más allá de lo que pueden cumplir o hacer de acuerdo a sus posibilidades. Déjalos ser y obsérvalos desde muy pequeños para que puedas reconocer y aceptar sus características y diferencias personales. No los compares, respétalos y dales estímulo amorosamente para que aprendan a superar sus limitaciones.

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