miércoles, 21 de enero de 2009

La pausa que desvela


La apnea del sueño es un mal que afecta a más personas de las que se piensa, y que reviste mayor gravedad de lo que parece. Aprenda a identificar estos casos para prevenir males mayores. Raúl Chacón Soto

¿Qué es la apnea del sueño?
Es un grupo de trastornos graves en los que la respiración se detiene repetidamente durante el sueño un tiempo lo bastante prolongado como para provocar una desoxigenación sanguínea y cerebral y aumentar la cantidad de anhídrido carbónico. Se debe tener claro que se trata de una condición seria, que se presenta con mucha mayor frecuencia de lo que se piensa, y que es potencialmente mortal.

¿Cuáles son los diferentes tipos de apnea del sueño?
Existen dos tipos: obstructiva y central. Se habla de la primera cuando la interrupción de la respiración se debe a una obstrucción de la garganta o en las vías respiratorias superiores. En este caso, el aire no puede pasar por la nariz o la boca de la persona a pesar de los esfuerzos por ella realizados. Se está frente a la segunda, cuando la causa se encuentra en una disfunción en la parte del cerebro que controla la respiración. En otras palabras, el cerebro no es capaz de enviar las señales apropiadas a los músculos para iniciar el proceso de inhalar y exhalar.

¿Qué la causa?
Si se trata de la obstructiva, ciertos problemas mecánicos y estructurales de las vías respiratorias. He aquí algunos ejemplos:
Cuando los músculos de la garganta y de la lengua se relajan durante el sueño y bloquean parcialmente la apertura de la vía aérea.
Cuando los músculos del paladar blando en la base de la lengua y la úvula se relajan y se hunden.
En los obesos, cuando hay un exceso de la cantidad de tejido en la vía aérea.
Con una vía respiratoria estrecha.

¿A quiénes afecta?
La apnea del sueño parece afectar a familias enteras, lo que es un fuerte indicador de que puede haber una predisposición hereditaria a padecerla. En todo caso, la del tipo obstructivo se presenta con mayor frecuencia en varones obesos, especialmente entre quienes intentan dormir de espaldas. El riesgo de desarrollar esta enfermedad se incrementa cuando se fuma, se abusa de las bebidas alcohólicas o se sufre de una enfermedad pulmonar como el enfisema.

¿Cuáles son los síntomas?
Los ronquidos son el síntoma más frecuente -aunque no todas las personas que roncan tienen apnea del sueño-, y vienen acompañados de jadeos, ahogos, pausas en la respiración y, en especial, despertares violentos. Se estima que pueden producirse hasta 30 eventos de este tipo cada hora. En los casos graves, las personas pueden sentir dolores de cabeza por las mañanas, hipersomnia diurna (sueño excesivo durante el día), y, lo que es peor aún, padecer de actividad mental disminuida y de insuficiencia cardíaca y pulmonar. Esto ocurre porque los pulmones no son capaces de oxigenar la sangre adecuadamente ni de eliminar el anhídrido carbónico. Como se puede inferir, la descripción de los síntomas debe hacerla alguien que observe a la persona mientras duerme.

¿Cómo se diagnostica?
Esta enfermedad suele diagnosticarse en sus fases iniciales, sobre todo gracias a la información que aporta la pareja del afectado. La confirmación del diagnóstico y la valoración del caso (establecer si se trata de una de tipo obstructivo o central) se realizan mejor en un laboratorio de estudio del sueño -si bien cada día aparecen modernos dispositivos que permiten hacer estudios en casa, como uno de Toshiba, por ejemplo, que permite medir la profundidad del sueño a través de unos sensores colocados en los dedos que son capaces de medir el pulso y la cantidad de hemoglobina en la sangre-. En el laboratorio determinarán cuál será el tratamiento a seguir. Existen varios exámenes que ayudan a determinar si alguien padece esta enfermedad:

Polisomnografía: Este examen registra diversas funciones del cuerpo durante el sueño, como la actividad eléctrica del cerebro, el movimiento de los ojos, la actividad muscular, el pulso, el esfuerzo respiratorio, el flujo de aire y las concentraciones de oxígeno en la sangre.

Prueba de latencia múltiple del sueño (MSLT): Sirve para medir la velocidad con la que una persona se queda dormida. Quienes no tienen trastornos del sueño suelen tardar un promedio de entre 10 y 20 minutos para quedarse dormidos. Quienes lo logren en menos de cinco minutos es probable que necesiten algún tipo de tratamiento.

¿Cuáles opciones de tratamiento existen?
Las terapias para quienes sufren de apnea del sueño se diseñan específicamente para cada paciente, y dependerán, entre otros factores, de la edad, del estado general de salud, de lo avanzada que esté la condición y de la tolerancia a ciertos medicamentos. Por lo general, estas son las opciones:

La administración de oxígeno puede resultar beneficiosa en algunos casos, aunque no elimina la apnea ni evita la somnolencia diurna. Los cambios de comportamiento y de estilo de vida pueden llegar a ser factores vitales para la mejoría, sobre todo cuando se está al frente de casos leves de apnea del sueño. Se debe dejar de fumar, de beber, de tomar pastillas para dormir. También es perfecto bajar de peso -en los casos de obesos incluso una pérdida de 10 % es beneficiosa-.

Si de lo que se está hablando es de apnea central, es bueno recordar que existen unos instrumentos que ayudan a respirar mientras se duerme. También es recomendable probar un cambio de postura, ya que lo mejor es dormir de lado o boca abajo.

Agotados los anteriores recursos, siempre quedan a mano los que están relacionados con la fisioterapia o terapia mecánica. Existen dispositivos similares a una mascarilla de oxígeno, que suministran, a presión, una mezcla de oxígeno y aire a través de la nariz. Por otro lado, los odontólogos fabrican unos dispositivos dentales que suelen ser útiles para tratar la apnea del sueño. Estos aparatos vuelven a colocar en su sitio la mandíbula inferior y la lengua.

La salida quirúrgica siempre es una última opción, si bien muy pocas veces está indicada. La traqueotomía se realiza raramente, y se ha preferido, en esas ocasiones, procedimientos tales como intervenciones quirúrgicas comunes para extirpar las adenoides, las amígdalas y los pólipos nasales; la uvulopalatofaringoplastia -se utiliza para extirpar el exceso de tejido de la parte posterior de la garganta-, la reconstrucción quirúrgica de las deformidades de la mandíbula inferior e, incluso, las intervenciones destinadas a tratar la obesidad

No hay comentarios:

Búsqueda personalizada