lunes, 1 de diciembre de 2008

Sueños lúcidos

Así se llaman los sueños en lo que una persona toma conciencia de que está soñando y hasta logra torcer su curso. Los investigadores dan pistas de cómo fomentar esta clase de sueño y para qué.

¿La vida es sueño? Más allá de cualquier intuición metafísica, sabemos que al menos un tercio de la vida lo es seguro. Se calcula que una persona de 70 años, por ejemplo, se habrá pasado unos 23 años de su vida durmiendo. Y gran parte de ese tiempo, soñando. Aunque mucha gente no recuerde ni uno solo de sus sueños, la ciencia determinó hace rato que todos soñamos todas las noches. ¿Tendrá sentido ver pasar tanta vida con total inconsciencia? Existe una alternativa: cultivar los sueños lúcidos.
¿Qué significa soñar con lucidez? Simplemente, tomar conciencia de que uno está soñando, sin llegar a despertarse. A veces, esta conciencia sobreviene espontáneamente cuando uno advierte algo en el sueño que no concuerda con las leyes naturales (alguien que vuela, un muerto que revive), pero también pueden producirse sin ninguna pista previa. Quienes se entrenan en traspasar este límite de la conciencia cuentan que hasta son capaces de torcer el rumbo del sueño, enfrentando monstruos y fantasmas, o gozando de esa temporaria eximición de los límites de "la realidad".
Las primeras referencias al soñar con conciencia aparecen en un antiguo texto de la tradición budista tibetana, en la que se alienta a las personas a "dormir del lado derecho, como el león", ya que esto estimularía un tipo de actividad cerebral conducente a esta clase de sueños. Mucho más acá, en la década de los setenta, retomó la idea el autor de culto Carlos Castaneda, a través de una técnica que le transmitió el indígena yaqui Don Juan.
Pero el investigador de este fenómeno más conocido en la actualidad es un profesor de la Universidad de Stanford, California, llamado Stephen La Berge. A través de años de pruebas de laboratorio, La Berge mostró que existen distintos niveles de lucidez: desde la simple toma de conciencia de que se está soñando, a estados en los que se advierte las vivencias del sueño, y a la vez se percibe la manera en que uno está acostado en la cama (la posición del cuerpo, la sensación de las sábanas sobre la piel, hasta la impresión de cuándo se va a despertar). En las pruebas de laboratorio, el sujeto hace una señal preestablecida con los ojos para indicar al investigador que ha comenzado la lucidez. Además de dar una prueba fehaciente de la existencia de sueños lúcidos (ya que la señal coincide con el inicio del ciclo REM, en el que se producen los sueños), esto significa que hasta existe un mínimo control voluntario del cuerpo durante el sueño. Siempre se supuso que mientras una persona dormía, su cuerpo entraba en una profunda parálisis involuntaria, de manera de no "actuar" el contenido de sus sueños.
En casi todos los testimonios, el soñante usa la libertad extraordinaria del sueño para hacer lo imposible: sobre todo, volar. La libertad de trascender las leyes físicas y sociales es uno de los grandes atractivos de los sueños lúcidos; muchos relatan una sensación de éxtasis al cobrar conciencia por primera vez de que están atravesando un sueño. Pero, curiosamente, algunos dicen sentirse limitados incluso en el sueño por lo que creen poder o no hacer: por ejemplo, si advierten que "están volando", se asustan y pueden "caerse" o despertar.
Existe también un uso más práctico para estos sueños despabilados. En su libro Explorando el mundo de los sueños lúcidos, La Berge postula que ésta puede ser una de las terapias más eficaces para quien sufre de pesadillas crónicas. Si uno sabe que está soñando, hay apenas un salto lógico hasta darse cuenta de que nada de lo que ocurre en esta experiencia -por más desagradable que resulte- puede causar daño físico real. Desaparece la necesidad de huir o luchar contra los monstruos nocturnos, cualquiera sea su forma. De hecho, habitualmente es inútil escapar porque el "peligro" fue concebido en la propia mente, y mientras el miedo persista, el "peligro" también. La única forma de escapar es anular el miedo.
Tampoco se puede ignorar el poder creativo de los sueños. El cerebro no sólo está muy activo durante el sueño REM, sino que además se encuentra libre de la interferencia de los estímulos sensoriales. A esto se le atribuye la concatenación de sucesos aparentemente azarosa de los sueños. Un estudio halló que las asociaciones de palabras realizadas después de despertarse de un sueño eran 29% más originales que las practicadas en otros momentos del día. Acaso por esto, muchos de los testimonios de sueños lúcidos provienen de artistas, poetas, músicos y diseñadores.
El área más polémica es la terapéutica. Así como cada vez más se recurre a las visualizaciones para ejercer efectos curativos sobre el cuerpo, hay quienes buscan un camino similar a través del gran vuelo imaginativo de los sueños. Los objetivos son amplios: aliviar dolores, suprimir un duelo, mejorar la autoestima o trabajar sobre fobias o ansiedades sexuales. En la vanguardia, hay quienes estudian esta técnica para ayudar a la recuperación de lesiones en la columna vertebral, la pérdida de sensibilidad o las secuelas de un derrame cerebral.
Pero ¿cómo se hace para experimentar uno mismo un sueño lúcido?
Primero, intente recordar lo que sueña. Si no, aun si lo lograra no tendría registro consciente de que ocurrió. Para estimular la memoria, lleve un diario de sueños. Téngalo al lado de la cama y anótelos todos, por más fragmentarios o sin sentido que le parezcan. No se levante: un mero cambio de posición puede borrar las frágiles imágenes oníricas. Póngales un título para identificarlos. Puede buscar la lucidez cuando recuerde al menos un sueño por noche.

Evite
l Propóngaselo. Antes de dormir, propóngase tener un sueño lúcido. Funciona mejor si se hace al despertarse en medio de la noche o en la mañana, que es cuando más se sueña.
l Tómese una siesta matutina. Despiértese una hora antes de lo habitual y vuelva a dormirse. Según varias investigaciones, el pasar de la vigilia al sueño con las primeras horas de luz estimula los sueños lúcidos.
l Para saber que está despierto. Dado que la clave es poder distinguir cuándo se está soñando, una técnica consiste en llevar un reloj digital o un texto durante el día, y cada tanto leerlo, alejar la mirada y volverlo a mirar. Si no cambian los números ni las letras, es señal de que uno está despierto (en los sueños, las letras y números se transforman mientras uno los mira). Aunque suene extravagante, no parece haber mejor manera de lograr enterarse de que uno está soñando que hacer "controles de realidad" de esta clase durante el día.
l Señales oníricas. Son elementos que indican que uno está soñando (gatos violeta, vacas que vuelan, toda clase de incongruencias). Estos elementos se repiten y suelen ser muy personales; identifique los propios.
l Con una ayudita de la tecnología. Existe en EEUU una línea de aparatos diseñados para inducir sueños lúcidos. El más simple es un par de anteojos que emite una luz o sonido intermitente en el momento en que uno entra en el ciclo REM del sueño.
l El experimento del espejo. En un sueño, acerque su mano a un espejo o vidrio y vea qué ocurre. Si la mano penetra en el vidrio, o siente alguna impresión física parecida a un cosquilleo, comprobará que está soñando.
Sin duda, no estará en cualquiera dedicar sus horas de descanso a explorar los límites de la conciencia. Pero dada la cantidad de vida que invertimos en nuestras pequeñas excursiones nocturnas, quizá no sea mala idea empezar a mirar con un poco más de atención el paisaje.

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