martes, 30 de diciembre de 2008

Nuestro aporte al mundo

Podemos ser amables, generosos y afectuosos cada día con los demás y sentirnos contentos con nosotros mismos por comportarnos de esa manera. Pero si en algún momento nuestro bienestar comienza a depender de que algunas de esas personas también sean amables con nosotros, seguramente sufriremos y nos sentiremos frustrados porque es muy difícil que los demás actúen como nosotros lo deseamos. Nuestra alegría no depende de que el mundo funcione como cada uno de nosotros quiere ni de que los demás se comporten como nosotros creemos que deberían hacerlo, tampoco depende de que podamos hacer todo lo que nos gusta. La felicidad sólo depende de nuestra capacidad y disposición de ser generosos, amables y afectuosos a pesar de las circunstancias. La alegría y el bienestar interior, nacen de la experiencia consciente y madura de dar y compartir incondicionalmente con los demás lo mejor de nosotros.

Recordemos que lo que hagan nuestros amigos, seres queridos, conocidos y desconocidos está fuera de nuestro control. No podemos hacer que todo funcione como nosotros desearíamos, no podemos cambiar a los demás, aun cuando el beneficio de ese cambio sea para ellos mismos, pero sí podemos ser amables, pacientes, tolerantes, comprensivos, solidarios, responsables, honestos y atentos para hacer el bien y dar nuestro aporte consciente al mundo cada día, a pesar de que los demás no lo hagan o no puedan reconocer lo que nosotros estamos haciendo. Vale la pena hacerlo y nadie nos puede impedir que lo hagamos. Por muy afectada y desequilibrada que esté una sociedad, ésta no puede impedir que una persona continúe haciendo el bien.

¿Cuántas veces nos justificamos en los demás, para no seguir realizando el trabajo de vivir la diferencia? Casi siempre tenemos una excusa o una justificación del porqué hacemos cosas equivocadas o tenemos actitudes que hemos criticado a los demás en su momento. Es vital comprender la importancia que tiene vivir de acuerdo con nuestras creencias y basados en el rescate y la puesta en práctica de nuestros valores esenciales. Los momentos difíciles son los más apropiados para que nos esforcemos en compartir con las otras personas todo lo bueno y especial que hay dentro de cada uno de nosotros. No te dejes desanimar, no le permitas a los demás con sus comentarios negativos o con su comportamiento indolente, mediocre o irresponsable que te contagien y apaguen tus ganas y tu determinación de vivir cada día con alegría, esperanza y valor.

Puedes convertirte en esa persona que con una frase amable y entusiasta suavice y refresque la vida de otra persona, que con su gesto o con su comportamiento le devuelva la esperanza y la confianza en el género humano. Algunas veces podemos ser ese instrumento que motive a otros a recuperar la fortaleza y la determinación de actuar de una mejor manera. No perdamos la oportunidad de hacerlo.

Hoy me levanté, con la alegría de experimentar un nuevo día, con el gozo y la emoción de compartirlo con mi esposo, mis hijas, mis amigos pero, sobre todo, con la expectativa de todo lo que podré compartir con las personas extrañas y conocidas que encontraré en mi camino. Le pido a la Divinidad que pueda estar abierta para percibir todo lo que pueden darme y aportar a mi vida y al mismo tiempo que pueda reconocer la importancia que tiene para ellas el que realice el esfuerzo de ser generosa, amable y afectuosa a pesar de todo lo que esté sucediendo en mi día.

Cada vez que algo nos afecte o nos haga experimentar el rechazo o la negativa a dar... detengámonos a tiempo de revisarnos y preguntarnos: ¿Qué nos pasa?, ¿qué podemos hacer para superarlo, para que no nos afecte como lo hace? De manera que podamos continuar experimentando la felicidad y el bienestar esencial.

Alimenta tu fortaleza interior haciendo uso de todas las herramientas que tienes y conoces para fortalecerte internamente.

l Trabaja la aceptación. Acepta el mundo tal como es.

l Da por el placer de dar. No dependas del reconocimiento o la recompensa que te puedan dar los demás, recuerda que es la Divinidad quien te devolverá lo que entregues. ¡Confía!

l Convierte siempre en positivo todo lo que llegue a tu vida.

l Practica la oración consciente para reforzar tu fe.

l Realiza acciones bondadosas y desinteresadas, aunque te parezcan muy pequeñas.

l Sé amable, atento y cortés en todo momento. Aun cuando algunas personas parezcan aprovecharse de tu bondad y entrega.

Hoy podemos ofrecerle al mundo nuestro compromiso de vivir de un modo que no cree temor, violencia, desánimo o confusión ni en nuestras mentes ni en las mentes de las personas que nos rodean.

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