Hace unos días escuché una frase que me recordó la importancia de tomar decisiones valientes, cuando se trata de ponerle punto final a todas esas situaciones, hábitos, actitudes y apegos que nos hacen sufrir, nos enferman y empobrecen nuestra calidad de vida afectiva: "Son ganadores aquellos que valientemente dicen: ¡Ya basta!".
Estas dos palabras mágicas y poderosas que salen con toda la fuerza desde nuestro interior, tienen el poder de cambiar nuestras vidas, de inmediato. Ese ¡Ya basta!, significa: ¡Ya no más!, ¡hasta aquí llegamos!... Es esa fuerza determinante que nos impone el límite entre continuar sumidos en una situación insoportable o salir de ella de inmediato.
En muchas de las historias que me cuentan mis lectores, encuentro un elemento común: la dificultad que algunos de ellos han tenido para decir: ¡Hasta aquí!, ¡ya no más!, ¡me suelto!, ¡basta! Pareciera que cuando estamos afectados emocionalmente nos aferramos al dolor, a la pérdida, inclusive a la fantasía de acostarnos a dormir y levantarnos para encontrar que la situación se ha resuelto sin que tuviéramos que hacer algo para lograrlo.
Tenemos la tendencia a pensar que nuestra salud, bienestar y estabilidad dependen de otros que no somos nosotros y es por esta razón que decidimos, sin darnos cuenta, permanecer sumidos y atados a aquellas situaciones o experiencias que tanto deseamos superar o solucionar. ¿Qué es realmente lo que nos hace falta para terminar con algo que nos causa tanto daño? Tomar la decisión valiente de hacerlo. Yo sé que estarás diciéndome mentalmente: Pero yo he tomado la decisión de hacerlo varias veces y no he podido lograrlo, estoy seguro de que me falta algo...
Lo que sucede, es que muchas veces tomamos una decisión sin estar completamente preparados para asumirla y convertirla en acción. Es decir: lo hacemos con la cabeza y no con el corazón. Por ejemplo, cuando hablamos de superar un dolor afectivo, encontramos que muchas veces tomamos la decisión con la cabeza, pensando que es lo más conveniente para nosotros... pero, emocionalmente, todavía conservamos la esperanza pequeña de que en el último momento algo suceda para que no tengamos que hacerlo. Otras veces es nuestra debilidad y la dependencia que sentimos hacia esa persona, o hacia el lugar, el trabajo o el hábito negativo lo que realmente nos impide soltarnos.
No hay atajos, el trabajo tenemos que hacerlo, el costo hay que pagarlo, pero lo más maravilloso es que siempre el universo conspirará para darnos esa oportunidad. Se necesita valor para renunciar a todas aquellas cosas que te dañan o te afectan, impidiéndote vivir a plenitud. Una pregunta que debemos hacernos en esos momentos es ¿Hasta dónde y hasta cuándo?
¡Tú puedes salir de cualquier situación por más difícil que esta sea! No sigas ahí, desgastándote y consumiendo tus ganas de vivir y de soñar... La vida está esperando por ti, para darte todos los regalos esenciales que mereces. ¡Vamos, date otra oportunidad!
Para tener una vida feliz
l Quiérete a ti mismo lo suficiente como para tener el valor de tomar una decisión.
Una vez tomada la decisión, no le permitas al miedo paralizar tu acción. Recuerda que muchas veces el miedo se convierte en el principal obstáculo a vencer, porque generalmente te da razones para permanecer caído.
Busca ayuda si no te sientes capaz de hacerlo solo. Es natural que te haga falta sentir el apoyo de un ser querido o de un amigo.
Evita pensar en que no podrás superarlo. Repítete a ti mismo muchas veces al día: Sí puedo, soy un ganador, sé que es difícil... pero no imposible. ¡Yo puedo lograrlo!
No busques las tentaciones. No te expongas a aquellas situaciones que te son difíciles, creyendo que puedes hacerlo solo y sin salir herido de ellas.
Mantén la distancia mientras te fortaleces internamente, para poder enfrentarlas cuando te sientas preparado para resolverlas y superarlas.
lNo te desesperes buscando una solucion instantánea. El proceso hay que realizarlo paso a paso; esto significa que tendrás que vivir el duelo y vencer la resistencia interna hasta que te sientas listo para soltar.
l Busca el momento apropiado para hacerlo. Es posible que la razón de tu fracaso al haberlo intentado antes, haya sido que lo hiciste en un momento equivocado.
l Tómate tu tiempo...
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