"El señor vishnu estaba harto de las continuas peticiones de su devoto, que no encontraba paz, pues su vecino era más rico que él. Un día apareció y le dijo: "He decidido concederte un deseo, lo que quieras, pero hay una condición, lo que tú pidas se lo daré doble a tu vecino".
Lleno de gozo, el devoto se dedicó a pensar en lo que quería, pero el solo hecho de que su envidiado vecino recibiera el doble de lo que a él le darían, empañaba cualquier cosa que llegara a su mente.
Pidió entonces consejo a sus amigos, unos le aconsejaron que pidiera riquezas, otros inmortalidad, algunos salud, los menos amor y otros tantos poder.
Pero, nada más pensar en que su vecino obtendría el doble, no lo dejaba dormir. Pasaron los años y un día tomó su decisión. Invocó a su Señor y le dijo: "Quiero perder un ojo"...
Pídele a la Divinidad que te dé la capacidad de alegrarte con todo lo que la vida te ofrezca, sea lo que sea. Tú eres tus circunstancias.
La palabra envidia, proviene del latín invidere, que significa "ver con malos ojos", y es una enfermedad del alma, en la que se desea poseer lo que tiene otro y al no poder tenerlo nos sentimos inmensamente dolidos e indignados porque lo consideramos injusto.
Cuando nos comparamos con otros, debemos tener mucho cuidado, pues pasa igual que en la fila del banco, en donde nos parece que escogimos la más lenta y nos sentimos fastidiados de nuestra mala suerte y nos amargamos al ver cómo las otras avanzan más rápidamente.
Algunas personas piensan que la vida ideal es la que llevan los otros y que además han tenido una vida más fácil que la de ellos sin razón. Pero como decía la abuela: "Nadie sabe lo de nadie". ¿Cuál será el costo del estilo de vida que llevan? ¿Qué han tenido que sacrificar o entregar para tener lo que tienen? ¿Qué obstáculos han debido superar? ¿Qué cosas dejaron en el camino..? Sólo ellos lo saben...
Una de las leyes que sostienen el balance en el universo es la ley del merecimiento. Nadie tiene o recibe algo que no ha merecido primero, algo hicimos o dejamos de hacer para tener o experimentar algo. Si deseamos cambiar o mejorar las circunstancias de nuestra vida... tenemos que cambiar nuestra forma de actuar frente a ella.
No podemos ser envidiosos y ser felices al mismo tiempo. Estar pensando en lo que tienen otros hace que no apreciemos y disfrutemos de las cosas buenas y bellas que tenemos. Deja de criticar o juzgar a los demás con tanta ligereza y comprométete contigo mismo a cambiar esta actitud por otra que te lleve a disfrutar lo bueno que reciben los demás.
Olvídate de seguir fijándote y lamentándote por lo que tienen otros y que tú no tienes, comienza a trabajar para conseguir tus metas y convertir tus sueños en realidad y no desperdicies tus energías. El que quiere leche... busca su vaca.
Herramientas para sanar en vida
1.-No mires a los lados, mira al frente. No te compares con nadie, pues siempre encontraremos a una persona que tiene más que nosotros y nos amargaremos perdiendo la perspectiva. El secreto consiste en mirar hacia adelante y hacia arriba, no hacia los lados.
2.-No fijes tu atención en lo que no tienes. Si miramos lo que tenemos, veremos que poseemos más riquezas de las que creemos y en la mayoría de los casos más de las que necesitamos. Disfrutémoslas y demos gracias a la vida por lo que tenemos y esto atraerá hacia nosotros más prosperidad.
Quien siente envidia, pierde el placer de las cosas buenas que le suceden, ya que vive alimentando su resentimiento.
3.-No difames a los demás. Nunca hables mal de otra persona porque te incomode su riqueza o su bienestar. La envidia generalmente alimenta nuestros peores sentimientos y nos impulsa a tomar actitudes muy equivocadas. Más bien, ocúpate mejor de tus asuntos y de hacerlos prosperar.
4.-No te sientas bien por la desgracia ajena. Cuántas veces cuando una persona a la que envidiamos tiene un revés, decimos: Yo lo sabía, algún día tenía que caer, esa es la justicia divina. Recuerda que ninguno de nosotros forma parte de un tribunal de justicia divina y que además todo lo que deseas a otro... se te devuelve a ti.
5.-No fomentes la competencia en tu familia. Muchas veces eres tú el que como padre estimula a tus hijos a competir entre sí sin darte cuenta que así los separas y crece en ellos la envidia. Cada uno de nosotros tiene talentos y cualidades especiales y únicos. Enseñemos a nuestros hijos a reconocerlos en sí mismos para que se sientan seguros de quienes son.
Concentrémonos en nosotros mismos para que podamos disfrutar la vida. Evitemos tomar a los otros como un punto de referencia para saber cuán felices somos. Alegrémonos con los triunfos ajenos, de esta manera, nos sentiremos mejor con nosotros mismos y con la vida.
Jackie : )
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