En las familias tradicionales, el padre adoptaba el papel de protector y proveedor además del rol de autoridad. En cambio la madre tenía a su cargo las funciones de alimentación e higiene básicamente, asumiendo de forma casi total la afectividad de sus hijos. Pero hoy en día, estas condiciones han ido cambiando, los padres se han involucrado más con sus hijos, tanto en la crianza diaria, como en su educación, adentrándose en los terrenos de la afectividad; un padre ideal juega con sus hijos, los baña, los alimenta, van juntos al cine, y, en general, se interesa por todos los asuntos del niño. Esto hace que sus hijos lo vean más como un padre compinche y amigo que como una figura de autoridad lejana a la que deben temer y respetar.
Los hombres que tuvieron un padre autoritario, frío y rígido, en muchos casos, pasan a convertirse en padres demasiado permisivos con sus hijos como para compensar la ausencia del cariño y el permiso que no recibieroncuando fueron pequeños. Todo esto con la consecuencia inmediata de que sus hijos se conviertan en niños manipuladores y tiranos al perder de vista los límites necesarios para crecer con el sentimiento de seguridad y conciencia que les permita reconocer y valorar todos los regalos esenciales que reciben a lo largo de su vida.
Hoy en día hemos descubierto la importancia que tiene para nuestros hijos la presencia de ambos padres en su educación diaria. Que los niños experimenten el cariño y, al mismo tiempo, la firmeza de un padre que intercambia y comparte las diferentes responsabilidades de su educación con una madre igualmente responsable y amorosa.
Ninguno de nosotros nace con el conocimiento que le permita ser un buen padre, pero lo cierto es que la presencia del amor hacia nuestros hijos hace que se activen automáticamente una serie de pensamientos y sentimientos de protección y responsabilidad hacia ellos. Lo más importante es nuestra actitud, tener la disposición de aprender y crecer junto con ellos para disfrutar más la vida.
Ser padres es un proceso lleno de altibajos, que exige tiempo, dedicación, trabajo y un continuo cuidado. Hay que encontrar en cada uno de nuestros hijos sus cualidades y talentos, porque cada uno de ellos es distinto, para ayudarlos a desarrollar sus potencialidades y al mismo tiempo apoyarlos para que puedan fortalecer sus debilidades. Respetemos su esencia, y aceptemos que son seres libres y autónomos, con derecho a tomar sus propias decisiones y a cometer sus equivocaciones, igual que lo hacemos nosotros. Estemos ahí siempre para brindarles nuestro apoyo incondicional, la comprensión, la paciencia y el cariño necesarios para que aprendan a través de nuestro ejemplo como guías, para afrontar la vida.
Estoy segura de que dentro de ti están los sentimientos y las cualidades perfectas para convertirte en un padre maravilloso, sé que haz realizado muchos esfuerzos por mejorar las condiciones de tu infancia para que tus hijos no sufran las mismas carencias que tú. Pero recuerda que más importante que darles todas las comodidades que te hicieron falta alguna vez, lo es brindarles el cariño constante y el espacio que sólo da un padre comprensivo y tolerante para que ellos encuentren en ti una figura estable y confiable, que les dé la seguridad afectiva que necesitarán a lo largo de la vida.
Claves para tener en cuenta
Los hijos respetan a los padres firmes pero justos, con reglas realistas que ellos puedan entender y aceptar con naturalidad.
Los hijos confían en los padres que admiten sus errores, pues ellos saben que nadie es perfecto y que, aunque sean sus padres, pueden equivocarse. Contarles como éramos y qué nos gustaba hacer de niños, los acercará a nosotros.
Los hijos aman a los padres que expresan sus sentimientos con naturalidad. Que los abrazan, los acarician, aun cuando ya sean adultos, pues para compartir el cariño no hay límite de edad.
Los hijos agradecen que sus padres confíen en ellos a pesar de su edad y que cuando haya una crítica, esté dirigida hacia lo que está mal hecho y no hacia él. Un niño que continuamente es criticado por todo lo que hace sin recibir elogios por sus logros, acabará perdiendo la confianza en él y en la vida. Valoremos el esfuerzo más que el resultado, para animarle a continuar.
Si todavía eres hijo de un padre muy especial, tienes la oportunidad de agradecerle todos sus cuidados y esfuerzos por brindarte lo mejor de él. Perdónale sus errores y acéptalo como es. Te invito a compartir con él un momento de calidad que les permita reafirmar el cariño y la confianza entre los dos. Vivir momentos de calidad llenos de disfrute, aceptación y cariño, fortalece nuestros vínculos familiares y nos produce una grata sensación de haber servido.
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