El doctor Ludwig Johnson, especialista en nutrición, da inicio con esta entrega a sus colaboraciones sobre la materia, llenas de información e invalorables consejos
Finalmente te decidiste. Ya nada te queda en el clóset y sabes que con 10 kilos menos tu vida será distinta. Sales y compras tu pan integral, el pollo deshuesado y varios potecitos de yogur light. Es el día perfecto —es lunes— y todos en tu casa están avisados: “Nada de sólo pruébalo o un poquitico no va hacer nada”. Esta vez va en serio. Vas a hacer dieta.
Llega el viernes y te sientes orgullosa de ti misma. Son cuatro días y te has mantenido incólume, sólo que no has podido sacar una cosa de tu mente: el dulce.
Un taquito de chocolate arreglaría el problema —piensas—, así que vas de paseo y... ¡Upss! Te saliste de la dieta y, lo que es peor, no pudiste parar.
Típico, ¿no? Pero, ¿por qué? ¿Qué es lo que no podemos dominar? ¿Es el cuerpo que nos “pide azúcar” o es que uno no se quiere privar del placer de comer “sabroso”?
1.Cuando el deseo de los carbohidratos se debe a bajos niveles de serotonina
¿Te sientes irritable, sufres de insomnio y, además, eres “adicto al dulce”? Los bajos niveles de serotonina pueden ser la explicación.
La serotonina es uno de los “mensajeros alegres” del cerebro. El cuerpo la produce a partir de un aminoácido llamado triptófano. Ojalá algún día lleguen a inventar bombas de gasolina de serotonina para poder “llenar el tanque” cuando estemos estresados. Mientras tanto, el dulce es un buen substituto: Un “dulcito” en la boca y en seguida te sientes mejor.
Veamos. Cuando ingerimos azúcar la serotonina aumenta porque el triptófano logra penetrar la barrera hematoencefálica gracias a la mucha insulina que se produce. En este estado, los aminoácidos que compiten con el triptófano por el mismo objetivo se desvían hacia los músculos y lo dejan “solo”, permitiéndole ingresar.
Como lo explica Kathleen Des Maisons, experta en nutrición adictiva, en su libro Programa de recuperación del adicto al dulce (The Sugar Addicts Total Recovery Program): “Es como si un grupo de fisicoculturistas nunca dejaran al flaquito triptófano usar las pesas del gimnasio (los otros aminoácidos son más grandes que él). De pronto, una mujer muy bella entra en la sala y todos los musculosos se van hacia ella, dejando las pesas a completa disposición del pequeño triptófano. La insulina funciona en el cerebro como una mujer bella”.
Sin embargo, este recurso es un falso levantamuertos. Así como el alcohol, el cigarrillo y cualquier otro tipo de droga, el azúcar nos estimula para después dejarnos peor que antes —gordos, tristes y hambrientos—.
Para controlar la adicción al dulce por bajos niveles de serotonina lo mejor es comer alimentos cargados de triptófano, como la carne de res y el pavo, además de carbohidratos de bajo índice glicémico, como vegetales, semillas, granos y frutas.
Un suplemento con el que se han obtenido excelentes resultados es el 5-HPT (5-hydroxytryptophan), precursor de la serotonina. Los estudios han demostrado que promueve la pérdida de peso al disminuir considerablemente el deseo por los carbohidratos; sin embargo, nunca debe ser ingerido si se están tomando medicamentos antidepresivos o si se han tenido crisis asmáticas recientes —consulta a tu médico—.
2. Cuando el deseo por los carbohidratos se debe a la insulina elevada
“¿Cómo es posible que esta muchachita no pueda controlar las chucherías...?”, pregunta el padre ante su avergonzada hija.
Pues le voy a decir cómo: podría tener hiperinsulinismo, y usted, señor, la ha estado regañando por algo que no es su culpa.
Por años estuvimos diciendo: “No tiene fuerza de voluntad”, hasta que descubrimos que cuando se tiene hiperinsulinismo, la necesidad por los carbohidratos no está en la mente, está en el cerebro.
Veamos cuál es la relación entre el hambre, los carbohidratos y la insulinorresistencia (hiperinsulinismo):
Cuando comemos, el azúcar sube, lo que significa que en la sangre la glucosa es mayor a 110mg/dl y que el cuerpo intentará bajarla “metiéndola” en las células con la insulina (llave). Si los receptores de insulina (cerraduras) no la “leen” (insulinorresistencia), las puertas no abren y el azúcar no entra, lo que obliga al páncreas a producir más insulina (hiperinsulinismo) para meterlo “a la fuerza”. Por el contrario, si las cerraduras funcionan (leen la insulina), el azúcar “entra”, se coloca por debajo de 110 mg/dl y el páncreas la deja de producir.
Para controlar la adicción al dulce por bajos niveles de serotonina lo mejor es comer alimentos cargados de triptófano, como la carne de res y de pavo |
Hasta aquí todo bien, pero ¿por qué alguien con resistencia a la insulina siente deseos por el dulce?
Al existir insulinorresistencia (IR), los aminoácidos que compiten con el triptófano por atravesar la barrera hematoencefálica no terminan desviándose hacia los músculos de manera efectiva. Esto impide que el triptófano logre atravesar la barrera en concentraciones importantes y se produzca la serotonina que habría si la insulina pudiera lograr su cometido. ¿Resultado? Menos serotonina y más deseo por el dulce (recordemos que el dulce y las harinas son los alimentos que más disparan la insulina).
Así vemos como es fácil que la persona con IR desee el dulce cuando asegura estar bajo estrés o triste, para tratar de aumentar sus niveles de tranquilidad y alegría.
En segundo lugar, sabemos que la neurohormona Gherlin, producida primordialmente por la mucosa gástrica y gran estimuladora del apetito, no disminuye sus concentraciones después de las comidas tal como lo hace en las personas sin IR. Esto explica por qué en personas con IR, las “ganas de comer” sean más frecuentes.
¿La buena noticia? El hiperinsulinismo puede desaparecer al adelgazar, y con ello, también el deseo recurrente por el dulce y las harinas. Tomando en cuenta que la insulina propicia el hambre y por eso se engorda, adelgazar no es una empresa fácil en estas condiciones. Lo indicado es buscar la ayuda del profesional.
Si sientes que “necesitas” los carbohidratos, o tienes Síndrome de Ovario Poliquístico, o algún familiar diabético, si tienes grasa acumulada alrededor de la cintura, o sencillamente engordas fácilmente, puede que tengas hiperinsulinismo por IR, así que no dejes de consultar a tu médico.
3. Cuando el deseo por los carbohidratos se debe a que se están consumiendo
Tú lo has vivido. Comes dulce y al rato te provoca más. Pasas tres días sin tocarlos y es prueba superada. ¿Por qué? ¿Es hábito o es que a uno se le olvida lo bien que saben? La razón puede ser fisiológica.
Siempre que comemos azúcares y harinas refinadas, el páncreas produce un chorro de insulina que los cuerpos de Adan y Eva nunca sufrieron —ellos no tenían estos alimentos—. Luego la glicemia tiende a bajar a valores normales, pero puede hacerlo “demasiado” hasta llegar a la hipoglicemia —baja de azúcar—. En esos momentos el cuerpo dispara los mecanismos de hambre para elevar los valores de glucosa —provoca comer más dulces o harina—. Existen personas en las que este efecto es mucho más pronunciado, llegando inclusive hasta el desmayo. Esta condición se denomina hipoglicemia reactiva.
Tu médico la diagnostica con un examen de sangre denominado curva de tolerancia glucosada. El tratamiento se basa, simplemente, en dietas que contengan de cuatro a cinco comidas diarias, en pequeñas cantidades y sin harinas ni dulces, reforzadas con la ingesta de zinc, cromo y magnesio como suplementos nutricionales.
Se ha llegado a decir que hasta un 50% de la población norteamericana sufre síntomas relacionados con las fluctuaciones del azúcar. Fatiga, depresión, irritabilidad, dolores de cabeza y memoria deficiente, entre otros, son algunos de los síntomas que pueden estar presentes. Aunque la exposición de la hipoglicemia como entidad médica va más allá de los límites de este artículo, es bueno dejar claro que puede existir hipoglicemia sin deseo por el dulce. La irritabilidad, responsable de infinidad de divorcios y pérdidas de empleo, muchas veces es el único síntoma.
4. Cuando el deseo por los carbohidratos se debe a la “comida emocional”
Apuesto a que nunca has escuchado decir “no me gustan los carbohidratos” —los azúcares también son carbohidratos—. Ese tipo de ser humano no ha nacido todavía. ¿Por qué?
Porque saben a gloria. Punto. La comida es un placer y los carbohidratos son los que más.
La llamada comida emocional es uno de los temas más comunes entre las personas de diferente raza y edad. Todos sabemos lo que es comer sin hambre. O porque estaba rico, o porque estoy solo, o porque estoy aburrido, o porque estoy feliz, o porque hay que celebrar. Siempre hay una excusa... más aún cuando se trata del estrés. La vida está plagada de matrimonios infelices, problemas económicos, demandas familiares y trabajos sin misión. Es muy fácil caer en los malos hábitos...
Como el caso del hombre que llega a una zapatería y pide unas botas tres tallas por debajo de la suya. Se las pone con dificultad, las cancela y se marcha cojeando. Al día siguiente regresa por otras de igual tamaño, pero de distinto color. El vendedor, confundido, le pregunta por qué se lleva botas que no son de su talla, a lo que el hombre responde: “ Mi esposa me engaña, mi hijo es un desastre y ya no soporto el trabajo. El único momento de placer que tengo es por las noches, cuando llego a mi casa y me quito esas botas”.
El chiste es malo, pero es verdad. Sin embargo, cuando la comida emocional es frecuente, es seguro que busca aliviar “algo más” que el estrés o los problemas del día a día. Muchas veces nos sometemos a vidas que en realidad no queremos y terminamos autoagrediéndonos con la comida.
Si tenemos entre 30 y 60 años de edad, es probable que hayan olvidado enseñarnos asertividad. Nos sorprende la seguridad con la que los niños de hoy no toleran los mismos tratos con los que nos “educaron”. Ayer, nuestros padres escuchaban con la intención de corregirnos. Hoy sabemos que hay que escuchar con la intención de comprender. La nueva generación “sabe” que hacer lo que no se quiere porque “es lo correcto” es la forma segura de fallarse a uno mismo y de crear resentimiento. Es saludable que más tarde se busque alguna recompensa —o algún castigo.
5. Cuando el deseo por los carbohidratos se debe a la menstruación
Síndrome Premenstrual —SPM—. Tú lo conoces bien. Ese momento místico y hermoso que sólo le pertenece a la mujer, cuando el cuerpo se prepara para una limpieza que le permitirá recibir un nuevo ciclo de forma renovada.
La serotonina, la insulina, el neuropéptido Y, y la leptina, son moléculas reguladoras del apetito y la saciedad. Las hormonas femeninas están en estrecha relación con todas ellas y antes de la menstruación alterarán su presencia en el cuerpo de forma abrupta.
No todas las mujeres experimentan el SPM, ni todas las mujeres tienen los mismos síntomas. Unas se ponen más irritables, otras más emocionales, pero la mayoría coincide en una palabra: chocolate.
Los chocolates negros son de gran utilidad. Complacen el deseo sin llegar a disparar la insulina a niveles perjudiciales. La nuez, la macadamia y el merey son igualmente efectivos. Muchas mujeres dicen calmar el deseo por el dulce con estos frutos secos. La glutamina en polvo (aminoácido no esencial) y los ácidos grasos esenciales Omega 3 son las mejores armas a utilizar si se tiene esta condición.
Decirle a un comedor compulsivo que aprenda a comer es como decirle a una persona que sufre de ataques de pánico que aprenda a relajarse |
6. Cuando el deseo por el dulce se debe a la “comida compulsiva”
“Pero si conozco lo mal que me siento, ¿por qué lo sigo haciendo?”. ¿Te has hecho esta pregunta más de una vez por ingerir desproporcionadamente grandes cantidades de alimento? Entonces es probable que seas comedor compulsivo (CC).
El CC come mucho y sin control (sensación de no poder parar), muy a pesar de las consecuencias negativas que esto le trae. Entre el 20 y 30 por ciento de los obesos en Estados Unidos son comedores compulsivos (50% no tienen obesidad ni sobrepeso) y la mayoría no consulta, muy probablemente porque desconoce que se trata de una entidad médica como cualquier otra (la psiquiatría la incluye dentro de los trastornos de la comida).
Si eres familiar de un CC es posible que lo hayas aconsejado más de una vez con frases como “tienes que tomar conciencia... es sólo por tu bien” o “lo que tienes que hacer es aprender a comer”. Una nota de aviso. Decirle a un comedor compulsivo que aprenda a comer es como decirle a una persona que sufre de ataques de pánico que aprenda a relajarse. Este tipo de consejos, aunque bien intencionados, sólo consiguen aumentar los niveles de frustración de la persona.
Los CC son en su mayoría personas exitosas, competitivas y automotivadas que lo único que no han podido controlar en sus vidas es “esto”.
La terapia cognitiva, la administración de medicamentos como la naltrexona y los inhibidores de los recaptadores de la serotonina en conjunto con los grupos de apoyo (por ejemplo Comedores Compulsivos Anonimos www.overeatersanonymous.org) han resultado muy exitosos en el tratamiento. No dejes de consultar al especialista.
Recuerda: El cuerpo no está loco. Todo tiene una razón.
Nadie come lo que hace daño porque quiere hacerse daño.
El cuerpo pide muchas cosas, pero lo que en resumen siempre pide es sentirse bien. Sentirse bien para ayudar al espíritu a cumplir su misión. Lo que queremos es cumplir nuestra misión, no otra torta de chocolate. Tú puedes cambiar el futuro. Hasta pronto...
No hay comentarios:
Publicar un comentario