l Prepare al niño para el cambio de escuela, informándole del por qué se realiza y la necesidad de la cooperación familiar.
l Permítale expresar sus sentimientos sean positivos o negativos.
l Analice las pérdidas y cambios que se experimentarán y déle el tiempo necesario para que se ajuste a la idea del cambio. Busque los aspectos positivos de ir a otra institución.
l Consolide una alianza fuerte con el niño que le aporte estabilidad y seguridad.
l Familiarice al niño o la niña con la escuela, las maestras y algunos compañeros. Esto puede conseguirse de múltiples formas: vaya con el niño cuando lo inscriba en el colegio; organice una fiesta, con otros niños y padres, previa al ingreso.
l Lleve a cabo un plan de incorporación progresiva al colegio respecto al tiempo. Puede dejarlos medio tiempo en lugar del horario completo.
l Permita que lo acompañe algún familiar durante los primeros días o que pueda llamar a los padres por teléfono desde el colegio.
l El proceso de adaptación se hará más fácil si un hermano, familiar o amigo estudia en el colegio.
l Ayúdelo a enfrentar situaciones conflictivas con algún compañero.
l Evite descalificaciones o comparaciones con otros niños, que lo hagan sentir incapaz de enfrentar la nueva situación.
l Favorezca el contacto con los amigos fuera del colegio, especialmente en vacaciones y en días significativos como el de su cumpleaños.
l Observe si su hijo presenta algún síntoma como la falta de sueño o de apetito, tristeza, intranquilidad, agresividad, o si se siente enfermo los lunes por la mañana. Cualquiera de ellos nos puede indicar que está pasando por un período difícil y que requiere ayuda.
l Manténgase en contacto con los docentes mediante conversaciones informales o a través de un cuaderno de notas.
Razones nunca han faltado para el cambio: una mudanza a una nueva zona de la ciudad o quizás a otra parte del país, la desmejora de las condiciones económicas de la familia, la insatisfacción con el nivel de la enseñanza del instituto, la obtención de un nuevo empleo (también la pérdida del que se tiene) o, simplemente, la separación de la pareja que termina por afectar a los hijos de esta y de otras maneras. Así se lee en cualquier texto sobre el tema. En Venezuela, el fenómeno ha sido significativo sobre todo este año, y, evidentemente, por razones muy específicas que difieren de las usuales; y es que tanta desbandada de familias que buscan asentarse en el exterior por no ver futuro en el país o por el temor que les producen la inseguridad y la inestabilidad política, así como tantos padres que, a un mismo tiempo, se ven asfixiados por la situación económica, no son argumentos que aparezcan fácilmente impresos en algún manual teórico sobre el tema.
Si algo caracteriza esta vuelta a clases que se avecina es el gran número de estudiantes que tendrá que hacer frente a una nueva realidad en un colegio diferente al suyo (probablemente alguno que cueste menos dinero) con todo lo que ello implica: adaptarse a un nuevo régimen de estudios, tratar de ganarse nuevos amigos, conocer nuevos maestros, y, lo que quizás sea más duro, superar la sensación de haber abandonado un lugar y unas personas que no hubieran dejado atrás de otra manera. La situación también ha sido difícil para quienes se quedan en el colegio, pues nunca como ahora, los niños y adolescentes han visto desintegrarse sus grupos de amistades por las obligadas ausencias de compañeros. La despedida del recién finalizado año escolar estuvo marcada por la alegría del comienzo de vacaciones, pero también por la tristeza que producía saber que serán otras las caras que se encontrarán cuando se reinicien las clases.
Expertos aseguran que cuando los cambios de colegio obedecen a factores ajenos a los meramente educacionales, tienen un impacto negativo en el rendimiento del alumno (particularmente en el primer año y entre quienes ya arrastraban problemas o han cambiado de escuela más de una vez en períodos cortos), que se manifiesta en notas más bajas, menores habilidades de lectura que el promedio, problemas de nutrición y salud, y hasta en repeticiones de niveles. Hay quienes hacen la salvedad de que otros elementos podrían explicar el bajo rendimiento de esos alumnos, algunos relacionados con problemas presentes en la familia antes de la mudanza, pero ese no es el caso en estos momentos. Si el cambio es inevitable, lo mejor es enfrentarlo con las herramientas necesarias que faciliten la transición, pues no se debe olvidar que al final se trata de una situación frustrante a la que, incluso, se le puede calificar como dolorosa.
l Permítale expresar sus sentimientos sean positivos o negativos.
l Analice las pérdidas y cambios que se experimentarán y déle el tiempo necesario para que se ajuste a la idea del cambio. Busque los aspectos positivos de ir a otra institución.
l Consolide una alianza fuerte con el niño que le aporte estabilidad y seguridad.
l Familiarice al niño o la niña con la escuela, las maestras y algunos compañeros. Esto puede conseguirse de múltiples formas: vaya con el niño cuando lo inscriba en el colegio; organice una fiesta, con otros niños y padres, previa al ingreso.
l Lleve a cabo un plan de incorporación progresiva al colegio respecto al tiempo. Puede dejarlos medio tiempo en lugar del horario completo.
l Permita que lo acompañe algún familiar durante los primeros días o que pueda llamar a los padres por teléfono desde el colegio.
l El proceso de adaptación se hará más fácil si un hermano, familiar o amigo estudia en el colegio.
l Ayúdelo a enfrentar situaciones conflictivas con algún compañero.
l Evite descalificaciones o comparaciones con otros niños, que lo hagan sentir incapaz de enfrentar la nueva situación.
l Favorezca el contacto con los amigos fuera del colegio, especialmente en vacaciones y en días significativos como el de su cumpleaños.
l Observe si su hijo presenta algún síntoma como la falta de sueño o de apetito, tristeza, intranquilidad, agresividad, o si se siente enfermo los lunes por la mañana. Cualquiera de ellos nos puede indicar que está pasando por un período difícil y que requiere ayuda.
l Manténgase en contacto con los docentes mediante conversaciones informales o a través de un cuaderno de notas.
Razones nunca han faltado para el cambio: una mudanza a una nueva zona de la ciudad o quizás a otra parte del país, la desmejora de las condiciones económicas de la familia, la insatisfacción con el nivel de la enseñanza del instituto, la obtención de un nuevo empleo (también la pérdida del que se tiene) o, simplemente, la separación de la pareja que termina por afectar a los hijos de esta y de otras maneras. Así se lee en cualquier texto sobre el tema. En Venezuela, el fenómeno ha sido significativo sobre todo este año, y, evidentemente, por razones muy específicas que difieren de las usuales; y es que tanta desbandada de familias que buscan asentarse en el exterior por no ver futuro en el país o por el temor que les producen la inseguridad y la inestabilidad política, así como tantos padres que, a un mismo tiempo, se ven asfixiados por la situación económica, no son argumentos que aparezcan fácilmente impresos en algún manual teórico sobre el tema.
Si algo caracteriza esta vuelta a clases que se avecina es el gran número de estudiantes que tendrá que hacer frente a una nueva realidad en un colegio diferente al suyo (probablemente alguno que cueste menos dinero) con todo lo que ello implica: adaptarse a un nuevo régimen de estudios, tratar de ganarse nuevos amigos, conocer nuevos maestros, y, lo que quizás sea más duro, superar la sensación de haber abandonado un lugar y unas personas que no hubieran dejado atrás de otra manera. La situación también ha sido difícil para quienes se quedan en el colegio, pues nunca como ahora, los niños y adolescentes han visto desintegrarse sus grupos de amistades por las obligadas ausencias de compañeros. La despedida del recién finalizado año escolar estuvo marcada por la alegría del comienzo de vacaciones, pero también por la tristeza que producía saber que serán otras las caras que se encontrarán cuando se reinicien las clases.
Expertos aseguran que cuando los cambios de colegio obedecen a factores ajenos a los meramente educacionales, tienen un impacto negativo en el rendimiento del alumno (particularmente en el primer año y entre quienes ya arrastraban problemas o han cambiado de escuela más de una vez en períodos cortos), que se manifiesta en notas más bajas, menores habilidades de lectura que el promedio, problemas de nutrición y salud, y hasta en repeticiones de niveles. Hay quienes hacen la salvedad de que otros elementos podrían explicar el bajo rendimiento de esos alumnos, algunos relacionados con problemas presentes en la familia antes de la mudanza, pero ese no es el caso en estos momentos. Si el cambio es inevitable, lo mejor es enfrentarlo con las herramientas necesarias que faciliten la transición, pues no se debe olvidar que al final se trata de una situación frustrante a la que, incluso, se le puede calificar como dolorosa.
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