Como ya sabes, la mayoría de mis historias están inspiradas en las situaciones personales que viven algunos de mis amigos o conocidos, y hasta las mias, porque, en algunos momentos, todos vivimos experiencias parecidas con diferente intensidad y en distintos escenarios de nuestra vida. Escuchar muchas veces el relato de la situación de otra persona nos permite vernos reflejados en su espejo y al mismo tiempo nos ayuda a reflexionar acerca de nuestra actitud y comportamiento. En la mayoría de los casos nos estimula a realizar algún cambio para aumentar nuestra calidad de vida. No en vano el significado de esa famosa frase que dice: “Todos somos maestros y discípulos al mismo tiempo”.
Tengo una amiga que en estos días recibió la visita de su hermana. La relación entre ellas no ha sido tan cercana a causa de una serie de situaciones vividas cuando eran pequeñas que terminaron distanciándolas. Su hermana siempre ha sido una persona susceptible y difícil de tratar, pero lo sorprendente es que después de tantos años, ella todavía recuerda vívidamente los momentos en los que fue víctima de algún comentario o actitud por parte de mi amiga o del resto de sus familiares. Después de reclamos, lágrimas y explicaciones —que terminaron en el perdón—, mi amiga, aún triste por la actitud de su hermana, me decía: ¿Cuándo dejará ella de sufrir? ¿Podremos tener algún día una relación más grata? ¿Hay algo que pueda hacer para ayudarla?
Hay personas que tienen la tendencia a dramatizar los hechos pequeños del día a día, convirtiéndolos en experiencias graves que recordarán toda la vida. Son personas susceptibles, que fácilmente se dejan afectar y ofender por lo que dicen o hacen los demás, aun cuando sean cosas sin mayor importancia.
Una persona demasiado sensible sufre y hace sufrir a los demás, porque constantemente vive pendiente de lo que piensan los otros, todo el tiempo trata de adivinar las intenciones ocultas de sus comentarios y fácilmente llega a la conclusión de que lo están criticando o juzgando.
Generalmente, una persona susceptible cree que si ve a un amigo pasar y éste no lo saluda, es porque tiene algún problema pendiente o porque tuvo toda la intención de ignorarlo para hacerlo sentir mal... a esta persona, nunca se le ocurrirá pensar que, simplemente, su amigo no lo vio porque iba muy apurado a cumplir una cita. Todo se lo toma como una ofensa personal, y, por estar pendiente de lo que piensan los demás, pierde de vista todo lo bueno, lo grato y lo especial que también llega a su vida.
Tener amigos susceptibles puede resultar difícil, porque son personas muy complicadas, que demandan toda nuestra atención y cuidado. Fácilmente se ponen de malhumor o se vuelven irritables y hasta agresivos con nosotros, si no los saludamos inmediatamente o si no los incluimos en nuestros planes. Comprender que una persona hipersensible siempre estará a la defensiva y exagerando cualquier palabra o comentario que hagamos, nos ayudará a no engancharnos emocionalmente para mejorar nuestra relación con ellos.
A veces podemos observar cómo estas personas tienen este comportamiento desde pequeños, por ejemplo: tenemos dos hijos y uno de ellos recibe el regalo que le demos con alegría y diversión, mientras que el otro se queda pensando sin disfrutar, para más tarde decirte: ¿Por qué no me trajiste uno igual que el de mi hermano? ¿Por qué le dieron el más grande a él? Y estoy segura de que tú, notando su conducta, procuras darle a este último siempre el mejor o el más especial... pero aún así, siempre tendrá una queja. Este niño sentirá muchas veces que tú quieres más a su hermano que a él.
La infancia es el mejor momento para educar la sensibilidad de estos niños, enséñalos a superar la frustración, contéstales cuando te hagan preguntas, aunque te parezcan tontas, muéstrales que ellos son muy importantes para ti. Recuerda que si ellos no están seguros de tu amor, se resentirán y se tornarán agresivos con el tiempo.
No pienses que todo el mundo tiene algo contra ti.
Aprende a manejar la frustración sin buscar culpables. No todo va a ser siempre como nosotros queremos que sea, y esto hay que aceptarlo.
Aumenta la confianza en ti mismo.
Evita el estar pendiente de lo que piensan, dicen o tienen los demás.
Aprende a calmar tus emociones y a analizar las cosas con la cabeza.
Aprende a minimizar los problemas. Toma las cosas en su justa proporción y no exageradamente.
Cambia tu actitud, deja de esperar tanto de los demás y dale paso a las cosas que no tienen, en realidad, mayor importancia.
Busca ayuda profesional si no puedes manejarlo solo
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