Una amiga en su carta, dice que hace un tiempo murió su marido, dejándola a ella y a sus hijos en una situación económica bastante holgada. A partir de ese momento sus padres y hermanos le exigieron que los ayudara materialmente, han pasado dos años y medio desde ese momento y el dinero empieza a escasear...
Ella se siente ahogada y culpable por la presión que cada uno de sus familiares ejerce sobre ella. Piensa que está en un callejón sin salida, porque cree tener la responsabilidad de darles todo lo que necesitan y lo que ellos le pidan. ¿Hasta dónde y hasta cuándo debe dar?
Durante mucho tiempo el significado real del dar ha sido usado y manipulado por aquellos que esperan recibir de otros la solución a sus necesidades afectivas o materiales, haciéndote creer que estás obligado por el amor, por gratitud o por deber a asumir parte o todas de las responsabilidades que le corresponden a la otra persona para así, resolverles la vida. ¿Será esto justo?
También hay personas que han crecido con la idea de que amar a otros es llegar hasta el sacrificio de la identidad y de los sueños propios en aras de complacer a los seres queridos. Estas son las personas que generalmente se sienten víctimas de la vida y del comportamiento de los demás.
Existe también otro grupo más pequeño de personas que constantemente están tratando de ayudar a otros aun cuando esos otros no han pedido su ayuda.
Si te encuentras en alguna de estas situaciones, recuerda que el esfuerzo que hagas para dar o ayudar a otra persona, será usualmente más negativo que positivo, quiero decir que nos desgastaremos a nosotros mismos física y emocionalmente, que seguramente nos atravesaremos en el medio del proceso de la persona querida para evitarle el asumir la responsabilidad de su vida, impidiéndole el proceso natural de madurar. Y es posible que tambien nos suceda que las personas que atraemos a nuestra vida para relacionarnos sean pasivas, esperando siempre recibir de parte nuestra y sin la intención de darnos.
Tal vez sea el momento de reflexionar acerca de lo que damos o esperamos de los demás, a tiempo de hacer algunos ajustes que nos permitan mantener relaciones más satisfactorias y equilibradas.
Es cierto que la acción de dar debe ser incondicional, quiere decir entregar lo mejor de cada uno de nosotros sin esperar nada a cambio. Porque de esta manera será el universo el que te lo devuelva justo en el momento y de la forma en que lo necesitas. Es nuestra responsabilidad dar: Una sonrisa, un abrazo, un momento de compañía, unas palabras, una acción dirigida apoyar a los demás en un momento de necesidad...
Pero el dar en una relación afectiva es una calle de doble vía, implica dar y recibir proporcionalmente.
Esto nos convierte en personas activas a través de los buenos sentimientos. Nos vuelve alerta a reconocer el esfuerzo que hacen otros para complacernos y apoyarnos, creando una relación interactiva. Cuando mantenemos el balance entre el dar y el recibir, podemos establecer límites en ciertos momentos que nos ayuden a dar sólo cuando la persona nos ha pedido o cuando este dispuesta a recibir, sin que se convierta en una pesada obligación por parte de nosotros.
Cuando damos de forma limpia y desinteresada, inmediatamente recibimos una energía positiva en forma de satisfacción inmediata que se traduce en entusiasmo, alegría, satisfacción y hasta fuerza para continuar con nuestra vida, es como si los bolsillos de nuestra prosperidad volvieran a llenarse abundantemente.
¡Si cada uno de nosotros estuviera dispuesto a dar incondicionalmente... recibiríamos en la misma intensidad el producto de lo que entregamos limpiamente!
l Cuando te sientas desanimado, haz algo bueno y desinteresado por una persona. Verás como te sientes fortalecido y renovado.
l Si tienes un amigo pasando por una dificultad, pregúntale si acepta tu ayuda. Si la respuesta es sí, dásela inmediatamente pero no esperes ni reconocimiento ni agradecimiento.
l Evita ayudar a las personas que se resisten a aceptar tu ayuda.
l Vuélvete agradecido y reconoce lo que otra persona te da, aunque no sea lo que esperabas.
l No te dejes manipular por culpa, pues ésta es otra forma de abuso.
l Cuando el dar deja de ser un placer para convertirse en una carga... es hora de revisarlo y de preguntarnos: ¿hasta dónde y hasta cuándo?
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