miércoles, 4 de marzo de 2009

Uso o abuso


“Me lo recomendó el vecino” o “lo tomé antes y me fue bien” eran las dos excusas de quienes solían consumir antibióticos sin prescripción médica. Conozca las implicaciones negativas de aquella costumbre, motivo principal de la prohibición de la venta libre de estos fármacos.

Muchas personas acuden a los antibióticos cada vez que presentan un resfriado con secreción nasal de color, el estómago descompuesto o una molestia urinaria, sin saber que esas afecciones pueden ser producto del ataque de microorganismos como virus y hongos. Las consecuencias de esta afición a la automedicación son realmente diversas, y pueden ir desde síntomas tolerables —como erupciones, fiebre y diarrea—, hasta daños graves o irreversibles —entre ellos manchas en la piel, pérdida de la audición y mayor propensión a ser atacado por bacterias multirresistentes—. Pero el consumo indiscriminado no es el único problema: en Venezuela, como en tantas otras urbes del mundo, es común que los especialistas expidan recetas sin conocer la bacteria a la cual se están enfrentando debido a que inicialmente no cuentan con todos los exámenes médicos necesarios. Despejar sus dudas en torno a estos fármacos de seguro le ayudará a ser precavido en su consumo.

Aunque los antibióticos han sido uno de los descubrimientos más importantes del siglo XX —debido a su aporte en el tratamiento de infecciones y en la práctica de intervenciones quirúrgicas—, cada día es más frecuente encontrar microorganismos que se han vuelto resistentes a su acción curativa y que requieren de terapias mucho más agresivas, hecho que se contrapone a la razón de ser de estos fármacos que siempre ha sido la de actuar frente a las bacterias sin dañar las células del paciente. La ciencia también ha puesto de su parte para desarrollar medicamentos con menores efectos secundarios y mayor potencia, pero se ha llegado al punto en que rara vez aparecen antibióticos que no formen parte de una familia ya conocida que cuenta con cierto nivel de resistencia.

Emilio Bouza, especialista español en Medicina Interna y Microbiología, publicó un artículo en el diario El Mundo donde hace referencia al uso y abuso de los antibacterianos: “De seguir así podemos encontrarnos con infecciones que un día fueron tratables y que ahora no pueden curarse porque, sencillamente, hemos tensado la cuerda del mal uso de los antibióticos durante demasiado tiempo”. Esta difícil realidad ha motivado a los organismos de salud de todo el mundo a tomar cartas en el asunto contra los dos problemas más graves: la automedicación y el suministro indebido de los fármacos.

Venezuela no se queda atrás: la presidenta de la Sociedad de Infectología, María Carolyn Redondo, comenta que han surgido las comisiones de infecciones —grupos encargados de evaluar cuáles son las bacterias más comunes en las distintas comunidades hospitalarias, tanto privadas como públicas, y los antibióticos capaces de controlarlas. Además, recientemente se decidió colocar estos medicamentos dentro de la lista de los que sólo se venden con prescripción médica.

Tipo y dosis adecuada
Redondo señala que “los antibióticos son sustancias que inhiben el crecimiento de las bacterias, y su clasificación viene dada por el mecanismo de acción sobre ellas”, lo cual quiere decir que la tipología de estos fármacos va a depender de su actuación tanto sobre la pared celular como sobre la síntesis de proteínas que ocurre en el interior del microorganismo. Según explica la infectóloga Libia Henao, en el primero de los casos el antibiótico busca destruir la bacteria al inhibir la formación de la pared, por lo que se denomina bactericida; mientras que cuando impide la síntesis proteica lo que busca es evitar la multiplicación de los microbios, por lo que recibe el nombre de bacteriostático. Esta descripción puede resultar complicada, pero lo importante es comprender que no todas las infecciones son erradicadas a través del mismo tratamiento, pues cada tipo de bacteria responde a un mecanismo de acción específico e, incluso, un mismo antibiótico puede actuar como bactericida o como bacteriostático dependiendo del microbio al cual se enfrente.

“No hay antibiótico malo o bueno, sino mal utilizado en la bacteria equivocada”. Esa frase de la doctora Maria Virginia Villegas, infectóloga colombiana experta en resistencia bacteriana, es una de las más utilizadas por los médicos venezolanos y la razón es totalmente válida debido a que un antibiótico mal indicado puede desencadenar numerosas reacciones adversas en el organismo. Por ello es importante que cuando un paciente acuda a una consulta médica el especialista evalúe su historia clínica y sus síntomas para saber en qué tipo de comunidad se ha desa-rrollado y asimismo consulte a qué son sensibles los agentes patógenos más frecuentes en ese entorno. La doctora Henao advierte que “primero se recurre a los antibióticos de espectro reducido para no atacar toda la flora bacteriana” y, en caso de ser necesario, se recurre a medicamentos de mayor potencia.

El doctor Manuel Guzmán Blanco, jefe del Servicio de Infectología del Hospital Vargas, afirma que en esta primera etapa, y sobre todo si el paciente presenta una infección de gravedad, los médicos deben iniciar el suministro de antibióticos rápidamente y por ello expiden recetas de forma empírica, guiándose por la evaluación clínica; sin embargo, es preciso que realicen pruebas específicas en sangre —como el conteo de glóbulos blancos, los marcadores de infecciones, los hemocultivos y los antibiogramas— que pueden aportar información sobre la gravedad de la infección, el tipo de bacterias presente en el organismo y la clase de sustancias a las que son sensibles, lo cual permite que se ratifique el tratamiento asignado o se elaboren las modificaciones pertinentes.

En cuanto a la dosis suministrada, todo va a depender de la agresividad de la enfermedad, pues hay infecciones que sólo requieren de la toma de un par de pastillas, mientras que hay otras en las que deben ingerirse fármacos periódicamente, cada seis, ocho, 12 o 24 horas. Muchas terapias se extienden por cinco o seis días, pero algunos casos graves pueden precisar hasta cuarenta y cinco días de tratamiento. En todo caso lo que debe tener claro el paciente es que debe seguir al pie de la letra las indicaciones de su médico, pues está comprobado que el uso inapropiado de los antibióticos, bien sea por fallas en su elección o en la indicación de dosis y tiempo de consumo, incrementa la resistencia, sin contar con los numerosos efectos adversos que puede generar y que pueden llegar incluso a ocasionar la muerte del paciente, debido a los trastornos ocasionados por la proliferación de bacterias que no fueron tratadas a tiempo.

En guardia
Las bacterias son organismos muy inteligentes ya que son capaces de desarrollar mecanismos para reducir —y en algunos casos contrarrestar— el efecto que los antibióticos deberían causar sobre ellas en una suerte de ingeniería genética natural. Las consecuencias de estas mutaciones son diversas y —en muchos casos— peligrosas, ya que la resistencia genera dificultad a la hora de tratar una infección, ocasionando que los médicos recurran a antibióticos más agresivos que pueden desencadenar mayores efectos secundarios en los pacientes, llegando a deteriorar notablemente su calidad de vida; adicionalmente, este fenómeno contribuye con el desarrollo de cepas de microbios más resistentes dentro de la comunidad, con lo cual los tratamientos antimicrobianos utilizados en ese entorno pierden efectividad.
Todos los especialistas consultados coinciden en que la resistencia bacteriana es producto de varios factores, entre ellos los ya mencionados arriba como el uso innecesario de antibióticos, el consumo excesivo y los errores en cuanto a la dosis y a la duración del tratamiento, lo cual en muchos casos es producto de la falta de dinero para comprar los fármacos. A estos elementos, el doctor Guzmán Blanco adiciona los problemas propios de Venezuela, como la venta no controlada, el contrabando y, sobre todo, la automedicación.

Por otra parte, el especialista señala que “la distribución de mecanismos de resistencia es un fenómeno de rápida diseminación que ocurre tanto en bacterias hospitalarias como en aquellas que pertenecen a la comunidad, por ello se necesitan sistemas de vigilancia capaces de detectarla”. Esta situación de alarma ha llevado a la creación de comités de vigilancia en el uso de este tipo de medicamentos, muchos de ellos patrocinados por empresas farmacéuticas y la Oficina Sanitaria Panamericana (OPS). En Venezuela desde 1988 funciona la Red de Vigilancia de Resistencia Bacteriana a los Antibióticos creada para identificar los patrones de resistencia en las bacterias más comunes, y hacer recomendaciones sobre el uso de estas drogas. Este sistema cuenta con la participación de 40 laboratorios locales que constantemente ingresan información a una base de datos en la que se pueden consultar detalles sobre los antibióticos más vendidos en el año, las bacterias más comunes en las distintas localidades del país e, incluso, los costos anuales en este tipo de medicinas, lo cual facilita notablemente la labor de los profesionales de la salud.

mherrera@eluniversal.com

AL PIE DE LA LETRA

Es completamente normal que al ingerir antibióticos el paciente presente molestias gástricas o diarrea y erupciones leves en la piel, pero hay fármacos de amplio espectro que generan síntomas de cuidado. La infectóloga Libia Henao afirma que existen algunos medicamentos de este tipo que llegan a ocasionar sordera, fallas renales y manchas en la piel, que pueden ser irreversibles. Por otra parte, en los niños la situación puede ser mucho más delicada, debido a que es posible que desarrollen manchas dentales o, incluso, que lleguen a presentar trastornos en el cartílago del crecimiento, de allí la importancia de que los pacientes obedezcan las indicaciones del especialista y eviten a toda costa la automedicación.


DATOS LOCALES

Según datos aportados por el Programa de Vigilancia de la Resistencia Bacteriana a los Antibióticos, los más consumidos son la ampicilina y la amoxicilina, lo cual es muy probable que se deba al bajo costo de ambos medicamentos. Por otra parte, las infecciones más comunes en Vene-zuela son las de tipo respiratorio, urinario, cutáneo e intestinal, pero no todas son de origen bacteriano, pues según afirma el doctor Manuel Guzmán Blanco, la mayoría de las infecciones respiratorias son virales, mientras que las de tipo intestinal pueden ser causadas por otro tipo de microorganismos que no son sensibles a los antibióticos o, incluso, pueden tener su origen en bacterias —como la Salmonella— que se erradican sin necesidad de medicamentos (son autolimitadas).

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