domingo, 29 de marzo de 2009

Para los que siempre tienen razón

Pensando en cómo disfrutar de unas relaciones más sanas con los demás, me encontré con una de las actitudes que más nos sabotean esa posibilidad. Dicha conducta se origina de la idea que tienen algunas personas acerca de sí mismas, cuando piensan que ellos siempre saben más que los demás; que han acumulado una experiencia que difícilmente los otros tendrán algún día; que siempre será de ellos la última palabra sobre cualquier tema; y que tendrán la razón en cualquier discusión, ignorando o invalidando el punto de vista de los demás. Es muy difícil y estresante mantener una conversación con alguna de estas personas, especialmente si tenemos una relación afectiva con ellas, porque entonces se convertirá usualmente en una cuestión de honor el tratar de mostrar que en realidad nosotros tenemos parte de la razón o que nuestra idea puede ser más acertada en algún momento. De esta forma podría iniciarse una discusión, que puede llevarnos a una gran pelea, o a tomar la decisión de romper para siempre la relación.

Y cuando alguien le sugiere a alguna de estas personas que deben suavizar o cambiar su actitud, le es totalmente imposible reconocerlo o aceptarlo; además, siempre encuentran la manera de justificar su comportamiento y hacer sentir
culpable a los otros por la crítica recibida. ¿Podemos hacer algo para ayudarlos a reconocer su error y a cambiar de actitud? Difícilmente, porque no importa cuántas veces alguien nos haga la observación, nosotros no podremos cambiar aquello que no reconocemos como equivocado en nuestra actuación.

Detrás de una persona egocéntrica se esconde muchas veces una personalidad insegura, que no recibió el reconocimiento que necesitaba o esperaba por el esfuerzo que realizó para alcanzar su posición. También están aquellos que constantemente buscan sobresalir o figurar para llamar la atención de los demás y ganar status, reconocimiento o simplemente el aprecio de su familia, compañeros de trabajo o allegados. Y por supuesto, debemos incluir como ejemplo clásico el de aquellos padres que no se sienten capaces de reconocer y aceptar que alguno de sus hijos pueda tener una visión de la vida más actual y objetiva que la que ellos alcanzaron
a elaborar, por temor a perder el respeto, la admiración o el cariño de sus seres queridos, haciendo que se nieguen la posibilidad de reconocerlo. De esta manera,
se pierde la oportunidad que nos otorga la vida cuando somos adultos, de aprender algunas cosas de los hijos que ya crecieron, permitiéndoles apoyarnos y facilitarnos

la existencia.

No hay una sensación más agradable y satisfactoria que la de abrirnos a observar con atención y sin ego, la actuación, la conversación y el análisis que muchas veces hacen nuestros hijos acerca de alguna situación de vida. No tenemos que conocer todas las respuestas, incluso podemos buscar y explorar algunas junto a ellos, para darles herramientas que les permitan resolver cualquier situación inesperada que pudieran enfrentar algún día.

Vivir es como participar en una especie de carrera de relevo; cuando llegamos a cierto punto de ella, debemos pasar el “testigo” a otro corredor más descansado de nuestro equipo, adelantado a nuestra posición, quien seguirá con más fuerza y empeño en la competición para llevarnos a todos a la meta con éxito.

Es importante que aprendamos a escucharnos y a observarnos, para ajustar algunas actitudes y expresiones que pudieran entorpecer nuestra relación e intercambio con los demás. De vez en cuando hay que compartir la razón, escuchar en silencio y con atención, evitar imponerse sin permitirle a los demás expresar sus ideas o puntos de vista, dejar que otro asuma la responsabilidad si quiere y puede hacerlo. Esto nos llevará a enriquecer nuestra vida y a disfrutar más del contacto con las otras

personas, en especial con nuestros seres queridos, a través del compartir.

Claves para avanzar

Se respetuoso. Acepta que los demás tienen sus propias ideas, conocimientos y capacidades, y aunque creas que eres el mejor, dales la oportunidad de expresarse, participar y hasta equivocarse y crecer por sí mismos. Recuerda que nadie aprende por la experiencia de otro.

Escucha con poco interés. No interrumpas constantemente a la otra persona mientras habla, no pongas cara de fastidio, ni mires hacia otro lado como si no te interesara. Escucha y muéstrate involucrado sinceramente en su conversación.

Reconoce el aporte de los demás. Cuando alguien cercano diga o haga algo positivo, reconócelo inmediatamente. Recuerda que tu palabra puede darle la motivación y el apoyo que necesita para seguir contribuyendo y mejorando.

Muéstrate dispuesto a aprender. Cada día podemos aprender algo nuevo, si estamos abiertos para hacerlo. Cuando creas que ya sabes todo lo que podías aprender, estarás como muerto porque tus días pasarán sin que te intereses en descubrir o experimentar algo nuevo.

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