jueves, 12 de marzo de 2009

El extraño caso de la enfermedad bipolar

A pesar de los avances de la psiquiatría, este trastorno sigue siendo
complejo y misterioso. No obstante, hasta ahora, el cumplimiento riguroso
de un buen tratamiento supone la mitad de la batalla ganada.


El trastorno bipolar es, probablemente, uno de los padecimientos mentales más complejos. Después de varios siglos, la llamada “enfermedad del estado del ánimo” aún continúa conteniendo aspectos “misteriosos” para los psiquiatras y afectando a individuos sin distinción de raza o clase social. El padecimiento debe su nombre a dos polos de la personalidad que se “disparan” en episodios contrapuestos de conducta que llegan a ser dramáticos. Es una enfermedad crónica, lo que quiere decir que aquellos que la desarrollen la tendrán de por vida y, al mismo tiempo, recurrente (una vez que sucede por segunda vez, la frecuencia puede aumentar). Y si bien hasta el presente el mal no tiene “cura”, sí existen medidas que permiten convivir con él de manera armónica. En este trabajo, tres médicos psiquiatras venezolanos desarrollan el tema. Ellos son: Antonio Pacheco, presidente del Colegio Venezolano de Neuropsicofarmacología; Luis Madrid, profesor de Psicopatología del postgrado de Psiquiatría de la Universidad Central de Venezuela y del Hospital Militar Carlos Arvelo, y Eduardo León Vivas, quien además de psiquiatra es psicoanalista, miembro de la Nueva Escuela Lacaniana del Campo Freudiano.

Polo a polo
Los entrevistados señalan que en el trastorno bipolar lo que está alterado, fundamentalmente, es el humor de la persona, el cual funciona, en el centro del cerebro, como un regulador de la motivación que tenemos todos los seres humanos. En el trastorno bipolar entran en juego dos estados de ánimo extremos: la manía o euforia patológica y la depresión melancólica. Un primer episodio puede tardar años en aparecer y entre un episodio y otro pueden existir semanas, meses o años de diferencia; de allí que la enfermedad sea tan difícil de diagnosticar. Pacheco explica las características de cada fase. Durante el episodio maníaco, un individuo presenta los siguientes síntomas:
l Pensamiento acelerado y a veces disgregado.
l Necesidad imperiosa de hablar continuamente.
l Desinhibición e indiscreción sexual que puede llegar a la promiscuidad .
l Desinhibición económica; conductas compulsivas de compras innecesarias.
l Fallas en la concentración y distraibilidad.
l Desarrollo de muchas actividades en forma simultánea.
l Reducción considerable de la necesidad de dormir.
l Pérdida del control de la situación.
l Presencia de ideas sobrevaloradas, delirantes megalomaníacas (los individuos se creen personajes poderosos) y alucinaciones auditivas y visuales.
l El paciente no tiene conciencia de estar enfermo y rechaza el tratamiento y la atención médica.

Los episodios depresivos tienen una duración mínima de dos semanas y sus síntomas son los siguientes:
Se vive una tristeza intensa con marcada inhibición de la conducta: el paciente no se puede levantar de la cama, descuida su apariencia personal (puede pasar días enteros sin bañarse o vestirse).
Se genera la anhedonia (dificultad para experimentar placer y disfrutar de actividades recreativas).
No se duerme o se duerme en exceso.
Se pierden el interés y la capacidad sexuales.
Se presentan ideas marcadamente negativas: culpa, enfermedades mortales y desesperanza.
En algunos casos predomina la irritabilidad
Ideas y tendencias suicidas.

Ambos episodios se alternan, a su vez, con un estado anímico normal. Aunque no es lo común, puede ocurrir que un paciente llegue a lo que se denomina el ciclaje: en un mismo día pasa de un episodio a otro. También se dan los episodios mixtos: el paciente tiene síntomas depresivos y maníacos al mismo tiempo. Son los de mayor riesgo.

Factores genéticos
Lo que se sabe hasta el presente, en términos del origen de la enfermedad, es que es debida a un factor genético predominante, el cual se encuentra aún en estudio. Según lo comentado por los especialistas, en la historia personal de los pacientes bipolares siempre sale a relucir un tío o un abuelo que sufría del trastorno y que, quizás, nunca fue diagnosticado. O bien se encuentran antecedentes familiares de depresión, suicidio o alcoholismo. Si dos personas son bipolares y deciden tener hijos, existe entre 70 y 80 por ciento de probabilidades de que los mismos adquieran la predisposición para desarrollar la enfermedad. Esta cifra baja a 30 por ciento si sólo uno de los padres padece la afección. Estos hijos no “heredan” el trastorno, sino que lo pueden desarrollar como consecuencia de determinados hechos o contextos, mejor conocidos como los factores experienciales.

Factores experienciales
Tienen que ver con la historia personal de los pacientes. Por lo general, en la misma, se encuentran hechos como la pérdida temprana de uno de los padres o abusos físicos y sexuales durante la infancia. Es usual que los primeros síntomas aparezcan en edades comprendidas entre los 15 y los 25 años, etapa de plena ebullición de procesos hormonales y de cambios fundamentales en el sistema nervioso central.

Factores neuroquímicos
En las personas afectadas por esta enfermedad ocurre lo que, orgánicamente, se conoce como una disrregulación en la neurotransmisión. Los neurotransmisores son biomoléculas sintetizadas por las neuronas con un papel fundamental en las sinapsis. Las sinapsis conforman uniones mediante las cuales las células del sistema nervioso se envían señales unas a otras; cruciales para los procesos biológicos que subyacen bajo la percepción y el pensamiento. En los pacientes bipolares existe un importante desbalance neuroquímico entre el área límbica o central del cerebro y su lóbulo frontal. Es decir, en esa zona se da una producción excesiva de neurotransmisores, que se traduce en los cambios de conducta descritos en los episodios del trastorno. En la fase maníaca se generan, considerablemente, tres neurotransmisores: la adrenalina (ligada a la energía y la actividad), la dopamina (relacionada con el placer) y la acetilcolina (ligada a los impulsos). Al mismo tiempo disminuye la serotonina (neurotransmisor del ánimo) en el lóbulo frontal y el individuo se desinhibe. En la fase depresiva ocurre lo contrario: se da una disminución en la producción y captación de los neurotransmisores, fundamentalmente de dos: la serotonina y la norepirefrina (relacionada con la motivación, los impulsos y los patrones del sueño). León señala que, a diferencia del estudio de la psique (que no tiene expresión biológica), los hallazgos en torno a los neurotransmisores son relativamente recientes, lo cual implica la constante investigación científica para poder seguir estableciendo conclusiones en torno al tema.

ALGUNOS BIPOLARES CONOCIDOS

Franz Schubert
Compositor
austríaco
(1797-1828)

Piotr Tchaikovsky
Compositor ruso (1840 - 1893)

Vincent van Gogh
Pintor holandés (1853 - 1890)

Virginia Woolf
Escritora inglesa (1882 - 1941)

Ernest Hemingway
Escritor estadounidense (1899 - 1961)

Ted Turner
Presidente de Time Warner Company (1938…)

Francis Ford Coppola
Director de cine estadounidense (1939...)

Robin Williams
Actor estadounidense (1951...)

Factores cognitivos
Los pacientes bipolares, debido a su enfermedad, tienden a pensar de manera extrema: o muy pesimista o muy optimista. “En todo caso, la mejor manera de comenzar a determinar si alguien sufre de trastorno bipolar es presenciar un evidente y repentino cambio de conducta del individuo, que no tenga que ver con su personalidad habitual”, menciona Pacheco.

Clasificación
Madrid explica que existe una clasificación básica del trastorno bipolar.
Tipo 1: El paciente vive episodios maníacos graves (con síntomas psicóticos o no) con depresiones muy graves. Es el típico maníaco depresivo.

Tipo 2: El individuo experimenta manías leves o hipomanías con depresiones muy graves.

Tipo 3: Se denomina también ciclotimia. El paciente no experimenta períodos de descanso entre el episodio maníaco y el depresivo. Siempre se está levemente deprimido o levemente maníaco. Carece de lo que se conoce como eutimia (el estado normal de la afectividad). Es el tipo más difícil de diagnosticar, ya que se cree que los síntomas son rasgos propios de la personalidad del paciente y no se asocian con una enfermedad mental. Es evidente cuando la persona comienza a ser disfuncional.

Tipo 4: Está asociado a lo que se conoce clínicamente como manía farmacógena. Esto se traduce en pacientes que solamente experimentan la fase depresiva, pero que con el consumo de fármacos (antidepresivos, esteroides anabolizantes, anorexígenos o pastillas para quitar el apetito) se “disparan” hacia la fase maníaca.

Tipo 5: Son pacientes depresivos que tienen familiares directos que padecen del trastorno bipolar (padres, hermanos o hijos). Son llamados también bipolares en potencia.

Tipo 6: El individuo experimenta únicamente la fase maníaca. A esta tipología se le conoce, igualmente, como la manía recurrente.

Los tratamientos farmacológicos
En líneas generales, los medicamentos empleados para contrarrestar la enfermedad se denominan estabilizadores del ánimo o del humor. Su prescripción variará de acuerdo a cada caso. Los especialistas explican el funcionamiento de cada fármaco:

a) El carbonato de litio. Por accidente se descubrió que esta sal tiene un efecto estabilizador del ánimo. Conforma el estándar de oro para tratar la enfermedad.
b) Los anticonvulsivantes. Son medicamentos que se emplean, también, en el tratamiento de la epilepsia o la migraña y generan un efecto antimaníaco y estabilizador del humor.
c) Los antipsicóticos de nueva generación. Tienen un gran potencial para revertir y prevenir episodios maníacos. Deben su nombre al hecho de que sustituyen a los antipsicóticos empleados anteriormente, los cuales, según se ha registrado, tenían fuertes efectos secundarios en los pacientes.
Cuando un paciente vive una crisis muy fuerte y es hospitalizado, si no hay respuesta a los fármacos, ocasionalmente recibe la terapia electroconvulsiva. León puntualiza que este procedimiento solamente se justifica ante la presencia de una compulsión suicida severa.

Medidas no farmacológicas

La psicoterapia es fundamental para los pacientes con trastorno bipolar (inicialmente, como mínimo, una vez a la semana). La misma debe estar a cargo de un psiquiatra o de un psicólogo clínico que trabaje en equipo con el primero.
El doctor León destaca, también, la importancia del psicoanálisis. “Lo más trascendente es la palabra, el discurso, el habla del paciente y, en consecuencia, la escucha atenta, calmada y cálida del psiquiatra”.
Mantener una dieta balanceada rica en proteínas. El aumento o disminución brusco de peso hace que el paciente “suiche” hacia alguno de los dos episodios.
No se ha determinado el porqué, pero está comprobado que el ejercicio físico practicado en horas de la mañana ayuda a estabilizar significativamente a los pacientes. Tal actividad puede consistir en una caminata de 30 a 40 minutos, trote y ejercicios aeróbicos. El hallazgo se le atribuye a la psicóloga estadounidense Ellen Frank.
Bajo ninguna circunstancia se debe abandonar o cambiar el tratamiento sin consultar al médico psiquiatra tratante.
Se debe evitar, a toda costa, el trasnocho, el cual, al igual que el consumo de drogas o alcohol, es “disparador” del trastorno.



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