jueves, 12 de marzo de 2009

Da y tendrás en abundancia

Existió hace muchos años un conde que poseía una gran comarca, un lujoso castillo y una numerosa familia. Dentro de sus posesiones más preciadas tenia un barril de vino que, según decían, era el mejor vino que jamás se había elaborado. Llego el día en que le fueron a pedir la mano de su única hija, y pensó que seria una magnifica ocasión para ofrecer el vino a sus futuros consuegros, pero recapacitó, y decidió mejor degustarlo el día de la boda. Llegó la esperada fecha y la fiesta fue grandiosa. Ordenaría pues, como sorpresa para los invitados, que sirvieran su mejor vino, sin embargo, pensó: ‘Todos están ebrios y no sabrán apreciarlo’; entonces decidió esperar una mejor ocasión para disfrutarlo. Un día llego de visita un cardenal y él, como hombre profundamente creyente, le ofreció alojamiento, y así, durante una semana, lo tuvo como un huésped distinguido. Para la cena de despedida se le ocurrió que sería una autentica cortesía ofrecerle su mejor vino. Pero pensó que los sacerdotes beben vino y seguramente no iba a valorarlo en su justa dimensión.

No mucho tiempo después, sucedió algo inusitado: el rey y su corte se detuvieron a descansar momentáneamente en su castillo; se sintió profundamente honrado, por lo que mando a preparar una comida suculenta. Al finalizar el banquete pensó ofrecer su vino al rey, pero juzgo que para él no sería ninguna sorpresa pues estaba acostumbrado a tomar los mejores vinos y decidió guardarlo para una mejor ocasión. Ya anciano, un día, el conde amaneció muerto, se celebró su funeral e invitaron a todos los habitantes del condado. Para agradecer a los dolientes, se le ocurrió al hijo ofrecer un poco de vino; bajo a la bodega y al observar el viejo barril, pensó que seguramente su padre nunca lo había ofrecido por ser demasiado corriente, y sin dudarlo ordenó que se sirviera hasta la ultima gota.

A muchas personas les puede pasar lo mismo que al conde, que, en lugar de compartir su mejor vino con los demás, dejándose llevar por un impulso del corazón, prefieran guardarlo para una mejor ocasión; corriendo el riesgo así de perderlo o dejar de disfrutarlo. ¡La generosidad es la más profunda manifestación del espíritu humano!.

La generosidad brota de nuestra infinita capacidad de amar, es el resultado inmediato de poner el amor en acción. En la medida en que superamos el miedo a perder y los prejuicios que acompañan al egoísmo, podemos ser más libres de compartir con otros la abundancia de nuestra vida, para seguir disfrutando de ella.

Hay momentos en los que pensamos, que no tenemos recursos económicos suficientes como para compartir con otros. Pero en realidad el dar, va mas allá, implica abrir las arcas de nuestra vida para compartir, amistad, alegría, entusiasmo, buenos sentimientos, pensamientos optimistas, frases de reconocimiento, gestos, actos bondadosos y detalles sencillos pero importantes, porque ayudan a otras personas a mejorar su calidad de vida o a superar un momento de dificultad y limitación. Los vínculos de familia y amistad, se fortalecen a través de los pequeños o grandes actos de generosidad, a través de los cuales brindamos a otros lo mejor de nosotros, motivados por el deseo de hacerlos sentir queridos y apreciados.

Decidamos extender este halo de amor incondicional, para incluir dentro de el, a personas desconocidas y a los que puedan necesitar de nosotros en un momento dado. Hacerlo sin esperar nada a cambio, puede darnos la oportunidad maravillosa de experimentar una sensación calidad y placentera, que nos haga sentir plenos y reconfortados internamente.

Siempre recordaremos con gratitud a esa persona que compartió con nosotros de manera especial, que nos brindo su apoyo a través de la generosidad sin esperar nada a cambio. Con nuestra actuación, podemos dejar una estela positiva en el mundo a nuestro paso por la vida, y no para que nos recuerden en lo personal, sino para afianzar la confianza en el ser humano y en su gran capacidad de dar.

Da lo que esperas recibir de otros. Aun cuando los demás no te retribuyan, el universo se encargara de que recibas multiplicado lo que entregas desinteresadamente.

Anímate a compartir. Especialmente si creciste con ideas de no hacerlo por temor a perder lo que tienes. Cuando compartimos somos mas libres y podemos disfrutar del placer, la alegría y la gratitud que experimentan los demás.

Colócate en el lugar del otro. De vez en cuando hay que observar a las personas a nuestro alrededor, para descubrir muchas maneras de suavizar sus vidas a través de un gesto, una palabra o un detalle, impulsado por la generosidad. Es generoso quien perdona las ofensas, quien sacrifica su comodidad en aras de la solidaridad. Solo con la generosidad es posible situarnos por encima de nuestros intereses personales y hacer lo que este a nuestro alcance para que todos tengamos las mismas oportunidades y el mundo sea un lugar más justo.




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