El marido: “¿Sabes, querida? Voy a trabajar muy duro y algún día seremos ricos”. La esposa: “Ya somos ricos, querido. Nos tenemos el uno al otro. Tal vez algún día también tengamos dinero”.
Muchas personas viven la vida superficialmente, imaginando que conseguir ciertas metas materiales las llevarán a experimentar la felicidad, la paz y la libertad verdaderas. Pasan la mayor parte de su tiempo pensando en el futuro y en las estrategias que las llevarán a conseguir sus tan anheladas metas. La ambición de tener un estatus de vida mejor hará que las personas sacrifiquen sin ninguna conciencia del costo final, sus afectos, sus sueños, su bienestar y hasta la posibilidad de conseguir la verdadera realización personal.
Lamentablemente, en la mayoría de los casos, es tarde ya, cuando descubren que la mayor parte de la existencia se pasó sin que se dieran cuenta de ello, y tratan de rehacer su vida y aprovechar el tiempo que les queda, teniendo que enfrentar sus propios miedos, sus prejuicios y los pensamientos negativos que les recuerdan todo el tiempo que ya están viejos, que no tienen la energía o los recursos necesarios para empezar de nuevo.
No son las cosas de afuera las que pueden en verdad llenar nuestros vacíos existenciales, pero aún así nos empeñamos en obtenerlas como si de esto dependiera ganar el permiso necesario para ir entonces por nuestros verdaderos sueños y nuestra felicidad. Bien vale la pena detenernos por un momento para reflexionar acerca de lo que estamos persiguiendo, para preguntarnos si realmente el conseguirlo hará que podamos sentirnos llenos y satisfechos al final del recorrido.
Dejemos de vivir hacia fuera y vayamos al encuentro y al rescate de los valores esenciales y maravillosos que tiene la vida. Encontremos el significado y el valor de los aspectos cotidianos, disfrutemos del encuentro y del intercambio con los demás, experimentemos el placer de tener el cariño, el afecto, el apoyo y la compañía de personas especiales.
Evitemos el contacto con las fuentes de ideas o emociones negativas, vivamos en el espacio de la sorpresa, la espontaneidad y la gratitud hacia cada pequeño o gran regalo que recibamos. Aprendamos a transformar el aspecto negativo de nuestra personalidad, cambiando los pensamientos y las creencias pesimistas que refuerzan nuestro temores y limitaciones, por otros llenos de optimismo, valor, pasión y fortaleza. Simplifiquemos nuestro estilo de vida, preguntándonos si en realidad necesitamos todas esa cosas que con tanto ahínco buscamos y que son, en gran parte, el motivo de nuestra infelicidad.
Mantengamos una actitud positiva, entusiasta, alegre y divertida, de manera que todo lo que salga de nosotros, incluyendo nuestros comentarios, gestos y acciones lleven siempre la intención de aportar, solucionar, construir, conciliar y sembrar esperanza en los demás. Dejemos de ser tan complicados y exigentes; decidamos bajar un poco la guardia, especialmente en presencia de nuestros familiares y amigos; aceptemos el temor como parte del proceso de vivir y alcanzar nuestros sueños, aprendamos a verlo como un aliado para que no nos cohíba sino que nos prevenga si fuese necesario.
Tengamos presente, en todo momento, el elemento sagrado dentro y fuera de nosotros, conectándonos a la presencia de la Divinidad, en los momentos difíciles para sentir apoyo y guía y en los gratos para reconocer y reafirmar su presencia en nuestras vidas.
Tomemos la decisión valiente de vivir profunda y sencillamente cada día, como si fuese el mayor y el mejor de los regalos que recibimos, una oportunidad más para reconciliarnos con nosotros mismos, con los demás y con la vida. No permitamos que el miedo, los prejuicios, los comentarios negativos de los demás, la ambición desmedida o una baja estima nos saboteen la posibilidad de vivir una vida plena y llena de luz, color, alegría y paz interior. ¡Deja de buscar afuera y descúbrelo en tu interior!
l Revisa la lista de tus necesidades y pregúntate si puedes vivir sin alguna de ellas
l Haz una lista con todas tus metas y mira cuántas de ellas son materiales
l Simplifica tu rutina diaria y guarda tiempo para dedicarlo a compartir con tus seres queridos o para hacer alguna actividad para ti relajante
l Camina descalzo y siéntate un rato al aire libre, respira y conéctate con la naturaleza para bajar tu velocidad
l En lugar de fijarte en la diferencias, encuentra y resalta las semejanzas en el contacto con los demás
l Disfruta de estar en casa y vence el deseo compulsivo de adquirir cosas para llenar tus vacíos
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