“Mientras oraba antes de acostarse, un niño pidió con devoción:
Señor, hoy te pido algo especial: conviérteme en un televisor. Quisiera vivir lo que vive la tele de mi casa. Es decir, tener un cuarto especial para mí y reunir a todos los miembros de la familia a mi alrededor. Quisiera ser tomado en serio cuando hablo, convertirme en el centro de atención y ser aquel al que todos quieren escuchar sin interrumpirlo ni cuestionarlo. Quisiera sentir el cuidado especial que recibe la tele cuando algo no funciona y tener la compañía de mi papá cuando llega a casa, aunque esté cansado del trabajo. Y que mi mamá me busque cuando esté sola y aburrida, en lugar de ignorarme. Y que mis hermanos se peleen por estar conmigo. Que pueda divertirlos a todos, aunque a veces no les diga nada. Quisiera vivir la sensación de que lo dejen todo por pasar un momento a mi lado.
Señor, no te pido mucho. Sólo vivir lo que vive cualquier televisor”.
Tener un momento de calidad significa que estamos presentes en el ahora, que atendemos con todos nuestros sentidos a la persona con la que conversamos, mostrando que tenemos la mejor disposición para compartir con ella, y que estamos dispuestos a escucharla con atención y a participar en alguna actividad juntos. ¿Hace cuánto tiempo no le lees un cuento a tu hijo antes de dormir; no asistes a un acto en su colegio; no lo acompañas y le haces barra en el partido de su equipo; o no compartes alguna actividad divertida con él sin lamentarte o volverte exigente hacia su comportamiento? Detener tu actividad personal, para compartir un momento de calidad con ellos, es una forma directa de expresarles tu amor.
¡Es importante recordar que el mejor legado que unos padres le pueden dejar a sus hijos es el recuerdo de unos padres felices y amorosos!
Es tiempo de recobrar el sentido de prioridad en tu vida cotidiana, para dedicarle menos tiempo a las cosas superficiales y un poco más a las esenciales, pues compartir e intercambiar buenos sentimientos llena nuestros vacíos existenciales y alimenta y fortalece el espíritu.
Puedes participar activamente en la recuperación del bienestar y la armonía de tu hogar:
Da un buen ejemplo. Este ocupa un lugar muy importante en el proceso de educar a nuestros hijos. Ellos copiaran lo que hacemos, nuestras reacciones, actitudes, también nuestros valores y forma de afrontar la vida... Así que la mejor manera de lograr que ellos sean mejores que nosotros y que tengan una vida más fácil que la nuestra consiste en trabajar ahora para transformarnos y ser mejores personas en toda situación y momento. ¡Todo lo que quieras transmitirles y dejarles como legado, vívelo y refléjalo en tu vida cotidiana!
Evita afectar a tus hijos. Cuando te dejas llevar por el estrés y la tensión que te generan los problemas en el trabajo, las posibles diferencias con tu pareja, las limitaciones económicas o tus temores personales, terminas perdiendo la paciencia y convirtiéndote en una persona agresiva. Haz lo posible por aprender a canalizar esas emociones negativas, de manera que al momento de llegar a casa o tener el contacto con ellos te sientas dispuesto la mayor parte del tiempo a intercambiar cariño, diversión y conocimiento.
No los sobreprotejas. Quererlos no significa que debas proteger a tus hijos de la realidad, metiéndolos en una burbuja donde no se enteren de ella, pues esto los haría frágiles y vulnerables en el tiempo. Conversa con ellos acerca de la situación y las condiciones que envuelven nuestras vidas en este momento, de la importancia que tiene el que aprendan a protegerse a sí mismos y que puedan desarrollar la responsabilidad y el sentido común que les permita actuar de la mejor manera en todo momento. La comunicación con ellos hará que se vuelvan más maduros y más preparados para afrontar la vida.
Señor, hoy te pido algo especial: conviérteme en un televisor. Quisiera vivir lo que vive la tele de mi casa. Es decir, tener un cuarto especial para mí y reunir a todos los miembros de la familia a mi alrededor. Quisiera ser tomado en serio cuando hablo, convertirme en el centro de atención y ser aquel al que todos quieren escuchar sin interrumpirlo ni cuestionarlo. Quisiera sentir el cuidado especial que recibe la tele cuando algo no funciona y tener la compañía de mi papá cuando llega a casa, aunque esté cansado del trabajo. Y que mi mamá me busque cuando esté sola y aburrida, en lugar de ignorarme. Y que mis hermanos se peleen por estar conmigo. Que pueda divertirlos a todos, aunque a veces no les diga nada. Quisiera vivir la sensación de que lo dejen todo por pasar un momento a mi lado.
Señor, no te pido mucho. Sólo vivir lo que vive cualquier televisor”.
Tener un momento de calidad significa que estamos presentes en el ahora, que atendemos con todos nuestros sentidos a la persona con la que conversamos, mostrando que tenemos la mejor disposición para compartir con ella, y que estamos dispuestos a escucharla con atención y a participar en alguna actividad juntos. ¿Hace cuánto tiempo no le lees un cuento a tu hijo antes de dormir; no asistes a un acto en su colegio; no lo acompañas y le haces barra en el partido de su equipo; o no compartes alguna actividad divertida con él sin lamentarte o volverte exigente hacia su comportamiento? Detener tu actividad personal, para compartir un momento de calidad con ellos, es una forma directa de expresarles tu amor.
¡Es importante recordar que el mejor legado que unos padres le pueden dejar a sus hijos es el recuerdo de unos padres felices y amorosos!
Es tiempo de recobrar el sentido de prioridad en tu vida cotidiana, para dedicarle menos tiempo a las cosas superficiales y un poco más a las esenciales, pues compartir e intercambiar buenos sentimientos llena nuestros vacíos existenciales y alimenta y fortalece el espíritu.
Puedes participar activamente en la recuperación del bienestar y la armonía de tu hogar:
Da un buen ejemplo. Este ocupa un lugar muy importante en el proceso de educar a nuestros hijos. Ellos copiaran lo que hacemos, nuestras reacciones, actitudes, también nuestros valores y forma de afrontar la vida... Así que la mejor manera de lograr que ellos sean mejores que nosotros y que tengan una vida más fácil que la nuestra consiste en trabajar ahora para transformarnos y ser mejores personas en toda situación y momento. ¡Todo lo que quieras transmitirles y dejarles como legado, vívelo y refléjalo en tu vida cotidiana!
Evita afectar a tus hijos. Cuando te dejas llevar por el estrés y la tensión que te generan los problemas en el trabajo, las posibles diferencias con tu pareja, las limitaciones económicas o tus temores personales, terminas perdiendo la paciencia y convirtiéndote en una persona agresiva. Haz lo posible por aprender a canalizar esas emociones negativas, de manera que al momento de llegar a casa o tener el contacto con ellos te sientas dispuesto la mayor parte del tiempo a intercambiar cariño, diversión y conocimiento.
No los sobreprotejas. Quererlos no significa que debas proteger a tus hijos de la realidad, metiéndolos en una burbuja donde no se enteren de ella, pues esto los haría frágiles y vulnerables en el tiempo. Conversa con ellos acerca de la situación y las condiciones que envuelven nuestras vidas en este momento, de la importancia que tiene el que aprendan a protegerse a sí mismos y que puedan desarrollar la responsabilidad y el sentido común que les permita actuar de la mejor manera en todo momento. La comunicación con ellos hará que se vuelvan más maduros y más preparados para afrontar la vida.
Cada día tenemos la oportunidad de detenernos para reflexionar acerca de como estamos viviendo. Hacerlo con el corazón y la mente abierta, es decir, sin juzgarnos o calificar nuestra actuación y tomando en cuenta las observaciones de nuestra pareja o las de un buen amigo, hará que podamos corregir nuestros errores, reforzar nuestros aciertos y enderezar el rumbo del resto de nuestros días. ¡Es la presencia del amor lo que dará un profundo significado a cada pequeño o gran esfuerzo que hagamos para recuperar y mantener en nuestra familia, esa sensación cálida, segura y agradable que la convierta en nuestro hogar!
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