viernes, 13 de marzo de 2009

Antiedad


Luchar contra el envejecimiento es imposible. Prevenirlo con una alimentación balanceada y cosmética de vanguardia es una realidad factible. Los antioxidantes son los aliados para lograr la tan anhelada fórmula de la eterna juventud.

Una mañana cualquiera, frente al espejo, nota que aquel hermoso semblante que caracteriza una piel sana y joven ha desaparecido. Toca su piel y siente que no rebota, le da la impresión de que, de alguna manera, se ha desinflado. Para colmo, la textura de su superficie no es suavecita, sino un poco más áspera; las finas líneas alrededor de los ojos y los poros son más evidentes; su rostro ya no brilla como antes. ¿Qué está pasando? Nada malo, sólo que está envejeciendo, una fase normal en el desarrollo de todos los seres humanos y de la cual nadie se libra. Pero se pregunta: ¿por qué sucede si aún soy tan joven? Hay una razón. Al exponer la piel a los rayos ultravioletas, a la contaminación, a los cambios bruscos de clima, unidos al estrés, el tabaco y el alcohol, más una alimentación inadecuada, se generan moléculas inestables que atacan las células del organismo, conocidas como radicales libres. Como resultado, la piel envejece más de prisa, pierde elasticidad y color, se ve fatigada, marchita, desvitalizada; las finas líneas de expresión se marcan mucho más o se notan arrugas que no se esperaban; los cabellos y las uñas se debilitan. Comienza un envejecimiento prematuro.

El culpable

Los radicales libres son átomos o moléculas que no sólo vienen del exterior. Se producen en el organismo constantemente, por procesos internos normales como la respiración y la digestión, o por estar expuestos a toxinas y una mala alimentación.
Estas sustancias no es que no sean buenas, son necesarias porque, por ejemplo, el cuerpo las fabrica, en cantidades moderadas, para luchar contra bacterias y virus. Luego son degradadas y neutralizadas por las enzimas antioxidantes naturales de cada célula. El equilibro enzimático garantiza que esto funcione. El problema surge cuando se produce un exceso de radicales libres y las enzimas que los combaten son escasas o no tienen una reserva de energía suficiente para eliminarlos. La acción neutralizadora no se realiza como debe ser y comienza una reacción en cadena que daña células sanas oxidando grasas, proteínas, carbohidratos, perforando membranas e, incluso, alterando el código genético (ADN) hasta que esas células afectadas dejan de funcionar o mueren. Es lo que se conoce como “estrés oxidativo”.

Cuando las células son atacadas de forma tan virulenta por estos átomos tóxicos suceden muchos males en el organismo. Recientes estudios científicos revelan que enfermedades degenerativas como el mal de Parkinson, el Alzheimer, la ateroesclerosis, cataratas, pueden tener su origen en el exceso de radicales libres. Además del envejecimiento prematuro que, como ya se dijo, acelera la aparición de arrugas y desvitaliza la piel.

¿Hay una solución? Afortunadamente, sí. Aun cuando el organismo se encarga de producir sus propios antioxidantes para neutralizar la acción de los radicales libres, estos a veces resultan insuficientes. Se requiere entonces de una adecuada protección antioxidante.

Los antioxidantes son sustancias que, además de bloquear el efecto perjudicial de los enemigos en cuestión, ayudan a retrasar el proceso de envejecimiento y evitan la oxidación de las células. Los nutrientes antioxidantes por excelencia son las vitaminas, los oligoelementos y los compuestos vegetales, lo que explica por qué incluir frutas, legumbres, verduras y hortalizas, carnes rojas y blancas, cereales integrales y lácteos en la dieta diaria es tan beneficioso.

Poder energético
Con todo y que las vitaminas son indispensables para la salud, estas sustancias químicas no son sintetizables por el organismo, sino que están presentes en pequeñas cantidades en los alimentos. La lista es muy amplia, pero vamos a considerar un trío de ases antioxidantes vitamínicos de gran acción.

La vitamina A es liposoluble (soluble en grasa), tiene acción esencial en la renovación de la piel y de las mucosas. Está presente sólo en los alimentos de origen animal, como hígado, grasas lácteas (nata y mantequilla), yema de huevo y lácteos completos. La pro-vitamina A o betacaroteno se transforma en vitamina A en el organismo conforme éste lo necesita. Abunda en verduras de hojas verdes y en las de coloración roja, anaranjada o amarillenta como brócoli, espinacas, lechuga, zanahoria, auyama, ají, y en ciertas frutas como albaricoques, cerezas, mango, mamón, melón, melocotón, durazno.

La vitamina C o ácido ascórbico es hidrosoluble (se disuelve en el agua), interviene en la formación de colágeno, contribuye en la absorción de hierro a nivel digestivo y participa en la producción de diversos tejidos de sostén en los dientes, huesos y vasos sanguíneos. Las fuentes naturales son los cítricos: limón, naranja, fresa, kiwi, melón, y vegetales como pimiento verde, papas, coliflor, tomates, nabo.

La vitamina E también es liposoluble y se le conoce como tocoferol. Protege a las membranas y otras estructuras celulares de la acción de sustancias tóxicas, además, retarda el envejecimiento. Se encuentra en aceites vegetales: linaza, maíz, girasol, y en alimentos como la soja, la yema de huevo, cereales de grano entero, frutos secos como nueces y almendras, y vegetales de hojas verdes.

El trío de ases antioxidante de los minerales lo conforman el selenio, el zinc y el magnesio. El selenio, junto con la vitamina E, ayuda a combatir los radicales libres, fortalece el sistema inmunológico, y además mantiene en buen estado las funciones hepáticas, cardíacas y reproductoras. Las fuentes más ricas son el ajo, la cebolla, carnes, pescados, aves, cereales integrales y productos lácteos. El zinc refuerza el sistema inmunitario y ayuda a mantener la elasticidad de la piel. Las principales fuentes son las carnes magras, las partes más oscuras del pollo, moluscos, cereales integrales y frutos secos.

El magnesio ayuda a combatir los síntomas que provocan las situaciones de estrés y fatiga que afectan el equilibrio de la piel. Se obtiene de los frutos secos, cereales y legumbres.

La Coenzima Q10 es mucho más que un antioxidante. Es pieza clave del metabolismo celular, colabora en el proceso de generación de energía celular, mejora la circulación y ayuda a proteger el sistema cardiovascular. Carne, vísceras, pescado y cacao la tienen.

Además de las vitaminas existen otros antioxidantes, los flavonoides, compuestos polifenoles cuyo poder es el doble que el de la vitamina E y cinco veces más que el de la C. Destacan aquí las infusiones de té, (verde, blanco y rojo) y el vino. Tomarse una copita le hace bien, pero el exceso causa el efecto contrario.

Elixir de belleza
Las firmas de belleza, conscientes del alto poder antioxidante que contienen las vitaminas y minerales para frenar la acción de los radicales libres, han participado en numerosas investigaciones con la finalidad de aprovechar los beneficios que estos aportan para convertirlos en principios activos realmente efectivos.

Los tratamientos antiedad constituyen una eficaz opción con la que se consigue retrasar los signos de envejecimiento, además de fortalecer y revitalizar la piel. Por ejemplo, la vitamina A en forma de ácido (ácido retinoico) o alcohol (retinol) se considera el mejor remedio para las arrugas, ya que no sólo revierte el fotoenvejecimiento, sino que también lo previene. La vitamina E está considerada como la súper vitamina antienvejecimiento, además de tener propiedades altamente hidratantes. La vitamina C es la más consentida, es la de la “buena cara” y la vitalidad. Estimula la síntesis de colágeno, para potenciar la firmeza cutánea, mejora y corrige el aspecto de la piel, unifica el tono y le aporta luz. Algunas incluyen otros poderosos antioxidantes como el resveretrol con probadas habilidades para neutralizar radicales libres al igual que el extracto de romero, el extracto de semilla de uva y el extracto de salvado de arroz.

La lucha contra el envejecimiento cuenta, entonces, con estos soldados antioxidantes que conforman un poderoso ejército para combatir la acción nociva de los radicales libres. La clave está en cambiar ciertos hábitos como mejorar la alimentación, ser disciplinadas con el cuidado de la piel, evitar el sol en exceso, disminuir el consumo de alcohol, dejar de fumar y disfrutar la vida con su mejor sonrisa.

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