Comer de manera exagerada, abstenerse de hacerlo, o sencillamente expulsar lo que se ingiere, es abordado desde los fundamentos de la organización Comedores Compulsivos Anónimos como una enfermedad sin cura pero con maneras de sobrellevarla. Voces de la CCA, capítulo de Venezuela, hablan sobre cómo lograrlo, basados en su experiencia, que no necesariamente tiene que ser la de todos. María Elisa Espinosa
Delia no se llama Delia, aunque desde ese nombre, y sin apellidos, cuenta una historia que le pertenece y no tiene problema en compartir con aquellos que pudieran estar pasando —o han pasado— por lo mismo que ella:
Se declaró hace varios años “comedora compulsiva”, y de seguidas decidió asumirse como “una persona que definitivamente sufre una enfermedad”. Decisión nada fácil, tanto para ella como para todos quienes se han atrevido a dar este primer paso de los 12 contemplados por la organización Comedores Compulsivos Anónimos para lograr una recuperación en su relación obsesiva con la comida.
Comer compulsivamente es una enfermedad adictiva e, incluso, hay documentación donde instituciones médicas de Estados Unidos la tienen calificada como un tipo de adicción cuyos síntomas son variados”, comienza por esgrimir esta profesional, madre de tres niñas, felizmente casada, quien, sin embargo, ha llegado a sentirse en ocasiones una persona miserable. Y todo ello por la manera como solía y, aún a veces, suele comer en este tránsito hacia su recuperación. Una manera que no es normal, tanto en aquellos momentos en que lo ha hecho con desafuero, como cuando bajo el régimen de alguna dieta de las tantas que ha probado, se abstiene de alimentarse.
Para más detalles, Delia cuenta que ha llegado a estar recluida en un psiquiátrico a causa de todo esto. E igualmente estuvo a punto de ingresar a un quirófano buscando allí una solución física a su problema con la comida: “Llegué a pesar 110 kilos, me faltaba engordar unos kilitos más para tener el peso mínimo requerido para que me hicieran una gastroplastia. El médico, de hecho, me explicó todo: ‘Tu vida va a cambiar así y asao, porque vas a tener que tomarte tales y cuales cosas…’. Cuando oí eso, me asusté y me dije: No, eso no lo quiero”. Y por no quererlo, buscó otras opciones hasta dar con CCA, tal como se abrevia en castellano la organización internacional Overeaters Anonimous, cuyo capítulo venezolano tiene funcionando 14 años, más allá de que suene como algo nuevo para muchos.
Un proceso permanente
Tal como lo explican sus miembros, y tal como se hace evidente en su denominación, para Comedores Compulsivos Anónimos el anonimato de cada quien es sustancial. Y tienen sus razones para no hablar en nombre propio: “Somos eminentemente un grupo de apoyo y le abrimos las puertas a cualquier persona que sufra esta enfermedad, incluso personas públicas. Por eso garantizamos que todo lo que se dice en nuestras reuniones se queda entre nosotros”.
Aunque esto no significa que se avergüencen de estar allí. Más bien, tras identificarse con el programa, la mayoría de sus miembros aseguran sentirse orgullosos de estar dando la cara a un asunto que los ha agobiado, en buena parte de los casos, desde la juventud. Y lo hacen aceptándose como quienes tienen un serio problema al comer más allá del exceso; al vomitar lo que comen o laxarse (bulimia); o al abstenerse radicalmente de comer cualquier cosa (anorexia); logrando luego de esto superar el primer peldaño en el camino hacia el conocimiento profundo de ellos mismos, y gracias a eso: transitar hacia la recuperación.
“Es decir, vamos a la causa del problema, al trasfondo emocional, y lo hacemos en medio de un clima de afecto, de apoyo entre todos los que estamos aquí”, sigue aclarando Delia, sin dejar de advertir también que tanto su experiencia como la del resto de los comedores compulsivos “es un proceso de aprendizaje permanente”.
Todo lo cual quiere decir que CCA se maneja con las mismas bases de la organización Alcohólicos Anónimos. De hecho, buena parte de su literatura resulta una versión de la desarrollada por la AA a lo largo de más de 60 años. De esa misma filosofía se desprenden los 12 pasos, las 12 tradiciones y los ocho instrumentos que sirven para la recuperación de quienes comen de manera compulsiva.
Apoyados en estos principios, y bajo la idea de “vivir un día a la vez”, los miembros de CCA (una organización que se maneja de manera totalmente horizontal; es decir, nadie está por encima de nadie, ni siquiera aquellos que entran a las filas de los recuperados), advierten que el programa no consiste en un plan de dieta, ni ejercicios, ni básculas, y mucho menos de pastillitas mágicas.
En realidad, poco les preocupa el tema del peso de quien asista, ni de cómo lucen hoy o cómo lucirán en unos años. Según señala su bibliografía, lo que los mueve es “un sentido de hermandad y el poder curativo del amor (un poder superior que cada quien llamará como desee) para abordar el problema de comer compulsivamente”.
Esto lo canalizan a través de reuniones (encuentros entre dos o más personas para compartir sus testimonios de vida y reflexiones sobre su relación con la comida), así como gracias a otras siete herramientas: el plan de comida (ninguno en particular, aunque la sugerencia es que se consulte a un especialista en nutrición para alimentarse sanamente); el apadrinamiento (por parte de algún miembro en proceso de recuperación); el teléfono (para establecer contacto en momentos de altibajos, o para extender la mano a otros); escribir (una especie de diario sobre cómo se van llevando los pasos a la recuperación, etcétera); la literatura (tanto la de CCA, como el Libro Azul de Alcohólicos Anónimos, en la cual se explica la naturaleza de ambas adicciones); el servicio (como llevar el mensaje de recuperación a otros, o apoyando en la logística del programa, etcétera); y el anonimato (para resguardar a todos sus miembros).
Recuperación a tres niveles
En CCA no se paga ninguna cuota por asistir ni se cobran honorarios; la organización se mantiene con la contribución de sus miembros. Tampoco está afiliada a ninguna institución privada o pública, movimiento ideológico, político o religioso. El único requisito para hacerse miembro es el deseo de parar de comer compulsivamente, aunque —se adelanta a aclarar Delia— “el proceso de cada quien que entra al programa puede ser muy distinto, y en ningún caso se coacciona a la persona para que se declare enfermo”.
No obstante, según también detalla esta integrante y gran colaboradora de CCA en Caracas, “para todos nosotros rige el concepto de que comer de forma compulsiva es una enfermedad que se manifiesta en varios aspectos del ser: en lo físico (muchos tienen problemas de obesidad, o bulimia o anorexia...); en lo emocional (nuestras emociones nos pueden llevar a buscar alivio en la comida); y en lo espiritual (para muchas personas la frustración es una manifestación de desesperanza, de falta de fe en la vida)”.
“Con base en todo esto es que se enfrenta el problema; es decir, es algo integral”, le completa entonces Sofía, otra asistente de los grupos de Comedores Compulsivos Anónimos en la capital, quien brega hoy por superar el primer paso de los que conforman la lista de 12 a través de los cuales confía llegar a una relación más sana con la comida.
Desde allí, desde “el miedo que me lleva aceptarme como una persona enferma para toda la vida” (fundamento, a todas estas, que ponen en duda algunos terapeutas que también se ocupan del problema de las adicciones), Sofía ofrece su experiencia de varios meses en el programa: “Asusta cuando comienzas a trabajar los pasos y de alguna manera tienes que enfrentarte contigo mismo y preguntarte: ¿Por qué yo soy un comedor compulsivo? ¿Por qué actúo de esta forma?”. Todavía no lo sabe, pero asegura que lo está averiguando.
LOS SINTOMAS |
1. ¿Come cuando no tiene hambre? Si contestó “Sí” a tres o más de estas preguntas es probable que usted tenga |
LOS PASOS |
1. Admitimos que éramos impotentes ante la comida, que nuestras vidas se habían vuelto ingobernables. |
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