“Un pobre campesino que regresaba del mercado a altas horas de la noche pasó junto al templo y al entrar descubrió que no llevaba consigo su libro de oraciones. Muy humilde y apesadumbrado pensó en pasar de largo, pues no sabía qué decir y no quería importunar a su Señor con palabras necias, pero al fin se decidió a entrar y pararse frente al altar para orar de la siguiente manera: “Señor, he salido de mi casa sin mi libro de oraciones, y como tengo muy poca memoria no sé recitar ni una sola oración, pero de todas maneras quise entrar únicamente para saludarte y para que supieras que te amo, y como no tengo las palabras para expresarlo adecuadamente se me ocurre que voy a recitar el alfabeto cinco veces muy despacito, con mucha devoción, y tú , que conoces todas las oraciones, puedes juntar las letras por mí y formar las oraciones adecuadas que soy incapaz de recordar…
Y el Señor dijo a sus ángeles: ‘De todas las oraciones que he escuchado hoy esta ha sido, sin duda alguna, la mejor porque ha brotado de un corazón sencillo y sincero’”.
Hace unos días la tragedia tocó a la puerta de unos vecinos. A mi esposo y a mí nos llamaron en la madrugada para avisarnos que su hija, de 14 años, tuvo un trágico accidente de tránsito. Y aunque los momentos fueron muy duros para sus padres puedo decir que siempre estuvieron acompañados y apoyados por sus más cercanos amigos. Una pareja estuvo todo el tiempo con ellos, otros fueron a su casa a encargarse de sus hijos pequeños y a contestar el teléfono, otros a recoger los familiares que llegaban al aeropuerto, uno se llevó el perro a su casa…
La mayoría de nosotros no sabe qué hacer en momentos difíciles, no tenemos ni idea de cómo comportarnos; a veces, inclusive, nos alejamos pensando que si actuamos equivocadamente nuestra torpeza puede traerles más dolor que consuelo.
Por eso quisiera compartir algunas cosas que aprendí con esta experiencia y que podríamos hacer para suavizar de alguna manera los momentos de dolor y angustia que viven algunas personas cercanas a nosotros.
Haz acto de presencia. Después que vi lo que hicieron los vecinos me di cuenta de que las personas que están pasando por estos momentos críticos necesitan de verdad la presencia y el apoyo de los demás. Es preferible hacer algo torpe que no hacer nada. Estar ahí, aunque sea silenciosamente, reconforta y les suaviza un poco la vida.
Erróneamente creemos que las personas que sufren necesitan que se les respete su soledad, pero es mejor estar ahí discretamente, con mucho respeto, pero atentos para dar una mirada de apoyo, un gesto de comprensión, o una palabra amable y oportuna.
No es necesario que los acompañes por mucho tiempo, ni que los agobies con palabras y atenciones, sólo es importante que estés un rato a su lado para que no se sientan solos.
Sé practico. A pesar de la situación la vida continúa. Trata de ver qué es necesario hacer y hazlo. Organiza a los amigos, siempre se necesita alguien que ayude a hacer los trámites en la clínica o en la funeraria, alguien que reciba a los parientes y amigos que acuden a la casa, alguien que llame a los familiares que están lejos, que se encargue de las mascotas, siempre hay algo por hacer.
Sé discreto. Es importante el tacto, sólo di palabras amables que en realidad son las más sencillas. Evita decir: “Sé como te sientes”. Este comentario es el más común y no hace ningún bien, pues la persona dolida puede pensar: “¿Cómo puedes saber cómo me siento si a ti no te está pasando?”. Tampoco trates de minimizar la situación diciendo cosas como: “Bueno, pudo ser más grave”.
Escribe una nota personal. Escribe tu propia nota por corta o sencilla que te parezca. Expresa con tus propias palabras tus sentimientos de apoyo y sin temor háblales de lo que esa persona significaba para ti, será agradable para ellos saber que dejó una huella positiva en ti.
Escucha. Tu presencia y tu disposición a escuchar son los dos regalos más valiosos que se pueden brindar. El estar dispuestos a escuchar suaviza la afectación y les permite empezar a recuperarse.
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