“Cada mañana en Africa una gacela se despierta: ella sabe que debe correr mucho más que el león si quiere sobrevivir en su territorio. Cada mañana se despierta un león: él sabe que debe ser más rápido para poder atrapar la gacela o se morirá de hambre”.
Si queremos que nuestros hijos sobrevivan, sin importar que sean león o gacela, tenemos que inculcarles desde pequeños que deben ser los mejores en su territorio.
Cuando era pequeña teníamos unos amigos de los cuales nos burlábamos debido a que sus padres les encomendaban tareas domésticas como regar el jardín, pintar la cerca, hacer mandados, arreglar su cama, recoger la mesa o ponerla…, mientras los demás jugaban y conversaban libres de cualquier responsabilidad.
Recuerdo que una de las mamás de nuestros amigos decía con cierta lástima que tantas responsabilidades y falta de tiempo libre les haría daño a esos niños.
Pero, para mi sorpresa, al reencontrarme con ellos, después de muchos años de no vernos , todos ellos (que eran cuatro hermanos) lucían mucho mejor que la mayoría de sus compañeros de infancia. Todos se veían contentos, los mayores tenían muy buenos trabajos, los menores estaban estudiando a punto de graduarse y se veían contentos con su vida. Hablé con algunos de ellos y me parecieron muy maduros y entusiastas, no se lamentaron de la situación o de la falta de oportunidades como lo hace la mayoría de la gente. Me parecieron estables y felices.
Se ha comprobado que los niños a los que se les asignan responsabilidades desde pequeños (de acuerdo con su edad y capacidad) y que además participan en las actividades del hogar cuando llegan a la etapa adulta, independientemente de su nivel de inteligencia o posición económica familiar, están más preparados para asumir la vida, cumplir con sus responsabilidades y disfrutar de una existencia más feliz, productiva y estable emocionalmente. Los pequeños que trabajan en su hogar o en su comunidad adquieren más capacidad, destreza y confianza en sí mismos, además de albergar un sentimiento especial al sentirse necesarios y útiles a su familia y a la sociedad. Ellos perciben que están contribuyendo y que son importantes para el grupo, lo que los hace aumentar su capacidad para afrontar y resolver con optimismo y confianza los problemas o situaciones que se presenten en su vida. Cuando hacemos todo por nuestros hijos evitando que asuman algunas responsabilidades, ya sea porque nos parece que están muy pequeños, o porque creemos que no sabrán como hacerlo, o simplemente pensamos que ellos no necesitan hacer trabajo alguno porque estamos aquí y tenemos los recursos para suavizarles la vida, el sentimiento de sobreprotección que acompaña nuestra actitud y comportamiento los convertirá en personas dependientes, en algunos casos incapaces, indolentes o inmunes a la satisfacción del logro o del trabajo bien hecho. Por eso es tan importante no maltratarlos ni hacer demasiado por ellos.
Herramientas
El mejor momento es ahora. Cualquier niño puede ayudar a su mamá, casi desde que aprende a caminar. Los niños pueden traer y llevar cosas, recoger sus juguetes y ropa, o retirar los platos de la mesa, sin llegar a exigirles demasiado, pues no debemos presionarlos con tareas más grandes de las que puedan realizar. Una responsabilidad debe ser un desafío posible para que al lograrlo produzca en el niño un sentimiento de realización y satisfacción.
Enseña con el ejemplo. El mejor método para enseñarle a realizar una tarea es la repetición. Muéstrale con un ejemplo como se hace, háganlo juntos, y luego permítele que lo haga solo. Siempre debes estar pendiente para apoyarlo, pero trata de no intervenir o criticarlo. Vence la tentación de rehacer las cosas que él ha hecho, aunque no estén perfectas, porque esto afectaría su seguridad y la confianza en su capacidad.
No los agobies. Inculcarles el amor por el trabajo es importante, pero agobiarlos con un exceso de deber puede hacerles mucho daño. Cuida que exista siempre un equilibrio entre el tiempo de cumplir con las responsabilidades y el tiempo de ocio, para el juego y el disfrute.
No les pagues con dinero. La mejor manera de pagar a un niño cualquier tarea bien realizada es el reconocimiento: una sonrisa, un abrazo o unas gracias son suficientes. Comentarle a alguien en voz alta (para que él oiga) lo orgullosa que estás de él puede ser una gran recompensa. Los niños no deben recibir dinero por hacer sus tareas cotidianas o por cumplir con sus responsabilidades, pues al niño que se le paga por bañar a su perro podrá exigir que le paguen también por recoger sus juguetes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario