viernes, 16 de mayo de 2008

La Tosty Arepa



“El suceso es facilitar lo que parece trivial”Hay inventos tan obvios, que nadie los contempla. Quizá por ello, a veces hace falta una mirada externa para notar esas ausencias. Eso le ocurrió a Fernando Rizkalla, brasileño nacido en Sao Paolo y encargado de la Presidencia de Oster de Venezuela desde 1989. Aquí notó que el insaciable consumo de arepas merecía facilidades. “En 1987, se comían 16 mil millones de arepas al año en Venezuela. Eso es, 1.2 arepas por persona al día”, recuerda Rizkalla con el persistente acento que delata su procedencia. “Una de las dificultades al prepararlas era que todas quedaran iguales. La otra, disminuir el tiempo de cocción que entonces eran 25 minutos”. Con esa tarea en agenda, se emprendió un viaje al centro de la tradición para determinar qué grosor, tiempo de cocción y forma exacta debería tener la arepa ideal. Empresas Polar, artífices de la Harina Pan, ayudaron en las pruebas, incluso con el aporte de los “catadores de arepas”. Por su parte, Rizkalla consiguió, en uno de sus viajes a Hong Kong, un aparato que ayudó en la inspiración. “Era un electrodoméstico para hacer pies, pero con forma redonda”. La Tosty Arepa mereció un año de pruebas en la planta de Oster en Barquisimeto, y el trabajo conjunto de Rizkalla, el ingeniero Oswaldo Garcés y quien en ese momento era encargada de mercadeo y ahora es esposa del inventor: Leticia Rizkalla. (Todo invento tiene consecuencias inesperadas). En el ínterin, muchos vieron con recelo el énfasis en el electrodoméstico. “Había mucho escepticismo. Todo el mundo pensaba que hacer arepas en un aparato eléctrico no tenía chiste. Pero igual pasó con la arrocera en China. Se lanzó y fue un éxito”. El electrodoméstico criollo, capaz de cocinar cuatro arepas en siete minutos, también probó su buen tino. “A los tres meses del lanzamiento habíamos vendido 80.000. Fue tal la demanda, que en un momento no teníamos producción suficiente. Ya vamos por la tercera generación, es nuestro segundo producto líder y llevamos un millón vendidas”, saca las cuentas Rizkalla. Al final, vale la pena su moraleja.

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