La mayoria de nosotros tiene un doble discurso, uno que mantenemos bien guardado dentro de nuestra mente y que nadie, a excepción de nosotros conoce y otro, muy distinto, que expresamos abiertamente a los demás. Hemos aprendido desde pequeños a guardar y a no mostrar nuestros verdaderos pensamientos y sentimientos, ya sea por conveniencia, miedo, vergüenza o falta de confianza o convicción.
A través de los años, he descubierto que estamos presos de todo lo que hemos guardado por tanto tiempo en nuestra cabeza y en el corazón. Lo más grave es que ya ni siquiera recordamos lo que pensamos o sentimos genuinamente desde hace tanto tiempo, que ahora todo se ha convertido en una gran confusión, en una energía acumulada, que fue torciendo y afectando nuestra manera de ser y la forma de interpretar la realidad.
Por esto es tan importante tomar en este momento                la decisión valiente de entrar a revisar y a inventariar                en el clóset o en el depósito donde tenemos guardados                nuestros recuerdos, para poder limpiar y liberarnos de toda esa                carga emocional y mental equivocada que hemos acumulado y arrastrado                por tanto tiempo.
              Cuántas veces estamos pensando mal de una persona y esta                aparece de forma inesperada, inmediatamente nos escuchamos decirle:                ¡Hola!, "qué gusto verte", "qué                bien estás", "la telepatía existe, justo                te iba a llamar en este momento", cuando en realidad estábamos                deseando que no se presentara. Otras veces, pensamos en algo que                quisiéramos hacer, y cuando otra persona nos pregunta, le                decimos algo totalmente diferente a lo que queremos, ya sea para                complacerlo, o porque consideramos que a pesar de ser nuestro deseo,                no es lo suficientemente importante para proponerlo. 
También nos sucede, cuando guardamos                sentimientos o pensamientos negativos o dolorosos acerca de una                persona con la que vivimos, y no nos atrevemos a enfrentarlo y expresarlos                abiertamente, por miedo a las consecuencias o las represalias. En                cualquiera de estos casos, las víctima más grandes                de ese comportamiento, somos nosotros mismos. Cada vez que nuestros                pensamientos, sentimientos, palabras y acciones van en direcciones                diferentes y contrarias, a lo que verdaderamente queremos y sentimos,                se produce un nudo dentro de nosotros haciendo que la energía                creadora pare de fluir, que se quede estancada dentro de nosotros,                produciendo un efecto negativo instantáneo que con el tiempo                va creando situaciones difíciles y enredadas, para que podamos                aprender a través de ellas la importancia de ser auténticos,                honestos y sinceros. ¡Déjate ser, déjate fluir!
              Además toda esa energía represada, internamente, termina                por afectarnos emocional y físicamente. ¡No vale la                pena guardar!; mucho menos postergar el momento en el que afrontaremos                la situación y diremos la verdad de lo que pensamos o sentimos.              
Somos absolutamente responsables de las palabras que usamos para expresarnos, de elegir el momento en que lo haremos y de usar el tono emocional más adecuado para no causar más confusión o malestar de los que ya experimentamos. Hay personas que se creen sinceras porque dicen lo que piensan sin detenerse a considerar a las demás personas, y generalmente causan mas daño que bien con sus comentarios. Si bien no podemos controlar o evitar las reacciones de los demás, sí podemos expresar nuestras inquietudes de la mejor manera, con valor, honestidad y responsabilidad.
Todos quisiéramos saber lo que realmente                están pensando o sintiendo las demás personas, en                especial nuestros seres queridos, para confiar en ellos y tener                relaciones más sanas y serenas. Pero, ¿estamos listos                para recibir su sinceridad?
              Alinear nuestros pensamientos, sentimientos, palabras, expresiones                y acciones hará que la energía creativa fluya a través                de nosotros para construir situaciones más sanas, que nos                permitan tener una vida plena.
DI LO QUE SIENTES. Tómate unos segundos para pensar en lo que vas a expresar, en cómo lo vas a hacer y a quién se lo vas a decir. Luego intenta hablar desde tu corazón y sin tener una doble intención. Elige el mejor momento para hablar acerca de lo que piensas o sientes.
ORDENA TUS IDEAS. Aclara tu intención, elige las palabras, despójate de toda emoción negativa. Habla siempre en primera persona y evita señalar o compararte con la otra persona. A veces es preferible decir que en ese momento no te sientes bien para hablar, y pedirle que más tarde se vuelvan a reunir para conversar y solucionar el desacuerdo.
ANTE LAS DUDAS HABLA y EXPRESATE. Simplemente respira profundo y di lo que sientes sin miedo. Si no tienes algo bueno que decir, si no tienes nada que aportar, es preferible que guardes silencio.
  
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