lunes, 23 de febrero de 2009

Mente abierta

“Cuando una señora llegó a la estación, le informaron que su tren saldría retrasado una hora. Un poco fastidiada se compró un paquete de galletas y una botella de agua. Buscó un banco y se sentó a esperar. Mientras ojeaba una revista, un joven se sentó a su lado y comenzó a leer un periódico. De pronto sin decir una sola palabra, estiró la mano, tomó el paquete de galletas lo abrió y comenzó a comer. La señora se molestó, no quería ser grosera, pero tampoco hacer como si no hubiera pasado nada. Así que con un gesto exagerado, tomó el paquete, sacó una galleta y se la comió mirando al joven. Como respuesta, el joven tomó otra galleta y, mirando a la señora a los ojos, se la llevó a la boca. Ella enojada, cogió otra galleta, y mostrando su fastidio, se la comió mirándole fijamente. El diálogo de miradas y sonrisas, continuó entre galleta y galleta. La señora estaba cada vez más molesta, y el muchacho cada vez más sonriente. Finalmente, ella se dio cuenta que sólo quedaba una galleta, y pensó:”No podrá ser tan caradura”, mientras miraba al joven y a la galleta. Con mucha calma el joven alargó la mano, tomó la galleta y la partió en dos. Con un gesto amable, le ofreció la mitad. ¡Gracias! Dijo ella tomando con rudeza el pedazo de galleta. De nada, contesto el joven sonriendo, mientras se comía la mitad.
Entonces el tren anuncio su partida. La señora subió furiosa en él. Desde la ventanilla, vio al muchacho todavía sentado y pensó: “Que atrevido y mal educado, comerse mis galletas con ese descaro ¡Qué será del mundo con gente así!” De pronto sintió sed, por el disgusto. Abrió su bolso para sacar la botella de agua y se quedo estupefacta cuando encontró allí su paquete de galletas intacto.

¿Cuántas veces hemos juzgado a una persona sólo por lo que imaginamos y supusimos que era o hacía? Muchas veces nos dejamos llevar por los prejuicios que tenemos aprendidos, para juzgar o formarnos la imagen de una persona a la que aún no conocemos. Y lamentablemente, en la mayoría de los casos, terminamos descubriendo que nuestra primera impresión fue equivocada, y que inclusive, pudimos privarnos de la posibilidad de tener una relación con ella y perdernos la oportunidad de construir y mantener una amistad, sólo basados en un prejuicio. Pero esto no sólo nos sucede con respecto a otras personas, sino que también nos dejamos llevar por los prejuicios cuando imaginamos lo que podría ocurrir en ciertos momentos y circunstancias de nuestra vida.

Hay personas que tienen la desconfianza grabada en sus mentes, y esta no les permite abrirse y darse la oportunidad de conocer, probar o experimentar nuevas situaciones en sus vidas. ¡Vale la pena intentarlo!

Vayamos más allá de la primera impresión, no podemos basarnos sólo en su manera de vestir, en su forma de hablar, mucho menos en la interpretación que hacemos de su comportamiento, porque no sabemos que está pensando o sintiendo mientras ocurre el encuentro. Vamos a darles un voto de confianza a esas personas que llegan a nuestra vida.

¿Te sientes solo y sin amigos con quienes compartir un buen momento…? Tal vez eres uno de los que tienen una lista de chequeo, a través de la cual juzgas y eliminas a las personas cuando se acercan a ti, sin darles ninguna oportunidad. Y todavía te preguntas por qué estás solo… No necesitas hablar para expresar tu malestar y desacuerdo hacia alguien, tu expresión corporal y el tono emocional son suficientes para hacerle saber a los demás, si los aceptamos o no.

Por eso te sugiero que la próxima vez:
Nunca supongas. Revisa y pregúntate si tus prejuicios tienen fundamento. Busca la información necesaria para corroborar una primera impresión negativa. Concédele el beneficio de la duda y dale una segunda oportunidad.

No juzgues a la ligera. No construyas una imagen de esa persona hasta que no la conozcas lo suficiente. Evita actuar o hablar por suposiciones.

No tomes decisiones apresuradas. Tómate el tiempo necesario para tener la información y la seguridad que necesitas, para tomar una decisión. No tomes decisiones cuando estés afectado.

Colócate en el lugar de la otra persona. Piensa en lo que se siente cuando somos juzgados tan duramente y sin tener el tiempo y la posibilidad de mostrar quiénes somos o qué quisimos hacer realmente.

Si nos ponemos el lente de la confianza y nos atrevemos a buscar y a aceptar el contacto con otras personas, para conocernos y compartir, es posible que descubramos seres maravillosos que siempre habían estado ahí, y a pesar de que nunca les abrimos la opción de entrar a nuestra vida, se mantuvieron y nos dieron una segunda oportunidad.

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