“El maestro de la aldea era distraído en sus reflexiones, por los niños que jugaban junto a su ventana. Para librarse de ellos, les gritó: !Hay un terrible monstruo río abajo. Id corriendo allá y podréis ver como hecha fuego por la nariz!
Al poco tiempo, todo el mundo en la aldea había oído hablar de la monstruosa aparición y corría hacia el río. Cuando el maestro los vio, se unió a la muchedumbre. Mientras se dirigía cansado hacia el río, que se encontraba varios kilómetros abajo, iba pensando: La verdad es que yo he inventado esa historia, pero quién sabe… puede ser cierta…”.
Es mucho más fácil creer en los fantasmas que hemos creado, si somos capaces de convencer a los demás de su existencia.
¿Cuántas veces hacemos correr un rumor, sin ser conscientes de su veracidad, y peor aún, le ponemos más color y tamaño, de manera que al contarlo pueda ser lo suficientemente impresionante para que la otra persona lo tome en cuenta? Con el paso del tiempo, regresa a nosotros más fuerte, inclusive llegamos a creer que es verdadero y comenzamos a afectarnos personalmente, así terminamos siendo victimas de un fantasma falso y maléfico creado por nosotros mismos.
Cada vez que unimos la emoción a un pensamiento y lo volvemos palabra, le damos fuerza para que cobre vida y se manifieste. Es muy importante reflexionar acerca de esta pequeña historia y detenernos lo suficiente, como para preguntarnos: ¿En algún momento hemos vivido angustiados y presionados, por ideas o comentarios que imaginamos o nos transmitieron otros, y que bien pudieran ser equivocados, exagerados o falsos?.
En el camino hacia la paz y la felicidad esencial, un aspecto muy importante es vivir en presente, atendiendo sólo a aquellos eventos que aparecen en nuestro entorno inmediato, y sin dejarnos afectar por todo lo que imaginamos que nos pueda llegar a pasar de la peor manera.
Cada vez que le prestamos atención a un rumor o al comentario que otra persona nos hace, este alimenta las emociones y los pensamientos negativos que guardamos dentro de nosotros, estimulando nuestros miedos y haciéndolos salir a la superficie, desde donde nos afectan y atemorizan impidiéndonos analizar objetivamente la información. La palabra tiene poder, aprendamos a ser responsables y conscientes de lo que decimos, de los comentarios que hacemos y de los efectos que tendrán en la vida de otros personas.
¿Cuántas veces creas una situación personal que sólo existe en tu mente, porque nadie más la conoce o ha sido partícipe de ella, y comienzas a vivirla como si fuese real? Asume la responsabilidad de lo que dices, y si no tienes nada bueno que decir o no estás seguro del efecto positivo que tendrá en los demás, mantente en silencio. Si eres un líder, porque tus amigos, familiares o el público en general le presta atención a tus comentarios, informaciones y explicaciones, tienes mayor responsabilidad. La de investigar primero, reconociendo la fuente y la veracidad de tu información, la de no dejarte manipular o convencer por otros que quieran tergiversarla para su beneficio personal, y la de no mancharla con tus miedos y prejuicios personales. Pues sólo así podrás sembrar en otros semillas de confianza y apertura, compartiendo con ellos una información basada en la verdad y en la imparcialidad, motivada por tu deseo genuino de servir como un instrumento de paz, armonía y esperanza.
Usa el discernimiento. Para que puedas separar lo que es de lo que parece ser. Analiza la información que llega a ti, de forma objetiva antes de compartirla.
Proyecta las consecuencias. Tómate unos minutos para pensar en los efectos que causará tu comentario. Pregúntate si las personas estarán preparadas para manejarlo y reaccionar de la mejor manera.
Elige las palabras. Tú sabes perfectamente que es muy importante el cómo y el cuándo se dicen las cosas. Asume la responsabilidad de elegir las palabras adecuadas para transmitir exactamente lo que quieres decir, sin dejar espacio para las malas interpretaciones.
Sé literal. Evita exagerar y agregar calificativos a la información que recibiste o escuchaste. Trata de comunicarla sin emociones que acentúen la gravedad que quieres darle, porque tal vez no la tenga.
Evita hacerte eco de rumores. No formes parte de la cadena de chismes o comentarios negativos, conviértete en un propagador de buenas noticias.
Al poco tiempo, todo el mundo en la aldea había oído hablar de la monstruosa aparición y corría hacia el río. Cuando el maestro los vio, se unió a la muchedumbre. Mientras se dirigía cansado hacia el río, que se encontraba varios kilómetros abajo, iba pensando: La verdad es que yo he inventado esa historia, pero quién sabe… puede ser cierta…”.
Es mucho más fácil creer en los fantasmas que hemos creado, si somos capaces de convencer a los demás de su existencia.
¿Cuántas veces hacemos correr un rumor, sin ser conscientes de su veracidad, y peor aún, le ponemos más color y tamaño, de manera que al contarlo pueda ser lo suficientemente impresionante para que la otra persona lo tome en cuenta? Con el paso del tiempo, regresa a nosotros más fuerte, inclusive llegamos a creer que es verdadero y comenzamos a afectarnos personalmente, así terminamos siendo victimas de un fantasma falso y maléfico creado por nosotros mismos.
Cada vez que unimos la emoción a un pensamiento y lo volvemos palabra, le damos fuerza para que cobre vida y se manifieste. Es muy importante reflexionar acerca de esta pequeña historia y detenernos lo suficiente, como para preguntarnos: ¿En algún momento hemos vivido angustiados y presionados, por ideas o comentarios que imaginamos o nos transmitieron otros, y que bien pudieran ser equivocados, exagerados o falsos?.
En el camino hacia la paz y la felicidad esencial, un aspecto muy importante es vivir en presente, atendiendo sólo a aquellos eventos que aparecen en nuestro entorno inmediato, y sin dejarnos afectar por todo lo que imaginamos que nos pueda llegar a pasar de la peor manera.
Cada vez que le prestamos atención a un rumor o al comentario que otra persona nos hace, este alimenta las emociones y los pensamientos negativos que guardamos dentro de nosotros, estimulando nuestros miedos y haciéndolos salir a la superficie, desde donde nos afectan y atemorizan impidiéndonos analizar objetivamente la información. La palabra tiene poder, aprendamos a ser responsables y conscientes de lo que decimos, de los comentarios que hacemos y de los efectos que tendrán en la vida de otros personas.
¿Cuántas veces creas una situación personal que sólo existe en tu mente, porque nadie más la conoce o ha sido partícipe de ella, y comienzas a vivirla como si fuese real? Asume la responsabilidad de lo que dices, y si no tienes nada bueno que decir o no estás seguro del efecto positivo que tendrá en los demás, mantente en silencio. Si eres un líder, porque tus amigos, familiares o el público en general le presta atención a tus comentarios, informaciones y explicaciones, tienes mayor responsabilidad. La de investigar primero, reconociendo la fuente y la veracidad de tu información, la de no dejarte manipular o convencer por otros que quieran tergiversarla para su beneficio personal, y la de no mancharla con tus miedos y prejuicios personales. Pues sólo así podrás sembrar en otros semillas de confianza y apertura, compartiendo con ellos una información basada en la verdad y en la imparcialidad, motivada por tu deseo genuino de servir como un instrumento de paz, armonía y esperanza.
Usa el discernimiento. Para que puedas separar lo que es de lo que parece ser. Analiza la información que llega a ti, de forma objetiva antes de compartirla.
Proyecta las consecuencias. Tómate unos minutos para pensar en los efectos que causará tu comentario. Pregúntate si las personas estarán preparadas para manejarlo y reaccionar de la mejor manera.
Elige las palabras. Tú sabes perfectamente que es muy importante el cómo y el cuándo se dicen las cosas. Asume la responsabilidad de elegir las palabras adecuadas para transmitir exactamente lo que quieres decir, sin dejar espacio para las malas interpretaciones.
Sé literal. Evita exagerar y agregar calificativos a la información que recibiste o escuchaste. Trata de comunicarla sin emociones que acentúen la gravedad que quieres darle, porque tal vez no la tenga.
Evita hacerte eco de rumores. No formes parte de la cadena de chismes o comentarios negativos, conviértete en un propagador de buenas noticias.
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