“¿Por qué nunca dejas de hablar de mis pasados errores?, le preguntó el marido a su mujer. ‘Yo pensaba que ya me habías perdonado y olvidado todo lo pasado’.
‘Y es cierto. He perdonado y olvidado’, respondió la mujer. Pero quiero estar segura de que tú nunca te olvides que te he perdonado y olvidado.
El amor nunca lleva cuenta de las ofensas”.
Hace poco entré apurada a un supermercado por algunas cosas para la comida, acelerada y recordando todas las cosas que tenía pendientes… Siempre hay tanto qué hacer con tan poco tiempo disponible. Para agravar la situación, todas las cajas estaban llenas; en una de ellas una señora me sonrió al ver quizás mi cara de angustia. Ella tenía un carrito repleto, me acerqué para ponerme en turno, pero la señora amablemente me invitó a pasar delante suyo; agradecida acepté y cuando fui a pagar me faltaban algunas monedas y apenada me preparé para pagar con un cheque y mi benefactora no dejaba de sonreír. Le dijo a la cajera que ella pagaría lo que faltaba. Después de agradecerle, salí del supermercado con otra actitud, mi estrés se desapareció como por encanto. A partir de ese momento, llegar a casa rápidamente ya no era mi único objetivo; ahora disfrutaba del camino de regreso, sonreía, percibía cosas nuevas que siempre habían estado ahí e imaginaba otras,
y aunque los pendientes seguían ahí, ya no me sentía agobiada. Recordé, entonces, la trascendencia del amor en acción.
La palabra amor suele tener muchas connotaciones, y se ha abusado tanto de ella, que su significado original se ha perdido. Cuando nos dicen que “amemos a nuestro prójimo”, nos suena a obligación; cuando nos comentan que “el amor es ciego”, nos parece de telenovela; que el “amor es ingrato”, lo asociamos a desencanto sentimental. Y si nos dicen que “debemos ser amorosos”, lo vinculamos con debilidad o cursilería. En fin, muchas veces confundimos el significado del amor y lo vemos como algo ajeno a nuestra cotidianidad.
El amor debe ser acción, debemos incorporarlo a nuestra vida diaria. Hacer algo por un desconocido es maravilloso, pero, aunque no lo parezca, es más difícil ser amables y amorosos con todos aquellos que están cerca de nosotros en el día a día. ¿Cuántas veces no hemos querido poner en su lugar a nuestra suegra por dominante, a nuestra pareja por desconsiderada, a nuestros hijos por abusadores y desordenados o a alguno de nuestros padres por manipuladores? ¿Cuántas veces nuestra pareja o hijos han sido víctimas de nuestro estrés? Es urgente que comencemos a ser conscientes de la importancia de materializar el amor en nuestro hogar.
El verdadero amor debe hacer que seamos amables y agradecidos en nuestras relaciones con los demás. ¿Cuánto hace que no le das las gracias a tu pareja o a tus hijos? Ellos nos ayudan muchas veces a madurar, a crecer; confían en nosotros sin siquiera cuestionar nuestras decisiones; nos acompañan en las buenas y en las malas; se sienten orgullosos cuando los reconoces, y con nobleza aceptan tus fallas. No hay mejor remedio para la vanidad que la gratitud: míralos amorosamente, reconoce sus esfuerzos, dale las gracias por compartir la vida en conjunto.
El amor es perdonar y aprender a pasar la página, es aceptar que los demás no son perfectos ni infalibles. Un hogar lleno de resentimiento y deudas afectivas por cobrar se hace insoportable. Aprendamos a perdonar y la vida de ellos y la nuestra será mucho más amable.
El amor hace que las relaciones con nuestros seres queridos sean oportunas y consideradas. Por ejemplo, no podemos llamar la atención de nuestro hijo cuando llega del colegio cansado y tira la puerta, gritándole que las puertas no se hicieron para golpearlas. O quejarnos de los problemas cotidianos con nuestra pareja, que acaba de llegar de la oficina, después de tener una discusión con su jefe y que sin contestar siquiera sobre lo que le hablamos, se sienta frente al televisor, y de inmediato le reclamamos agresivamente su falta de atención. Es preciso aprender a ser oportunos y dominarnos para no reaccionar a la agresividad o a la indiferencia con violencia.
El amor en acción también es ternura: debemos expresar nuestro amor hacia los otros con un trato considerado y cariñoso, decirles cuánto los queremos, los admiramos
y lo mucho que los necesitamos, pero con sinceridad. Es preciso mimarlos y tocarlos; nadie discute la importancia de un abrazo, una sonrisa de aprobación o simplemente un fuerte apretón de manos.
El amor debe ser respeto, pues nada es lo suficientemente grave como para maltratar a los tuyos. No hay justificación posible para abusar de tus hijos, padres, pareja o amigos. Cuando se acaba el respeto se termina todo. Nuestro hogar debe ser ante todo un lugar a salvo, un espacio de amor, apoyo incondicional, respeto, tolerancia, amabilidad, consideración, justicia y comprensión.
‘Y es cierto. He perdonado y olvidado’, respondió la mujer. Pero quiero estar segura de que tú nunca te olvides que te he perdonado y olvidado.
El amor nunca lleva cuenta de las ofensas”.
Hace poco entré apurada a un supermercado por algunas cosas para la comida, acelerada y recordando todas las cosas que tenía pendientes… Siempre hay tanto qué hacer con tan poco tiempo disponible. Para agravar la situación, todas las cajas estaban llenas; en una de ellas una señora me sonrió al ver quizás mi cara de angustia. Ella tenía un carrito repleto, me acerqué para ponerme en turno, pero la señora amablemente me invitó a pasar delante suyo; agradecida acepté y cuando fui a pagar me faltaban algunas monedas y apenada me preparé para pagar con un cheque y mi benefactora no dejaba de sonreír. Le dijo a la cajera que ella pagaría lo que faltaba. Después de agradecerle, salí del supermercado con otra actitud, mi estrés se desapareció como por encanto. A partir de ese momento, llegar a casa rápidamente ya no era mi único objetivo; ahora disfrutaba del camino de regreso, sonreía, percibía cosas nuevas que siempre habían estado ahí e imaginaba otras,
y aunque los pendientes seguían ahí, ya no me sentía agobiada. Recordé, entonces, la trascendencia del amor en acción.
La palabra amor suele tener muchas connotaciones, y se ha abusado tanto de ella, que su significado original se ha perdido. Cuando nos dicen que “amemos a nuestro prójimo”, nos suena a obligación; cuando nos comentan que “el amor es ciego”, nos parece de telenovela; que el “amor es ingrato”, lo asociamos a desencanto sentimental. Y si nos dicen que “debemos ser amorosos”, lo vinculamos con debilidad o cursilería. En fin, muchas veces confundimos el significado del amor y lo vemos como algo ajeno a nuestra cotidianidad.
El amor debe ser acción, debemos incorporarlo a nuestra vida diaria. Hacer algo por un desconocido es maravilloso, pero, aunque no lo parezca, es más difícil ser amables y amorosos con todos aquellos que están cerca de nosotros en el día a día. ¿Cuántas veces no hemos querido poner en su lugar a nuestra suegra por dominante, a nuestra pareja por desconsiderada, a nuestros hijos por abusadores y desordenados o a alguno de nuestros padres por manipuladores? ¿Cuántas veces nuestra pareja o hijos han sido víctimas de nuestro estrés? Es urgente que comencemos a ser conscientes de la importancia de materializar el amor en nuestro hogar.
El verdadero amor debe hacer que seamos amables y agradecidos en nuestras relaciones con los demás. ¿Cuánto hace que no le das las gracias a tu pareja o a tus hijos? Ellos nos ayudan muchas veces a madurar, a crecer; confían en nosotros sin siquiera cuestionar nuestras decisiones; nos acompañan en las buenas y en las malas; se sienten orgullosos cuando los reconoces, y con nobleza aceptan tus fallas. No hay mejor remedio para la vanidad que la gratitud: míralos amorosamente, reconoce sus esfuerzos, dale las gracias por compartir la vida en conjunto.
El amor es perdonar y aprender a pasar la página, es aceptar que los demás no son perfectos ni infalibles. Un hogar lleno de resentimiento y deudas afectivas por cobrar se hace insoportable. Aprendamos a perdonar y la vida de ellos y la nuestra será mucho más amable.
El amor hace que las relaciones con nuestros seres queridos sean oportunas y consideradas. Por ejemplo, no podemos llamar la atención de nuestro hijo cuando llega del colegio cansado y tira la puerta, gritándole que las puertas no se hicieron para golpearlas. O quejarnos de los problemas cotidianos con nuestra pareja, que acaba de llegar de la oficina, después de tener una discusión con su jefe y que sin contestar siquiera sobre lo que le hablamos, se sienta frente al televisor, y de inmediato le reclamamos agresivamente su falta de atención. Es preciso aprender a ser oportunos y dominarnos para no reaccionar a la agresividad o a la indiferencia con violencia.
El amor en acción también es ternura: debemos expresar nuestro amor hacia los otros con un trato considerado y cariñoso, decirles cuánto los queremos, los admiramos
y lo mucho que los necesitamos, pero con sinceridad. Es preciso mimarlos y tocarlos; nadie discute la importancia de un abrazo, una sonrisa de aprobación o simplemente un fuerte apretón de manos.
El amor debe ser respeto, pues nada es lo suficientemente grave como para maltratar a los tuyos. No hay justificación posible para abusar de tus hijos, padres, pareja o amigos. Cuando se acaba el respeto se termina todo. Nuestro hogar debe ser ante todo un lugar a salvo, un espacio de amor, apoyo incondicional, respeto, tolerancia, amabilidad, consideración, justicia y comprensión.
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