Es sorprendente ver cómo la vida de algunas personas se ve afectada y paralizada por un sentimiento de culpa. Y es que cuando nos sentimos culpables, no podemos experimentar la plenitud ni la felicidad, porque casi todos nuestros pensamientos están dirigidos a recordarnos que no podemos ser merecedores del bienestar, del éxito, de la satisfacción del logro, de la felicidad… porque todavía tenemos pendientes sin asumir, asuntos sin resolver. La culpa es un sentimiento negativo que nos agobia y perturba, ensombreciendo y marchitando cualquier momento de satisfacción que tengamos en nuestra vida.
La culpa se infiltra poco a poco en nuestra vida, vamos creciendo con ella y, sin darnos cuenta, influye en la manera en la que vemos el mundo. El sentimiento de culpa nos conecta siempre con un miedo a ser rechazados, castigados, abandonados, juzgados o criticados… Por eso la culpa concentra tanto poder y los demás nos manipulan tan fácilmente con ella.
La culpa hace que nos sintamos emocionalmente pequeños e indefensos, como cuando nos llamaban la atención y nos regañaban por algo, nos sentíamos inseguros y rechazados por nuestro comportamiento.
La culpa ha sido usada como un instrumento de manipulación y control, por algunos padres para educar a los hijos, por los hijos para manipular a sus padres, en algunas relaciones cotidianas a través del chantaje emocional.
El terreno más fértil para que crezca el sentimiento de culpa es un hogar crítico, autoritario y donde haya poco contacto afectivo, en el que la persona se sienta constantemente vigilada, criticada, denigrada o juzgada, donde se le exija, todo el tiempo, actuar de acuerdo con las expectativas de los demás, en especial con las de sus seres queridos. Muchas veces la necesidad de sentirse querido hace que una persona quiera complacer a los demás casi todo el tiempo y si no lo logra, se sienta culpable por ello.
Una baja estima hará que nos sintamos poco merecedores del cariño y la compañía de algunas personas, por lo tanto seremos en algún momento un blanco fácil de la manipulación por parte de éstas.
A muchas víctimas de maltrato, por ejemplo, les cuesta reconocer la situación que están viviendo porque en el fondo se sienten culpables y merecedoras de su situación dolorosa. En estos casos, la culpa y el temor pueden anular a una persona y su capacidad para decidir y pensar por sí misma, haciendo que se sientan víctimas encerradas en un círculo vicioso que busca la aprobación, el perdón y la aceptación de los demás para reivindicarse algún día.
Sin embargo, a menudo la culpa actúa de manera más sutil, amarrando a las personas en una especie de dependencia mutua. Los reclamos, los cambios de humor inesperados, algunos comentarios al aire, ciertas actitudes… son utilizados como un instrumento de poder para conseguir que el otro obedezca o haga lo que uno desea.
No es fácil desprenderse de la culpa, pues suele estar profundamente arraigada en la forma de pensar y en las propias emociones. ¿Hasta dónde y hasta cuándo?
Cómo desprenderse de la culpa
Reconoce el sentimiento de culpabilidad. El primer paso consiste en analizar con mucha sinceridad, cuáles son nuestros sentimientos de culpa y en qué situaciones aparecen. Algunos de estos sentimientos están ligados a tabúes sociales, otros a dependencias emocionales… Es importante que podamos reconocerlos y aceptarlos en nosotros para ver de qué manera nos afectan y cómo podemos sanarlos.
Expresa tus sentimientos. Una vez que identifiques lo que te hace sentir culpable, compártelo con una persona que te dé confianza, pues esto te ayudará a ver con mayor claridad si la culpa tiene una base real o no. Muchas veces otra persona nos permite analizar objetivamente la situación para descubrir que no era tan grave como pensamos.
Reconoce tus limitaciones. Muchas veces el sentimiento de culpa se genera porque eres muy exigente contigo mismo y con lo que quieres darle a los demás; al no poder cumplir con tus expectativas te sientes frustrado y culpable de fracasar. Aceptar que no puedes hacer todo, puede ser muy difícil pero en ciertos casos es necesario.
No te dejes manipular. No permitas que alguno de tus seres queridos te manipule haciéndote sentir culpable. Enfréntalo y conversa con él de la situación. Si sientes que eres inocente, exprésalo abiertamente y siéntete seguro y confiado de tu actuación.
Perdónate y date otra oportunidad. Todos cometemos errores, pero tenemos la oportunidad y el derecho de enmendarlos, lo importante es no volver a repetirlos. Asume tu responsabilidad y el compromiso de hacer cuanto sea necesario para corregirlos, perdónate y date otra oportunidad.
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