Un Rey triste tenía un sirviente de actitud entusiasta que siempre estaba pleno y feliz.
—Paje, ¿cuál es tu secreto para estar siempre alegre?
—Majestad, no tengo ninguna razón para estar triste, su alteza me honra, permitiéndome atenderlo. Tengo esposa e hijos que me aman y me esperan en las noches, ¿qué más puedo necesitar?
El Rey reunió a sus viejos sabios y les preguntó: ¿Por qué mi sirviente es más feliz que yo?
El más viejo le respondió:
—Es que su sirviente no pertenece al circulo de los 99.
—¿Círculo de los 99, qué es eso?
—Mi señor, la única manera de que entienda es explicárselo con hechos. Lo haremos entrar al círculo. Prepare una bolsa con 99 monedas de oro.
En la noche el Rey y el sabio colocaron en la casa del sirviente la bolsa y una nota que decía: “Este tesoro es tuyo. Es el premio por ser un buen hombre, disfrútalo.
El paje leyó la nota, agito la bolsa y la apretó contra su pecho mirando sigiloso a todos lados, pero como no podía dormir se puso a contar sus monedas y comenzó a hacer pequeñas pilas de diez monedas, cuando hacía la décima pila se estremeció: ¡Nueve monedas! Faltaba una, buscó por todos lados, se desesperó: ¡Me robaron!, alguien me robó, me falta una moneda. Malditos.
El Rey y el asesor miraban por la ventana sin perder detalle. La cara del paje ya no era la misma, estaba desencajado y de mal humor. ¿Cuánto tiempo tendré que ahorrar para comprar la moneda que falta? ¿Trabajaría horas extra?, le diré a mi mujer que trabaje también, y si los chicos ayudaran..., también puedo trabajar los fines de semana hasta tener mis cien monedas completas. Ya el paje había entrado al círculo de los 99 y había dejado de ser feliz.
Si deseas un poco más de lo mucho que tienes , lo convertirás en poco.
Hace unos días hablando con una amiga, acerca de una situación difícil y llena de incertidumbre en la que se encontraba, al final de la conversación ella me dijo: En realidad yo no espero nada… ¡Estoy segura que ocurrirá lo mejor! Cuando colgué el teléfono me quedé reflexionando acerca de sus palabras, y el profundo significado que tienen para nosotros los seres humanos.
La mayoría de las veces, el sufrimiento proviene de las expectativas fallidas, porque sufrimos al esperar que las cosas se desarrollen como queremos o necesitamos en un momento. Si tuviéramos la capacidad de aceptar cada situación sin negarla o evadirla, y estuviéramos abiertos para darle la bienvenida a lo inesperado en nuestra vida, todas las experiencias serían positivas y enriquecedoras.
Pero no es así, por lo tanto sufrimos y nos desgastamos cada vez que nuestros deseos y expectativas se ven truncadas por la presencia de una situación totalmente distinta a la que esperábamos. Es entonces cuando nos negamos a aceptarla, nos quejamos y nos lamentamos de nuestra poca suerte o de lo afortunados que son otros, que sí consiguen lo que nosotros queríamos y, mientras tanto, alimentamos un desequilibrio emocional que nos desgasta física y mentalmente y, aun así, tenemos que enfrentar la situación, aunque no nos guste. ¿Hay algo que podamos hacer para cambiar el resultado? No, porque ya ocurrió, y tal vez lo necesitamos para aprender, madurar, crecer o descubrir un nueva perspectiva, más positiva y que nos permita disfrutar la vida.
Las expectativas pueden ser la mayor desilusión de la vida… Los budistas dicen que los deseos y las expectativas insatisfechas, causan la infelicidad del ser humano.
Cuando tratamos de obtener una meta material, el conseguirla o no, puede resultar una experiencia igualmente frustránea.
Sentirse triste y desesperado por lo que se quiere y no se tiene, implica dejar de reconocer y valorar todas las cosas buenas e importantes que sí tenemos.
No es malo tener metas y ambiciones, lo equivocado sería desearlas hasta el punto que nos impida disfrutar de los otros aspectos positivos de nuestra vida. La expectativa de alcanzar lo que deseamos en corto tiempo hará que la frustración, el cansancio y la desilusión, se instalen dentro de nosotros, haciendo que suframos el proceso y que abandonemos o renunciemos en algún momento.
¡Bendito sea el que nada espera, el que se siente capaz de aceptar y vivir cada momento, porque nunca se sentirá desilusionado!
Vive el presente. En lugar de levantar tu mirada para imaginar o pensar en lo que va a suceder, concéntrate en cada paso que das, mantén el foco en el trabajo diario.
Haz lo mejor. Ocúpate de realizar tu trabajo con responsabilidad, amor, excelencia y compromiso, y deja que el universo se encargue del resto.
Confía. Recuerda que todo lo que sucede, siempre es lo mejor, aunque no puedas verlo en el momento. Además la Divinidad siempre conspira para que ocurra lo mejor en tu vida.
—Paje, ¿cuál es tu secreto para estar siempre alegre?
—Majestad, no tengo ninguna razón para estar triste, su alteza me honra, permitiéndome atenderlo. Tengo esposa e hijos que me aman y me esperan en las noches, ¿qué más puedo necesitar?
El Rey reunió a sus viejos sabios y les preguntó: ¿Por qué mi sirviente es más feliz que yo?
El más viejo le respondió:
—Es que su sirviente no pertenece al circulo de los 99.
—¿Círculo de los 99, qué es eso?
—Mi señor, la única manera de que entienda es explicárselo con hechos. Lo haremos entrar al círculo. Prepare una bolsa con 99 monedas de oro.
En la noche el Rey y el sabio colocaron en la casa del sirviente la bolsa y una nota que decía: “Este tesoro es tuyo. Es el premio por ser un buen hombre, disfrútalo.
El paje leyó la nota, agito la bolsa y la apretó contra su pecho mirando sigiloso a todos lados, pero como no podía dormir se puso a contar sus monedas y comenzó a hacer pequeñas pilas de diez monedas, cuando hacía la décima pila se estremeció: ¡Nueve monedas! Faltaba una, buscó por todos lados, se desesperó: ¡Me robaron!, alguien me robó, me falta una moneda. Malditos.
El Rey y el asesor miraban por la ventana sin perder detalle. La cara del paje ya no era la misma, estaba desencajado y de mal humor. ¿Cuánto tiempo tendré que ahorrar para comprar la moneda que falta? ¿Trabajaría horas extra?, le diré a mi mujer que trabaje también, y si los chicos ayudaran..., también puedo trabajar los fines de semana hasta tener mis cien monedas completas. Ya el paje había entrado al círculo de los 99 y había dejado de ser feliz.
Si deseas un poco más de lo mucho que tienes , lo convertirás en poco.
Hace unos días hablando con una amiga, acerca de una situación difícil y llena de incertidumbre en la que se encontraba, al final de la conversación ella me dijo: En realidad yo no espero nada… ¡Estoy segura que ocurrirá lo mejor! Cuando colgué el teléfono me quedé reflexionando acerca de sus palabras, y el profundo significado que tienen para nosotros los seres humanos.
La mayoría de las veces, el sufrimiento proviene de las expectativas fallidas, porque sufrimos al esperar que las cosas se desarrollen como queremos o necesitamos en un momento. Si tuviéramos la capacidad de aceptar cada situación sin negarla o evadirla, y estuviéramos abiertos para darle la bienvenida a lo inesperado en nuestra vida, todas las experiencias serían positivas y enriquecedoras.
Pero no es así, por lo tanto sufrimos y nos desgastamos cada vez que nuestros deseos y expectativas se ven truncadas por la presencia de una situación totalmente distinta a la que esperábamos. Es entonces cuando nos negamos a aceptarla, nos quejamos y nos lamentamos de nuestra poca suerte o de lo afortunados que son otros, que sí consiguen lo que nosotros queríamos y, mientras tanto, alimentamos un desequilibrio emocional que nos desgasta física y mentalmente y, aun así, tenemos que enfrentar la situación, aunque no nos guste. ¿Hay algo que podamos hacer para cambiar el resultado? No, porque ya ocurrió, y tal vez lo necesitamos para aprender, madurar, crecer o descubrir un nueva perspectiva, más positiva y que nos permita disfrutar la vida.
Las expectativas pueden ser la mayor desilusión de la vida… Los budistas dicen que los deseos y las expectativas insatisfechas, causan la infelicidad del ser humano.
Cuando tratamos de obtener una meta material, el conseguirla o no, puede resultar una experiencia igualmente frustránea.
Sentirse triste y desesperado por lo que se quiere y no se tiene, implica dejar de reconocer y valorar todas las cosas buenas e importantes que sí tenemos.
No es malo tener metas y ambiciones, lo equivocado sería desearlas hasta el punto que nos impida disfrutar de los otros aspectos positivos de nuestra vida. La expectativa de alcanzar lo que deseamos en corto tiempo hará que la frustración, el cansancio y la desilusión, se instalen dentro de nosotros, haciendo que suframos el proceso y que abandonemos o renunciemos en algún momento.
¡Bendito sea el que nada espera, el que se siente capaz de aceptar y vivir cada momento, porque nunca se sentirá desilusionado!
Vive el presente. En lugar de levantar tu mirada para imaginar o pensar en lo que va a suceder, concéntrate en cada paso que das, mantén el foco en el trabajo diario.
Haz lo mejor. Ocúpate de realizar tu trabajo con responsabilidad, amor, excelencia y compromiso, y deja que el universo se encargue del resto.
Confía. Recuerda que todo lo que sucede, siempre es lo mejor, aunque no puedas verlo en el momento. Además la Divinidad siempre conspira para que ocurra lo mejor en tu vida.
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