“Había una vez un reino próspero con abundantes cosechas, pero una vez llegó
una sequía y los jardines y campos, una vez verdes y exóticos, se volvieron secos
y polvorientos. El Rey entró en una gran depresión, no quería vivir más y estaba al borde de la desesperación.
El primer ministro hizo pública la siguiente proclama para salvar a su Rey: ‘Aquella persona que proporcione al Monarca el remedio que pueda servirle de consuelo y regresar su equilibrio y armonía, será recompensado con la mitad del Reino’.
Todos los magos, curanderos y científicos prepararon las más diversas medicinas, pócimas y amuletos, pero ninguno daba resultado.
Cierto día se presentó al palacio un pequeño hombre con un medallón que le entregó al Rey, con la promesa que pronto éste le quitaría su tristeza.
El primer ministro miró el medallón por todos los lados con detenimiento y no encontró en él nada especial, y en verdad tampoco se veía costoso, ni original. ‘¿Pretendes burlarte de nuestro Rey? Morirás ahorcado si estás jugando con su salud’, dijo el primer ministro irritado.
‘En absoluto, señor, me temo que no has revisado el otro lado del medallón. Ruego
a su Majestad, que tenga a bien hacerlo y seguro que sí observa lo que ahí se indica, no sólo se recuperará, sino que nunca volverá a sufrir un desequilibrio de ánimo’.
El Rey dio vuelta al medallón y pudo leer: “Porque hay abundancia, también hay escasez; porque hay escasez hay abundancia. Porque hay ganancias, también hay pérdidas. Porque hay pérdidas, hay ganancias. Pero unas y otras pasan en la rueda de la vida, incluso hasta el estado de depresión de su Majestad pasaría si su señoría deja fluir la vida”.
A veces un cambio de vida, una pérdida o un fracaso hacen que maduremos, aceptemos el pasado y sigamos fortalecidos hacia adelante. Hay momentos
en los que sentimos que el mundo que construimos con tanto esfuerzo se nos cae
a pedazos, y perdemos temporalmente el rumbo y la dirección que llevábamos, se desequilibra nuestra manera de vivir y hasta se confunde nuestra identidad.
La pérdida es una experiencia por la que todos tenemos que pasar en algún momento: cuando nos cambiamos de casa, de ciudad o país, dejamos nuestras familias para independizarnos, perdemos el empleo, algunos de nuestros seres queridos mueren o se van, nuestros hijos inician una vida propia... Son muchas las situaciones que de una u otra forma debemos enfrentar y resolver.
Todo cambio, sea triste o feliz, requiere practicar el desprendimiento, desarrollar la capacidad de dejar atrás, para comenzar una nueva etapa de la vida. A través de estos procesos difíciles y a veces dolorosos, podemos aprender, crecer y ajustar nuestra visión e interpretación acerca de la vida, y alcanzar la madurez emocional.
Los momentos de pérdida y crisis representan una oportunidad excelente para reencontrarnos con Dios, sea cual fuere nuestro concepto de El. Practica la oración,
la meditación y fortalece tu fe y la confianza en la Divinidad. Busca en tu interior el consuelo, la fortaleza y la paz.
¿Qué debemos tener en cuenta?
VIVE TU DUELO. Ya sea porque el cambio se presente poco a poco o llegue de repente, tómate el tiempo necesario para liberar el dolor, la tensión o la preocupación que te pueda producir decir adiós. Llora tu pérdida, después de todo somos humanos y aunque no es bueno refugiarse en la auto-compasión, a veces es necesario sumergirnos por un rato en el despecho, en la tristeza o en la rabia, para vivir intensamente nuestro duelo y luego poder salir adelante.
BUSCA APOYO. Pide ayuda a tu pareja, familia o amigos, deshógate; solicita apoyo moral, no te aísles, anímate a compartir tu pena. Es saludable hablar de lo que sientes. También puedes buscar apoyo en la naturaleza: camina en el parque, sube una montaña, mira al cielo, contempla el mar y la magnificencia de la naturaleza, que nos recuerda que somos parte de algo más grande, y que al sentirnos protegidos nos lleva a ver nuestros problemas más pequeños.
Acepta la situación. La vida continúa, aprende a vivir el momento, no pienses en el futuro, no te presiones más dándole vueltas en la cabeza a lo sucedido, o a lo que pudiste hacer para evitarlo. ¡Acepta lo que no puedes cambiar! No te sientas culpable, aunque hayas cometido errores, estoy segura que actuaste de la mejor manera, así que pasa la pagina con valor y comienza de nuevo.
Busca el lado positivo. Nada es casual, a pesar de lo dura o injusta que pueda parecer una situación, no te dejes abatir por ella, no pierdas de vista todos los elementos positivos aunque sean pequeños, que pueden estar presentes en esta situación, y apóyate en ellos para reunir fortaleza y ánimo para atravesar por la situación con más facilidad y determinación.
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