¿Alguna vez te ha sucedido que deseas que la Tierra se abra y te trague por el error que acabas de cometer? Eso fue lo que sintió una amiga cuando se encontró con un viejo amigo y una mujer muy joven que estaba con él... y le preguntó ¿Esta es tu hija? ¡Cómo ha pasado el tiempo!, para sólo unos minutos después, saber que era su nueva esposa. ¿Cuántas veces, cometemos errores sin intención, como: equivocar una dirección para luego llegar tarde, olvidar una fecha importante para nuestra pareja o tomar una decisión equivocada que luego nos trae difíciles consecuencias. En estos momentos pensamos... ¡metí la pata! La mayoría de las veces, evitamos asumir la responsabilidad de ellos y casi siempre buscamos un culpable con quien justificarnos. Todos cometemos errores graves de vez en cuando pero, a pesar de la vergüenza que sentimos, no debemos huir de la responsabilidad, ni ponernos agresivos, nuestro único camino es tratar de reparar el daño de la forma más digna posible. Muchas personas creen que reconocer un error puede ser señal de debilidad y que además puede representar la pérdida del respeto por parte de nuestros seres queridos... ¡No es así! Definitivamente el admitir que nos equivocamos, nos merece el respeto y la estima de ellos, especialmente si nos ven hacer el esfuerzo para no repetirlo.
Asumir nuestros errores nos da la posibilidad de corregirlos y al mismo tiempo nos permite crecer y madurar internamente. Además todas las equivocaciones son una oportunidad para aprender algo nuevo acerca de nosotros mismos y de los demás... Tenemos dos posibilidades de aprender y crecer, y aprender acerca de la vida, lo hacemos por error y acierto, a través de las consecuencias que más tarde tenemos que sufrir o asumir, o lo hacemos por conciencia. Podemos convertirlos en una experiencia positiva:
No huyas. Enfrenta el problema. No actúes como si nada hubiera pasado, tampoco murmulles una disculpa en voz baja y sin mirar a los ojos de la persona para luego salir corriendo de ahí. La mayoría de las veces se necesita algo más que un simple lo siento para arreglar las cosas, es necesario conversar sobre el incidente con las personas afectadas, para minimizar el problema. Recuerda que las situaciones no se arreglan por sí solas y que cuando no asumimos la responsabilidad de afrontarlas, con el tiempo empeoran.
Asume tu responsabilidad. Si eres sincero y humildemente explicas en forma razonable el porqué de tu actuación equivocada, la persona afectada se sentirá más tranquila y satisfecha al escucharlo. Debemos siempre enfrentar las situaciones embarazosas con madurez y nunca reaccionar emocionalmente.
Quedarnos callados esperando que el tiempo pase y la persona olvide la ofensa, hará que se genere el resentimiento.
Repara la ofensa. Que tu arrepentimiento no se quede sólo en palabras bonitas. Además de pedir disculpas, es importante que hagamos algo concreto para mostrar nuestro compromiso de corregir el error o la ofensa cometida. ¿De qué manera puedo corregirlo? ¿Qué puedo hacer para que te sientas bien? Son frases que hacen sentir mejor a las personas afectadas. A veces una nota o unas flores nos ayudan a sanar las heridas.
Supera la culpa. La mayoría de las veces nos sentimos culpables por haber cometido un error. Después de pedir disculpa a las personas involucradas, debemos perdonarnos a nosotros mismos por habernos equivocado de esa manera. La culpa puede ser un sentimiento que nos convierta en personas amargadas, tristes y agresivas. Perdónate y piensa ¿Qué aprendiste de ello? y luego, asume el compromiso serio de no volver a hacerlo.
Simplemente acéptalo y pregunta ¿Qué puedo hacer para solucionarlo de la manera más eficiente? ¡Y hazlo!
Cada vez que ofendemos a otros, tenemos la oportunidad que nos da la vida de reflexionar y aprender algo que nos permita convertirnos en mejores personas. Lo importante no es, no cometer errores, sino, ¡aprender de ellos para no repetirlos! Juntos podemos ser una fuerza positiva que rescate la paz y la armonía para el mundo.
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