Recetas para bellas Coctel de zanahorias l 4 zanahorias grandes l 3 manzanas grandes l 1 limón l 1 naranja Se lava todo muy bien y se pelan la naranja y el limón. Se trocea el conjunto y se licua. De peras De cítricos Sopa fría de berros y limón |
Puede parecer lugar común, pero no hay nada más cierto: la piel tiene sed. Las exposiciones al sol y demás agentes externos hacen que cada célula reclame un enorme vaso de agua -la encargada de transportar el oxígeno y los nutrientes necesarios-, para volver a mostrar un aspecto joven y atractivo. Esta "sequía" se traduce en falta de confort y de elasticidad cutánea que puede llevar a un envejecimiento prematuro. ¿Quiere presumir de una piel perfecta? Pues, siga este decálogo reparador.
1 Utilizar productos hidratantes -los cosméticos más utilizados y vendidos, según las estadísticas-, ya que crean una barrera artificial que retiene el agua dentro de la piel. Científicos y dermatólogos investigan incesantemente acerca de la función de barrera natural de la hidratación cutánea, para comprender mejor las causas que la rompen. Recuerde que también las pieles grasas necesitan un aporte extra de hidratación.
2 Preparar la piel para recibir los beneficios de los tratamientos posteriores. Hay que exfoliarla previamente para obtener una mejor y más profunda penetración de los principios activos. Este paso deben seguirlo también las pieles secas, en las que las células muertas provocan un aspecto apagado y gris.
3 No olvidar el cuello, donde se nota especialmente el paso del tiempo, ni las zonas más sensibles del rostro, como el contorno de ojos y los labios, que aun necesitan mayor hidratación por su piel muy fina. En el cuerpo, se debe insistir en las zonas más rugosas, como codos, rodillas y talones; o sensibles, como el escote. La belleza de la piel tiene también mucho que ver con el bienestar, nuestros hábitos de vida y la alimentación.
Beber agua, al menos un litro y medio al día, es la mejor recomendación para mantener la piel humectada y libre de toxinas. También sirven las infusiones, pero no los refrescos, y mucho menos si tienen azúcar y gas.
5 Evitar los ambientes artificiales; es decir, aquellos en los que el aire acondicionado funciona continuamente o que están muy cargados de humo.
6 Es muy saludable disfrutar del aire libre y estar en contacto con la naturaleza. Durante el día es bueno rodearse de plantas, que al desprender vapor de agua hidratan el aire. Por la noche, sin embargo, hay que evitarlas, ya que ellas también respiran y nos roban oxígeno.
7 Limpiar la piel cada día, aunque no se haya usado maquillaje, con un producto adecuado a su tipo. Si se utiliza jabón (muy indicado para pieles grasas o sensibles), este debe ser específico para el rostro, más suave y sin detergente. Aclarar después -también en el caso de espumas o geles-, alternando agua fría y caliente, para abrir los poros y humectar el tejido epidérmico.
8 Utilizar una mascarilla hidratante periódicamente. Será como darle al rostro un gran baño de elementos activos necesarios para suavizarlo y protegerlo. Las formulaciones cosméticas son cómodas y rápidas. Las caseras resultan más engorrosas, pero son también efectivas. Por ejemplo, puede conseguir una mascarilla casera muy hidratante basada en yogur, yemas de huevo y puré de manzana.
9 Seguir una alimentación equilibrada y moderada, rica en vitaminas y minerales, que ayudan a restaurar el buen estado cutáneo y a reforzar la rehidratación. Los nutrientes de origen vegetal como las frutas proporcionan de un 80 a 90% de agua purísima, y azúcares como glucosa y fructosa, que pasan directamente a la sangre y se convierten en energía. Además, aportan fibra, ácidos orgánicos, vitaminas antioxidantes, minerales, flavonoides y antocianinos (elementos ambos que fluidifican la sangre evitando la arteriosclerosis), y no contienen colesterol ni purinas (ácido úrico) ni sustancias tóxicas.
10 Menú de recuperación: barra libre a los jugos, licuados y sopas de frutas y verduras, que potencian la elasticidad cutánea. Para mejorar el estado general de la epidermis, se recomienda un coctel de aguacate, lechosa, limón y pepino. Lo mejor es tomar un gran vaso por la mañana en ayunas. Y por la noche, antes de ir a dormir, otro de manzana y remolacha a partes iguales. Y para una correcta y necesaria depuración, los expertos aconsejan separar las frutas en dos grandes grupos que no deben mezclarse: frutas coloreadas, como fresas, mango, lechosa... de propiedades antioxidantes y fuentes de vitamina C, betacarotenos, vitamina E y vitamina B. Incluyen, además, pequeñas cantidades de calcio, potasio, hierro y magnesio, vitales para la buena absorción de los activos orgánicos. Protegen contra el reumatismo, la anemia, los problemas circulatorios y la tensión alta.
Frutas verdes, como manzana, kiwi, melón, piña, pera, limón, pomelo... que además de tener propiedades antioxidantes, son ricas en potasio, calcio, fósforo, cobre, zinc, hierro y magnesio.
Su acción antiviral y antibacteriana protege contra resfriados y gripes, y elimina toxinas.
¿En qué nos benefician las frutas?
Desintoxican, porque no generan deshechos tóxicos, tienen una acción diurética, regulan el intestino y evitan el envejecimiento y las enfermedades cardiovasculares.
Las verduras y las hortalizas también resultan buenas para tomar crudas, excepto los tubérculos. Aportan enzimas digestivas tanto sus hojas (lechuga, escarola, endibias, espinacas...), como sus frutos (tomates, pepinos, pimentones, aguacates), sus tallos (apio), sus raíces (zanahorias, remolacha roja) o sus bulbos (cebollas, ajos, hinojo).
Y no se olvide de las vitaminas que nos proporcionan los alimentos. Le recordamos dónde encontrarlas:
Vitamina E: verduras de hoja verde como espinacas y acelgas, y en los frutos secos, como almendras y nueces.
Vitamina C: todos los cÌtricos (limón, lima, naranja, pomelo...).
Vitamina A: frutas y verduras rojas (fresas, repollo morado, tomate...).
Licopeno: un antioxidante que se encuentra en la cebolla y en los tomates.
Polifenoles: en las uvas y en el vino.
Sopa de tomate
l 25 gramos de mantequilla
l 1 cebolla mediana picada
l 1 diente de ajo grande
l 1/2 K de tomates
l 300 ml de agua o caldo de pollo
l 1/2 limón
l Sal
l Pimienta negra
l 1 ó 2 gotas de edulcorante líquido
Se lavan los tomates y se trocean junto con el limón pelado y sin pepitas. Se licuan los tomates y el limón. Se pone a fundir la mantequilla en una cazuela al fuego, y se añade una cebolla y el ajo. Se sofríen tres o cuatro minutos. Se agrega el caldo y se deja hervir durante 20 minutos. Se incorpora el jugo del tomate y el limón y se pone a fuego moderado otros cinco minutos sin dejar que hierva.
Sopa de lechuga
l 2 cucharadas de mantequilla
l 1 cebolla grande picada muy fina
l 1 lechuga
l 1 litro de caldo de pollo
l 1/2 limón
l Sal y pimienta negra
l 4 ó 5 cucharadas de nata líquida
Se lava la lechuga y se parte en trozos. Se pela el limón descartando las pepitas y se licua junto con la lechuga. Se calienta la mantequilla, se añade la cebolla y se fríe teniendo cuidado de que no se dore. Se añaden los zumos de la lechuga y del limón y se deja la mezcla al fuego cinco minutos, sin que hierva, removiendo de vez en cuando. Se retira y se sazona con la sal y la pimienta. Antes de servir, se incorpora la nata líquida.
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