Damos por sentado una buena orinada, pero vale la pena estar en óptimas condiciones para poder hacerlo
La semana pasada tuve uno de esos días en los que corría de una cita a otra, desde temprano en la mañana hasta las 10:00 de la noche, y, mientras caminaba hacia mi auto para conducir a casa, me di cuenta de que, en medio del ajetreo por el trabajo y después de un buen par de tazas de té y varios vasos de agua, me había olvidado de (¿cómo decirlo de manera educada?) cambiarle agua al canario. Claro, cuento con una vejiga y unos riñones bastante fuertes que lo resisten, pero en el momento en que estaba parando el auto, esperaba con ansias el alivio de llegar al baño como si fuera el propio paraíso. No quedé decepcionado. Ayudo a reafirmar una vez más (y quizás es la edad la que habla aquí) que echar una buena orinada cuando uno realmente lo necesita es casi tan bueno como el sexo, y el epílogo lo deja a uno igualmente radiante.
Esto me recordó cuando, de niño, solía aguantarme a propósito, posiblemente como una especie de dispositivo infantil de autoerotismo, para aumentar el placer del alivio que sentiría al vaciar la vejiga. Luego un día, cuando tenía 11 años, mi maestro de aikido explicó que retener la orina incrementa las posibilidades de cáncer de vejiga y reduce el flujo de energía, ejerce presión sobre los riñones y disminuye la efectividad del organismo en general; desde entonces he estado consciente de vaciarla cuando es necesario.
Me siento casi como un pícaro al traer a colación este tema, lo que evidencia que hay un acuerdo universal en torno a que la función totalmente natural de orinar es algo indecente. Mi conciencia sobre su importancia, de hecho, se debe principalmente a que en una oportunidad vi a un querido amigo a quien se le había manifestado misteriosamente un padecimiento severo que afectaba su uretra al punto que apenas podía orinar. Yo solía tratar sus riñones y vejiga con técnicas taoístas -masaje, hierbas y ocasionalmente acupuntura-, y a veces lograba hacerle sentir algún alivio de su terrible dolor y desasosiego. Se había sometido a una gran cantidad de exámenes médicos, pero ninguno explicaba la causa de su enfermedad. Finalmente, ésta lo abatió tanto que se mató.
Desde entonces aprecio mucho la capacidad de orinar a voluntad, y prácticamente me siento obligado por una cuestión de honor, en su memoria, a promocionarla como algo digno de celebración y una fuente de placer.
De hecho, los taoístas atribuyeron gran importancia a la capacidad de orinar de manera efectiva, no sólo como una importante forma de desintoxicar el cuerpo, sino también como una manera de estimular el flujo de energía hacia los riñones y las glándulas sexuales. Los hombres, por ejemplo, cuando orinan estando de pie, deberían, salvo si están ebrios, apoyarse sobre las puntas de los pies. Esto estimula la energía del meridiano de la vejiga, que pasa por los órganos vitales y por la parte posterior de cada pierna. Se dice que no sólo incrementa la producción de energía de los riñones, estimulando así los niveles de la libido, sino que también ayuda a prevenir o controlar el cáncer de próstata. Obviamente, este método es desaconsejable para las mujeres, quienes, simplemente, deberían levantar sus talones de suelo lo más que puedan cuando están sentadas, lo cual surte un efecto equivalente, si bien ligeramente menor.
Si usted sufre problemas de incontinencia o incapacidad de orinar cuando lo necesita -un padecimiento más raro, aunque más terrible-, ello indica un desorden en la energía de la vejiga y muy probablemente una alteración de la energía de los riñones. Cualquiera de estos problemas responderá favorablemente a un par de tazas de té de ortiga todos los días, preferiblemente preparado con las hojas superiores de la planta, aunque si las compró empaquetadas también servirán. Puede ayudar un vigoroso masaje en el área detrás del hueso del tobillo, tanto del lado interno como externo de cada pie, unos cuantos momentos a diario, porque esto estimula poderosos puntos de los meridianos de la vejiga y riñón.
La semana pasada tuve uno de esos días en los que corría de una cita a otra, desde temprano en la mañana hasta las 10:00 de la noche, y, mientras caminaba hacia mi auto para conducir a casa, me di cuenta de que, en medio del ajetreo por el trabajo y después de un buen par de tazas de té y varios vasos de agua, me había olvidado de (¿cómo decirlo de manera educada?) cambiarle agua al canario. Claro, cuento con una vejiga y unos riñones bastante fuertes que lo resisten, pero en el momento en que estaba parando el auto, esperaba con ansias el alivio de llegar al baño como si fuera el propio paraíso. No quedé decepcionado. Ayudo a reafirmar una vez más (y quizás es la edad la que habla aquí) que echar una buena orinada cuando uno realmente lo necesita es casi tan bueno como el sexo, y el epílogo lo deja a uno igualmente radiante.
Esto me recordó cuando, de niño, solía aguantarme a propósito, posiblemente como una especie de dispositivo infantil de autoerotismo, para aumentar el placer del alivio que sentiría al vaciar la vejiga. Luego un día, cuando tenía 11 años, mi maestro de aikido explicó que retener la orina incrementa las posibilidades de cáncer de vejiga y reduce el flujo de energía, ejerce presión sobre los riñones y disminuye la efectividad del organismo en general; desde entonces he estado consciente de vaciarla cuando es necesario.
Me siento casi como un pícaro al traer a colación este tema, lo que evidencia que hay un acuerdo universal en torno a que la función totalmente natural de orinar es algo indecente. Mi conciencia sobre su importancia, de hecho, se debe principalmente a que en una oportunidad vi a un querido amigo a quien se le había manifestado misteriosamente un padecimiento severo que afectaba su uretra al punto que apenas podía orinar. Yo solía tratar sus riñones y vejiga con técnicas taoístas -masaje, hierbas y ocasionalmente acupuntura-, y a veces lograba hacerle sentir algún alivio de su terrible dolor y desasosiego. Se había sometido a una gran cantidad de exámenes médicos, pero ninguno explicaba la causa de su enfermedad. Finalmente, ésta lo abatió tanto que se mató.
Desde entonces aprecio mucho la capacidad de orinar a voluntad, y prácticamente me siento obligado por una cuestión de honor, en su memoria, a promocionarla como algo digno de celebración y una fuente de placer.
De hecho, los taoístas atribuyeron gran importancia a la capacidad de orinar de manera efectiva, no sólo como una importante forma de desintoxicar el cuerpo, sino también como una manera de estimular el flujo de energía hacia los riñones y las glándulas sexuales. Los hombres, por ejemplo, cuando orinan estando de pie, deberían, salvo si están ebrios, apoyarse sobre las puntas de los pies. Esto estimula la energía del meridiano de la vejiga, que pasa por los órganos vitales y por la parte posterior de cada pierna. Se dice que no sólo incrementa la producción de energía de los riñones, estimulando así los niveles de la libido, sino que también ayuda a prevenir o controlar el cáncer de próstata. Obviamente, este método es desaconsejable para las mujeres, quienes, simplemente, deberían levantar sus talones de suelo lo más que puedan cuando están sentadas, lo cual surte un efecto equivalente, si bien ligeramente menor.
Si usted sufre problemas de incontinencia o incapacidad de orinar cuando lo necesita -un padecimiento más raro, aunque más terrible-, ello indica un desorden en la energía de la vejiga y muy probablemente una alteración de la energía de los riñones. Cualquiera de estos problemas responderá favorablemente a un par de tazas de té de ortiga todos los días, preferiblemente preparado con las hojas superiores de la planta, aunque si las compró empaquetadas también servirán. Puede ayudar un vigoroso masaje en el área detrás del hueso del tobillo, tanto del lado interno como externo de cada pie, unos cuantos momentos a diario, porque esto estimula poderosos puntos de los meridianos de la vejiga y riñón.
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