Estoy sentada, en primera fila para disfrutar de uno de los eventos más significativos que conozco: "Una puesta de sol"… porque me permite sólo en minutos olvidar todas las preocupaciones y las tensiones del día, para reconectarme con la belleza, la simpleza y la grandeza de la vida. Observo y descubro, todos los matices del naranja, pasando por el amarillo y tomando una intensidad inesperada que lo eleva a un naranja ladrillo, todo esto en un silencio extraordinario y acompañado de lejos por una escuadra de pájaros y de cerca por la brisa fresca del atardecer. Me siento envuelta en una magia que flota en el ambiente y que me produce un efecto renovador y revitalizante. Una puesta de sol puede significar un momento de paz en el que somos capaces de minimizar todos nuestros problemas, recordando que todo pasa y que tenemos el tiempo y la posibilidad de resolverlos, de sanar nuestras heridas, para perdonar, pasar la página y volver a comenzar. Tomarnos sólo unos minutos para presenciar cualquiera de estos magníficos y milagrosos eventos naturales, puede significar que tomamos la decisión de entrar al ritmo del universo, para reconocer que somos parte de él y en esa unión reconocer la presencia sagrada de Dios.
Sentada ahí, pensaba en que la vida se ha vuelto un tanto complicada… que estamos expuestos diariamente a presiones externas, a cambios y a situaciones inesperadas. Que muchas veces vivimos forzándonos a conseguir una serie de metas materiales que nos hemos fijado al dejarnos llevar por otros que dictaminan cuáles son las condiciones y los parámetros que debemos tomar en cuenta para ser felices. Nos aceleramos, alteramos y amargamos, desgastándonos emocional y físicamente sin poder detener aparentemente esa carrera alocada por conseguir o atesorar las cosas que le darán al fin la paz. ¿Cómo bajarle la velocidad a nuestros días si vivimos al ritmo de una gran ciudad? ¿Cómo podemos evitar que al ir tras la consecución de esas metas materiales, perdamos la oportunidad de vivir y disfrutar de todo lo bueno que tenemos?
Todos deberíamos darnos la oportunidad alguna vez en la vida, de mudarnos, al menos por seis meses o un año, a una pequeña ciudad donde podamos establecer un contacto más cercano con los ritmos de la naturaleza, un lugar donde nosotros y nuestros hijos, tengamos la posibilidad de relacionarnos con los demás de una forma más sencilla, directa, amable y personal. Un espacio donde lo material que siempre nos empuja a aparentar, a fijarnos en lo que tienen los demás, a atesorar… ocupe un lugar menos importante, de manera que al tener menos necesidades materiales, podamos bajar la tensión, para ahorrar energía y momentos de calidad que nos permitan reforzar los lazos familiares, las relaciones con nosotros mismos, con los demás, con la naturaleza y con la Divinidad.
Cuando hemos podido, yo y mi hija, hemos elegido vivir en lugares pequeños y alejados de la ciudad para lograr el contacto con la naturaleza, y así recuperar y mantener la paz y la tranquilidad. Y a pesar de que al principio recibimos los comentarios negativos y atemorizantes por parte de los familiares y amigos, hoy en día todos quisieran en algún momento de sus vidas tomar la decisión de cambiar radicalmente el estilo de vida. ¿Estarías dispuesto a pagar el costo de lo que significaría simplificar tus necesidades y expectativas, renunciar a tu estatus profesional y social, para ganar tiempo, paz, serenidad y un contacto personal de calidad?
Sugerencias:
Experimenta. Haz la prueba durante tus próximas vacaciones. Elige un lugar pequeño y tranquilo, planifica pasar allí junto a tus seres queridos o amigos una temporada que te permita saber cómo te sientes y si estarías dispuesto a hacerlo por un tiempo largo más adelante.
Maravíllate con los milagros de la naturaleza. Proponte presenciar alguno de los eventos naturales, tómate el tiempo para disfrutar de una puesta de sol o del amanecer. También puedes estar pendiente de la próxima luna llena o de la noche negra en la que puedes apreciar la belleza del firmamento.
Róbale tiempo al tiempo. Planifíca tu día y organiza todas tus actividades de manera que te quede tiempo para disfrutar del contacto y el compartir con tus seres queridos libre de preocupaciones. Tiempo para abrazarlos y verlos a los ojos, para leer un cuento, para conversar con ellos, para ver una película juntos…
VIVE TU VIDA Y CON LOS SERES QUE AMAS, LA VIDA ES NA SOLA...NO LAS DESPERDICIES ....SE FELIZ
Jackie:D
Sentada ahí, pensaba en que la vida se ha vuelto un tanto complicada… que estamos expuestos diariamente a presiones externas, a cambios y a situaciones inesperadas. Que muchas veces vivimos forzándonos a conseguir una serie de metas materiales que nos hemos fijado al dejarnos llevar por otros que dictaminan cuáles son las condiciones y los parámetros que debemos tomar en cuenta para ser felices. Nos aceleramos, alteramos y amargamos, desgastándonos emocional y físicamente sin poder detener aparentemente esa carrera alocada por conseguir o atesorar las cosas que le darán al fin la paz. ¿Cómo bajarle la velocidad a nuestros días si vivimos al ritmo de una gran ciudad? ¿Cómo podemos evitar que al ir tras la consecución de esas metas materiales, perdamos la oportunidad de vivir y disfrutar de todo lo bueno que tenemos?
Todos deberíamos darnos la oportunidad alguna vez en la vida, de mudarnos, al menos por seis meses o un año, a una pequeña ciudad donde podamos establecer un contacto más cercano con los ritmos de la naturaleza, un lugar donde nosotros y nuestros hijos, tengamos la posibilidad de relacionarnos con los demás de una forma más sencilla, directa, amable y personal. Un espacio donde lo material que siempre nos empuja a aparentar, a fijarnos en lo que tienen los demás, a atesorar… ocupe un lugar menos importante, de manera que al tener menos necesidades materiales, podamos bajar la tensión, para ahorrar energía y momentos de calidad que nos permitan reforzar los lazos familiares, las relaciones con nosotros mismos, con los demás, con la naturaleza y con la Divinidad.
Cuando hemos podido, yo y mi hija, hemos elegido vivir en lugares pequeños y alejados de la ciudad para lograr el contacto con la naturaleza, y así recuperar y mantener la paz y la tranquilidad. Y a pesar de que al principio recibimos los comentarios negativos y atemorizantes por parte de los familiares y amigos, hoy en día todos quisieran en algún momento de sus vidas tomar la decisión de cambiar radicalmente el estilo de vida. ¿Estarías dispuesto a pagar el costo de lo que significaría simplificar tus necesidades y expectativas, renunciar a tu estatus profesional y social, para ganar tiempo, paz, serenidad y un contacto personal de calidad?
Sugerencias:
Experimenta. Haz la prueba durante tus próximas vacaciones. Elige un lugar pequeño y tranquilo, planifica pasar allí junto a tus seres queridos o amigos una temporada que te permita saber cómo te sientes y si estarías dispuesto a hacerlo por un tiempo largo más adelante.
Maravíllate con los milagros de la naturaleza. Proponte presenciar alguno de los eventos naturales, tómate el tiempo para disfrutar de una puesta de sol o del amanecer. También puedes estar pendiente de la próxima luna llena o de la noche negra en la que puedes apreciar la belleza del firmamento.
Róbale tiempo al tiempo. Planifíca tu día y organiza todas tus actividades de manera que te quede tiempo para disfrutar del contacto y el compartir con tus seres queridos libre de preocupaciones. Tiempo para abrazarlos y verlos a los ojos, para leer un cuento, para conversar con ellos, para ver una película juntos…
VIVE TU VIDA Y CON LOS SERES QUE AMAS, LA VIDA ES NA SOLA...NO LAS DESPERDICIES ....SE FELIZ
Jackie:D
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