lunes, 6 de abril de 2009

VPH sin temor al diagnóstico

Recientes estudios señalan que el Virus de Papiloma Humano sí se cura totalmente y de manera espontánea sin dejar rastro de su presencia en el cuerpo humano, y que, para que devengue en cáncer deberán pasar muchos años sin el debido seguimiento médico. A esto se le suma otra buena nueva: la pronta llegada al país de la vacuna que frena la incidencia de nuevos contagios. Betzy Barragán

“Según el último reporte del Centro para el Control y Prevención de Enfermedades de Atlanta, Estados Unidos —CDC por sus siglas en inglés— 70 por ciento de las infecciones recientes del Virus de Papiloma Humano, VPH, desaparecen solas en los primeros 12 meses luego del contagio. Y 91 por ciento han desaparecido en un promedio de dos años. La duración media de las infecciones recién adquiridas es de ocho meses. Esta información derrumba el primer mito en torno a esta patología: que el VPH era una infección para toda la vida. Pues no, el VPH sí se cura. Y se cura solo, en la gran mayoría de los casos, sin dejar aquello que algunos refieren como VPH en estado latente”. Así lo aclara enfáticamente Ricardo Gómez Betancourt, ginecoobstetra especialista en este tema. Explica, además, que aún son muchas las personas, incluso médicos, que creen que este virus no se cura, que una vez que se contrae queda alojado para siempre en el organismo. Y al parecer esto no es así. Lo que sucede, según Ricardo Gómez, es que durante la vida sexual activa, tanto del hombre como de la mujer, se pueden sufrir un sinnúmero de contagios, y hasta se puede estar infectado de varios tipos de VPH a la vez. A lo largo del tiempo, sobre todo con los cambios de parejas, se pueden adquirir nuevos virus y “curarse los viejos” progresivamente, de modo que en el tiempo y según las citologías, la paciente pareciera tener VPH desde hace muchísimos años cuando la realidad es que se ha ido curando pero a la vez reinfectando. “Cada nueva pareja sexual aumenta diez veces el riesgo de tener una infección”, asevera Gómez. “El VPH desaparece cuando la pareja se hace mutuamente monógama”.

Por otro lado, se tiene que derrumbar otra creencia, y es la referida al cáncer. “Hay que empezar por decir que existen más de 100 tipos de VPH (40 de ellos descritos como agentes infecciosos de los genitales humanos) y sólo un grupo de éstos son los que podrían devenir en una neoplasia —sostiene Gómez. Los serotipos 16, 18, 31 y 45 son a los que se les asocia una mayor capacidad oncogénica, y sin embargo, sólo una minoría de las mujeres infectadas por estos VPH oncogénicos presentará cáncer de cuello uterino. El solo hecho de tener VPH no es razón suficiente para que en un futuro se sufra de cáncer en el cuello del útero. Para que esto suceda, en primer lugar, la paciente debe presentar infecciones persistentes con alguno de estos serotipos y, además, haberse descuidado, desde el punto de vista ginecológico, durante mucho tiempo: de dos a 20 años de negligencia ginecológica, sea cual fuere su causa. Yo califico a este virus como tonto, sí, porque avisa con suficiente antelación y da espacio para realizar todas las acciones pertinentes que eviten un desenlace indeseado (compárese el efecto de este virus con el virus del VIH o el de la viruela). Algunas fuentes sugieren que una o dos de cada 100 mujeres con infección persistente por VPH, en diez a 20 años, habrá manifestado un cáncer. Si fuese más agresivo, serían muchas más las muertes que este virus causaría. Desgraciadamente, en nuestro país el VPH, aun cuando tonto, inaceptablemente, ocasiona un alto número de casos y muertes por cáncer de cuello uterino”.

El diagnóstico

La principal herramienta con la que cuentan
los médicos para determinar si existe infección
por el Virus de Papiloma Humano en grandes
poblaciones es el papanicolaou, también denominado Pap o citología. Este tipo de estudio sólo detecta 60 por ciento de los cambios celulares de la cavidad vaginal, pero hecha con regularidad dicho porcentaje aumenta.
Si no aparece nada en el primer resultado, de haber una infección, es muy probable que en la segunda prueba
sí se refleje”.

Otro método de despistaje con cierto poder diagnóstico es la colposcopia, a la que se recurre luego de haber obtenido indicios de infección o cambios celulares en el Pap. Se trata de la magnificación del cuello del útero a través de un microscopio para evaluar los cambios del tejido y poder hacer una biopsia dirigida que permitirá establecer con exactitud las alteraciones histopatológicas asociadas a la infección por el virus.

Y si se requiere saber con precisión el tipo de virus que se ha contraído, los especialistas recurren al examen del PCR del ADN viral, y de esta manera establecen si la persona se encuentra en el grupo de bajo o alto riesgo.

Describiendo al VPH

El Virus de Papiloma Humano es un agente infeccioso de transmisión casi exclusivamente sexual que puede producir un amplio espectro de condiciones, desde una infección totalmente silenciosa, que puede pasar desapercibida, hasta la producción de un cáncer invasor del cuello uterino.
Tanto el hombre como la mujer pueden ser portadores y desconocer totalmente la existencia del virus en su organismo: se reporta hasta 52 por ciento de mujeres adolescentes infectadas por VPH sin cambios citológicos. Algunas personas nunca llegan a tener manifestaciones de la enfermedad, y dado que el virus desaparece espontáneamente en casi todas ellas, muchos se infectan y posteriormente se sanan, y nunca se enteraron de que en su cuerpo estuvo este huésped indeseable.

El tiempo de incubación suele ser de dos a tres semanas, pero debido a que la infección puede permanecer encubierta (alojada en la uretra masculina o en ciertas zonas de la vulva y la vagina), se hace muy difícil precisar el momento del contagio, por lo que no podría asegurarse que la pareja fue víctima de un acto de infidelidad.

Actualmente en América Latina, una de cada tres personas jóvenes sexualmente activas son portadoras del VPH, y en su mayoría ignoran que padecen la enfermedad. Esto explica la alta incidencia de cáncer de cuello del útero —segunda causa de muerte en países subdesarrollados—; básicamente debido a la falta de información y al bajo nivel socioeconómico de la mayoría de la población hispana, que carece de un adecuado sistema de salud pública. “Las veces que he estado en ambulatorios en zonas de escasos recursos, —explica Gómez— he visto cómo se dificulta la correcta atención ginecológica de nuestras mujeres. En muchas ocasiones, además de tomar la muestra, me encargaba de llevarla al laboratorio, pero a veces el esfuerzo quedaba allí; bien porque los análisis no se realizaban, o porque los resultados se perdían en el camino, o simplemente la paciente no iba más a consulta. Por eso es que se puede decir que la mayoría de las pacientes que terminan padeciendo una neoplasia cervical es porque han sido descuidadas desde el punto de vista ginecológico”.

Si bien cierto tipo de información sugiere que el virus se puede adquirir con el uso de baños públicos o por estar en contacto con prendas íntimas de la persona portadora, el doctor Gómez es muy enfático al decir que el contagio se da mediante el contacto sexual directo hasta tanto no se demuestre lo contrario. Inclusive, el uso del condón no es una garantía total, pues éste no protege toda la zona infectada y, además, puede suceder que el virus traspase los microporos cuando el látex es de baja calidad.

Las investigaciones sugieren que son las jóvenes, sexualmente más activas que las mujeres mayores, quienes presentan una alta tasa de prevalencia de la infección. De hecho, hay estudios realizados en universidades de Estados Unidos, que han demostrado que más de 50 por ciento de las estudiantes resultaban positivas para el VPH, y al pasar el tiempo, cuando se volvía a examinarlas, se veía que esta cifra disminuía considerablemente; y que sólo aquéllas que presentaban infecciones persistentes tenían posibilidades de presentar lesiones displásicas o premalignas.

Se puede decir que el Virus de Papiloma Humano se manifiesta de dos maneras: en forma de condilomas (verrugas) o en displasia cervical, denominada también lesión subclínica.

“La mayoría de las mujeres se aterran cuando se percatan de la presencia en la región anogenital —comenta el especialista— de pequeños granos en forma de coliflor, que pueden medir entre dos y cinco milímetros. Estas pacientes creen que ya están sentenciadas a sufrir de cáncer, y la verdad es que los serotipos 6 y 11, responsables de estas lesiones, no son considerados oncogénicos. Pero sí ocasionan muchas molestias, como irritaciones y sangrados por el roce, aparte de resultar muy desagradables estéticamente. Las lesiones activas son muy contagiosas para la misma persona (auto inoculación) y para otras personas con las que se tenga contacto directo”.

El segundo tipo es al que se le debe prestar mayor atención, ya que a éste se le asocian las condiciones malignas de la enfermedad. Sus efectos se pueden observar en la vulva, la vagina y en especial, en el cuello uterino. Sólo puede detectarse mediante la citología, la colposcopia o el ADN viral. “Es por ello que la evaluación ginecológica regular es indispensable e ineludible”, comenta el doctor Gómez.

La terapéutica

“No existe tratamiento específico contra la infección por VPH, en otras palabras, el VPH no tiene cura médica conocida, así que las terapias que aplicamos sólo destruyen tejidos modificados por el virus; sin embargo, sabemos que la infección se cura sola en unos pocos años después del contagio. Sólo se requiere tiempo y un sistema inmune adecuado”, continúa diciendo Gómez.

Según el resultado de las pruebas diagnósticas, el especialista determinará la pauta a seguir. Al respecto, el doctor Gómez comenta con preocupación la gran cantidad de mujeres que son sometidas innecesariamente a terapias sumamente destructivas, por el sólo hecho de presentar el virus.

Según Gómez, el único tratamiento sensato y médicamente válido para la infección no complicada del VPH es el control ginecológico anual o semestral, si la paciente está muy preocupada. “Los condilomas pueden ser eliminados individualmente mediante técnicas mínimamente invasivas, más por efectos estéticos que por problemas de salud pública. Ahora bien, si los resultados indican que se está en presencia de lesiones cervicales (cuello del útero) premalignas de primero o segundo grado (Nic I y Nic II), o ya de la propia manifestación del cáncer no invasivo (Nic III, carcinoma in-situ), hay que recurrir a procedimientos destructivos de la zona afectada. Los casos de Nic I y Nic II pueden ser controlados mediante la congelación local, la cauterización o la resección localizada con asa diatérmica. El Nic III requiere de terapias destructivas más amplias como la conización uterina (ablación de parte del tejido epitelial y su tejido de soporte en forma cónica) o la extirpación total de la matriz (histerectomía). En Venezuela, a diferencia de países desarrollados, se suele ser más agresivo en los tratamientos de displasia cervical, porque no tenemos la garantía de que la paciente vuelva al control, sobre todo en el medio público. Hay que recalcar que no eliminamos el virus, sino, solamente los cambios premalignos que éste genera”.

La vacuna


La comunidad médica se siente optimista con la llegada de la inmunización contra el Virus de Papiloma Humano. Con su utilización se espera que la incidencia de cáncer de cuello uterino disminuya aproximadamente en 70 por ciento en los próximos años. Esta vacuna se basa en la utilización de partículas de la cápsula del virus, que no resultan dañinas para el organismo, pero sí favorecen la creación de anticuerpos contra el VPH. Sin embargo, ésta no ofrece protección para todos los tipos de infección; la cobertura depende del tipo de vacuna utilizada. Una es activa contra los serotipos 16,18, 31 y 45, considerados altamente oncogénicos; y, la otra, para los serotipos 6 y 11, que son los responsables de la aparición de las molestas verrugas genitales. El efecto de dicha inmunización es capaz de permanecer en el organismo al menos por cinco años (tiempo de estudio de las vacunas para su aprobación clínica), evitando la infección por los serotipos cubiertos y así la aparición de lesiones displásicas y su evolución a manifestaciones

más severas como el cáncer.

Se deben administrar tres dosis de la vacuna (que no debe tardar de llegar al país y cuyo costo se calcula en 300 mil bolívares por dosis; el valor en EE. UU es de unos 120 dólares); la siguiente dosis se coloca al mes y un refuerzo a los seis meses. Está recomendado que dicho protocolo de vacunación se inicie en la población que se encuentra entre los 9 y 25 años de edad; sin embargo, no están exentas aquellas personas sexualmente activas que sobrepasen este límite.

Y si bien la vacuna protege, básicamente, a personas que nunca han estado en contacto con el virus, el doctor Gómez asevera que también es útil para quienes ya son portadoras del virus, porque aún cuando no les va a eliminar la infección que ya tienen, sí les va a garantizar que no se vuelvan a infectar con el mismo serotipo que ya tienen, ni con los otros serotipos cubiertos. Esto se debe a que el VPH es tan localizado que muy pocas veces se manifiesta en la sangre (no hay viremia), razón por la cual la presencia de anticuerpos en el torrente sanguíneo es insuficiente para prevenir reinfecciones por el mismo serotipo.



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