viernes, 3 de abril de 2009

El bienestar emocional

Reconocer y aceptar que tenemos un problema emocional, y decidirnos a buscar ayuda, es la prueba inequívoca de que estamos listos para resolverlo. Además, es señal de carácter, una muestra del deseo de querer mejorar y de estar muy por encima de la apatía, la resignación, la desesperanza y la falsa ilusión que generalmente nos lleva a imaginar que todo anda bien o que simplemente se resolverá en algún momento, sin que tengamos que realizar una acción consciente, voluntaria y responsable para conseguirlo.

Cuando somos capaces de compartir nuestros problemas emocionales, con un amigo, un terapeuta, o una persona que sabemos que por su conocimiento, experiencia o preparación pudiera darnos la guía o el apoyo que necesitamos, ya tenemos 50 por ciento de los recursos y el esfuerzo que hace falta para solucionarlo, porque antes
de atrevernos a expresarlo, tuvimos que haber analizado la situación para ordenar nuestras ideas, aceptando la confusión o el dolor que sentimos, con tal de aclarar
y resolver la situación de la mejor manera.

Todos vamos por la vida tratando de ocultar de una u otra forma nuestros verdaderos sentimientos, porque estamos enseñados a mostrar una cara diferente a la nuestra para ser aceptados o queridos, para conquistar a alguien o conseguir algo, o lo que es peor, para engañarnos a nosotros mismos, pues de ninguna manera queremos mostrar debilidad, pues ya bastante empobrecida está nuestra estima. Pero de repente sopla un viento fuerte que despeja y tira abajo nuestras máscaras y defensas, dejando al descubierto nuestra verdadera esencia, nuestro auténtico ser, sorprendiéndonos y sorprendiendo a los demás al reconocer y expresar nuestros verdaderos sentimientos.

Vivimos siempre tan preocupados por lo que los demás pensarán de nosotros, que
tal temor se convierte en una verdadera enfermedad que destruye nuestra seguridad, estima y espontaneidad. No tiene sentido renunciar a la libertad de ser nosotros mismos para ponernos en manos de otros que en realidad no se ocupan de nosotros, porque también están afligidos con la misma enfermedad.

Hoy una persona me contaba sobre su comportamiento violento, pero en todo momento lo justificaba con la situación del país, el estrés, y el exceso de responsabilidades diarias. Lo cierto es que él sabe que se ha convertido en una persona agresiva, pero se resiste a aceptarlo, para asumir con responsabilidad y conciencia su situación y así poder resolverla. Lo más grave es que mientras más lo evite, lo guarde y lo niegue, mayor será la resistencia a vencer y la dificultad que enfrente para resolverlo.

Thich Nhat Hanh, un maestro vietnamita que enseña sobre la paz interior, aconseja que cuando se tiene una emoción negativa como el miedo, la rabia o la depresión,
no se debe ignorar; debemos aceptarla como a una compañera y mirarla a los ojos para poder reconocerla dentro de nosotros, contemplarla en su justa dimensión para entonces buscar sus raíces y combatirla.

Muchos padecemos el síndrome de la teja rota, que al ver un gran tejado de miles
de tejas perfectas, bellas, completamente alineadas y relucientes… sólo nos fijamos en esa solitaria teja rota, que termina por opacar a todas las demás. Aceptémonos tal como somos con amor, sin juzgarnos, con nuestras limitaciones y cualidades, miremos todas las tejas en conjunto para reconocer que, a veces, hasta las limitaciones tienen su encanto. Evitemos vernos y mostrarnos como no somos en realidad; démonos la oportunidad de ser auténticos y honestos con nosotros mismos
y con los demás para ganar la posibilidad de expresar lo que sentimos y pensamos, especialmente cuando estamos bajitos o alterados emocionalmente. Es el balance emocional lo que nos permite sentir y creer que estamos bien y que la vida a través
de cada situación o experiencia es un regalo extraordinario que tenemos que
disfrutar mucho más cada día.

Haga sus comentarios por favor : D

No hay comentarios:

Búsqueda personalizada