martes, 7 de abril de 2009

Cuando llega la plenitud

La madurez nos sobreviene cuando descubrimos, de repente, que ya no respondemos o reaccionamos de la misma forma en la que acostumbrábamos a hacerlo, porque ahora interpretamos las mismas situaciones de una manera diferente. La consecuencia inmediata de este cambio es la paz interior. Al experimentar esa sensación cálida de tranquilidad y ese ataque sorpresivo de conciencia, podemos pensar que hemos crecido y que en realidad estamos listos para vivir de una mejor manera.

Si nos preguntáramos cuáles fueron las razones por las que hicimos algunas cosas equivocadas, seguramente no tendríamos una respuesta clara, pues en ese momento actuamos bajo la influencia de ciertas programaciones mentales que durante un largo tiempo nos hicieron interpretar los sucesos de una forma equivocada.

No vale la pena mirar hacia atrás para pensar en lo que debimos haber hecho y que no hicimos; ya no importa, porque el pasado no se puede modificar. Ahora debemos estar conscientes de que durante un tiempo más, viviremos las consecuencias de lo que hicimos en el pasado, hasta que se consuman totalmente, para dar paso a los efectos nuevos y más positivos que hemos comenzado a crear a través de nuestro cambio de conciencia, actitud y comportamiento.

Lo importante es perseverar y actuar con mucha conciencia y responsabilidad. Esto significa estar atentos a cada cosa que hacemos, de manera que seamos nosotros quienes elijamos en el momento, cómo vamos a actuar o a reaccionar, evitando así que continuemos haciendo en forma automática y equivocada nuestra programación.

Seguro haz escuchado la frase: “¡Vivir cada día como si fuese único, nuevo y diferente!”. Es así como tenemos que aprender a vivir la vida, más bien como debemos desear vivirla, pues sólo con el deseo, la voluntad, la conciencia y el estado de atención, podremos renovar verdaderamente nuestro estilo de vida. Al cambiar algunas de las causas, como son los pensamientos, la actitud y el comportamiento que se convirtió en el viejo hábito que repetimos durante tanto tiempo, podremos comenzar a experimentar nuevos y mejores efectos, traducidos en una mayor bienestar, físico, mental y emocional.

En este momento de mi vida, he decidido asumir el compromiso de renovar algunos hábitos viejos por otros que me permitan sentirme mejor conmigo misma y con la vida. En la revisión que necesariamente tenemos que realizar para poder llevar adelante el proceso de cambiar y simplificar nuestra vida, seguramente encontraremos algunas ideas, miedos y prejuicios que no nos pertenecen, pero como no podemos devolverlos a sus autores originales, más bien debemos a través de un ritual sencillo creado por cada uno de nosotros y haciendo uso de la determinación voluntaria y consciente, tomar la decisión de sacarlos de nuestro interior y de nuestra vida para siempre, perdonando a todas las personas involucradas en nuestra educación.

Tú eres el único que puede hacerte sentir bien; deja de esperar a que sean los demás o esa persona en especial a la que le concediste poder sobre tu vida quien lo haga, pues así, sólo permanecerás por más tiempo del que mereces, hundido en las arenas movedizas de tus propias elecciones y sus consecuencias.

Madurar no duele, durante tanto tiempo imaginé que al hacerlo perdería la ilusión y la capacidad de sorprenderme y que me parecería a esas personas amargadas que recortan sus momentos de risa y felicidad, confinándose a vivir en un espacio reducido, aislados y desconectados de los demás y de la belleza de la vida… Pero he descubierto que estaba equivocada y ahora estoy segura de que la vida siempre conspira para darnos otra oportunidad para renovarnos y que ésta puede ser una experiencia totalmente nueva y sorprendente, en la medida en que nos abrimos para interpretarla y vivirla de una mejor manera.

Una clave para saber si estás en el camino correcto, es que te darás más permiso para vivir con pasión y entusiasmo cada día, con menos temor y más optimismo. ¡Vamos!, sé tú mismo, suéltate un poco, sé más espontáneo y divertido; atrévete a hacer cosas nuevas y diferentes, anímate a compartir con tus personas queridas alguna actividad relajante, atrévete a superar tus miedos, simplifica tu estilo de vida, mejora tus hábitos alimentarios, haz ejercicio con disciplina, gana vitalidad y por encima de todo sonríe y conéctate con la presencia de Dios, dentro y fuera de ti. Recuerda: ¡Es nuestro derecho y responsabilidad disfrutar de la vida!

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