domingo, 26 de abril de 2009

BRONQUIOS en aprietos




Reconocer los síntomas previos a una crisis
y utilizar los medicamentos adecuados son las mejores armas de quienes lidian

Cristina está preocupada. Hace tres
días que Diego, su hijo
de seis años, tiene dolor
y picazón en la garganta
y una tos seca que no
lo deja dormir. Al principio pensó que podría tratarse
de una simple gripe, pero
sus molestias han empeorado y ahora,
a los síntomas anteriores,
se suman la opresión en
el pecho, su evidente dificultad para respirar y un pito bastante sonoro que acompaña cada uno de sus intentos por tomar aire. Aunque va camino al hospital
no le hace falta un diagnóstico, pues está segura de que su pequeño —al igual
que ella— padece de asma, una afección que si bien no tiene cura, se puede mantener a raya gracias al uso de una terapia efectiva.

Diego forma parte del nueve por ciento de infantes que padecen de asma en el mundo, según las cifras manejadas por Martin Partridge, especialista en el estudio del asma del National Heart and Lung Institute de Londres, quien, invitado por Astra Zeneca, visitó Caracas para mostrar algunos avances en los tratamientos médicos de esta reacción inflamatoria de los bronquios, que según la Organización Mundial de la Salud (OMS) afecta a más de 300 millones de personas.

Las estadísticas, en opinión de Partridge, son alarmantes, pues en los últimos años se ha visto un aumento considerable en la incidencia global del asma, lo cual ha desmontado la falsa creencia de que las cifras guardan relación con el grado de desarrollo de cada país. A pesar de que se cree que la contaminación, el acelerado ritmo de vida, el estrés y la mala alimentación —factores que marcan la pauta en las regiones industrializadas— influyen en el incremento del diagnóstico, no existen estudios que revelen con exactitud dónde está el origen de la enfermedad.

Hasta ahora los médicos sólo coinciden en que
su aparición depende de la existencia de una predisposición genética, en combinación con ciertos desencadenantes ambientales, entre
los cuales figuran la exposición a ciertos
alergenos a los cuales la persona es sensible, desde el polen y los ácaros presentes en el
polvo hasta el moho y el pelo de perros y gatos;
el consumo de algunos alimentos, entre los cuales
se encuentran el pescado, las nueces y el jugo
de naranja; el padecimiento de infecciones
virales y bacterianas; los cambios climáticos,
la realización de ejercicios y, por supuesto, el contacto con sustancias irritantes como el humo
del cigarrillo o las pinturas y solventes químicos. Adicionalmente, el especialista en asma explica que, apartando el elemento hereditario, existe evidencia de que fumar durante el embarazo o la lactancia, la aparición de infecciones respiratorias en los neonatos y la alimentación de los pequeños durante los primeros años de vida pueden influir en la aparición del asma.

Menos aire

Paolo Tassinari, inmunólogo clínico y alergólogo, ex Presidente de la Sociedad Venezolana de Alergia e Inmunología, explica: "El asma es un trastorno inflamatorio crónico de las vías aéreas que se caracteriza por obstrucción en el flujo de aire —lo que se conoce como broncoconstricción—, episodios recurrentes de sibilancias (comúnmente llamadas pitos), dificultad respiratoria, opresión torácica y tos".

Tassinari advierte que las exacerbaciones —nombre médico que reciben los ataques de asma— por lo general comienzan en la infancia —incluso desde los seis meses de edad—, aunque también hay adultos que pueden presentar episodios aislados cuando se exponen a ciertos agentes detonantes; pero es importante aclarar que una crisis no necesariamente es señal de que una persona sea asmática, debido a que los incidentes deben ser recurrentes —varias veces en un año— para que se lleve a cabo un diagnóstico efectivo.

El reconocimiento de un asmático implica la realización de varias evaluaciones. Así lo comenta el especialista en inmunología: "la prueba básica que se hace para diagnosticar asma es la espirometría, que mide la capacidad pulmonar". Por otra parte, existen análisis especializados, entre ellos "las pruebas de provocación, que se practican a aquellos pacientes que aparentemente están bien, pero se quiere demostrar si son asmáticos o no"; en este caso se les hace respirar metacolina o histamina, sustancias que, en dosis controladas, no provocarían un ataque de asma en un paciente que no tuviera la predisposición a la enfermedad. Finalmente, existen pruebas de hipersensibilidad inmediata que permiten determinar a qué agentes específicos es alérgico el paciente, además de la medición del óxido nítrico exhalado, que ayuda a conocer cuán inflamadas están las vías aéreas.

Terapia combinada

Martin Partridge reconoce que el asma es una enfermedad que hasta este momento carece de cura; sin embargo, la medicina avanza en el desarrollo de tratamientos cada vez más "amigables", que le brinden a los pacientes una fácil y rápida aplicación, al tiempo que le proporcionen resultados más efectivos con una menor dosis. "Hace 10 ó 15 años atrás —recuerda—, si alguien tenía más de dos o tres episodios de asma a la semana se le suministraban esteroides inhalados. Si el paciente no respondía, se aumentaba la dosis". Y en caso de que ese tratamiento tampoco funcionara se recurría a terapias médicas más severas.

"Hoy en día sabemos que si el paciente, después de que recibe esteroides inhalados no responde, tenemos la opción de agregar los broncodilatadores de acción prolongada", en lo que constituye la terapia combinada preventiva, pues —como aclara Tassinari— el esteroide contribuye a desinflamar las vías aéreas, mientras que el broncodilatador relaja los músculos que se han contraído y que produjeron la estrechez y la reducción del flujo de aire. Adicionalmente, cuando el paciente presenta una crisis se aplica el tratamiento de rescate, que no es otra cosa que el uso de broncodilatadores de acción corta, que ayudan a expandir las vías aéreas de manera inmediata.

Actualmente, varias casas farmacéuticas han diseñado inhaladores para el tratamiento preventivo del asma que cuentan con esteroides inhalados y broncodilatadores
de acción prolongada en una sola presentación,
fármacos que son administrados una o dos veces al día —dependiendo de qué tan controlada esté la enfermedad—, esto redunda en que los asmáticos tengan que llevar consigo menos dispositivos a la hora de salir de casa y,
al mismo tiempo, ingieran una cantidad menor de medicamentos. Muchos se preguntarán por qué esta terapia no incluye a los broncodilatadores de acción corta dentro del mismo dispositivo de aplicación. Al respecto, Partridge aclara que este último fármaco "actúa rápidamente, pero genera muchos efectos colaterales, sobre todo taquicardia", por ello sólo debe utilizarse en los casos de emergencia, cuando el paciente está, justamente, en medio de una exacerbación.

Ahora bien, si existen tantos avances en las terapias para prevenir los ataques de asma, por qué sigue en aumento el número de asmáticos que debe acudir con frecuencia a los servicios de salud para controlar sus exacerbaciones. Al respecto, Tassinari aclara que el problema radica en que "no hay educación ni en los médicos ni en los pacientes. Los pacientes usan los medicamentos a su antojo y algunos médicos no saben utilizarlos. Las campañas educativas deben ir dirigidas no sólo a los pacientes sino también a los médicos". La idea es que las personas determinen cuáles son los síntomas progresivos del asma y, con ayuda de estos nuevos tratamientos combinados, puedan aplicar oportunamente dosis adicionales a demanda para evitar que se desarrolle una crisis; pero, al mismo tiempo, que estén en capacidad de reconocer cuándo estos fármacos suplementarios no están funcionando y deben acudir a un especialista.

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