viernes, 23 de julio de 2010

Amor nacido en Auschwitz perduró décadas

NOWY TARG, Polonia (AP) - Con cada paso que daba hacia el portón, Jerzy Bielecki estaba seguro de que en cualquier momento le pegarían un tiro.

Foto tomada el 11 de mayo del 2010 de Jerzy Bielecki sosteniendo una foto de él tomada en 1944 y una de su enamorada Cyla en 1945, en su casa en  Nowy Targ, en el sur de Polonia. Hace 66 años, Bielecki se escapó de Auschwitz junto con Cyla, pero después de la guerra se separaron y en  la década de los 80 se reencontraron. (Foto AP/Alik Keplicz)Height (pixels): 382Width (pixels): 512Series ID: 47b8c9ff-61fb-4d25-b4d6-15a61f37b7a4Photo ID: 47b8c9ff-61fb-4d25-b4d6-15a61f37b7a4Asset Type: PHOTOPrevious Photo ID:

Era el 21 de julio de 1944. Bielecki caminaba a plena luz del día por el campo de concentración de Auschwitz, luciendo un uniforme nazi robado, con su novia judía Cyla Cybulska a su lado.

Le temblaban las rodillas del miedo, pero trató de transmitir una imagen de confianza a medida que se acercaba a una garita de seguridad.

El guardia alemán revisó su pasaporte falsificado, los observó por un instante que pareció una eternidad y finalmente pronunció las palabras esperadas: "Ja, danke" (sí, gracias) y dejó que Jerzy y Cyla recuperasen su libertad.

Los reclusos de Auschwitz decían que la única forma de salir de allí era por las chimeneas de los crematorios. Jerzy y Cyla lo hicieron por una puerta lateral.

Bielecki, quien tenía 23 años, aprovechó el status relativamente privilegiado que le daba el hecho de ser un polaco católico que hablaba alemán para planear un osado rescate de su novia judía, quien estaba condenada a morir.

"Fue un gran amor", relató Bielecki, quien hoy tiene 89 años, en una entrevista en su casa de esta pequeña ciudad del sur de Polonia, a 85 kilómetros (55 millas) de Auschwitz.

"Planeábamos casarnos y vivir juntos el resto de nuestras vidas".

Bielecki tenía 19 años cuando los alemanes lo capturaron pensando que colaboraba con la resistencia --lo que no fue así-- y lo incluyeron en el primer contingente de presos enviados a Auschwitz, en abril de 1940. Todos eran polacos.

Le dieron el número 243 y lo asignaron a trabajar en los depósitos, donde de vez en cuando conseguía comida adicional que lo ayudó a sobrevivir.

Eso fue dos años antes de que comenzaran las llegadas masivas de judíos, la mayoría de los cuales eran incinerados de inmediato en la vecina Birkenau. A unos pocos les asignaron trabajos forzados en condiciones horrendas, que demoraron su muerte.

En septiembre de 1943 Bielecki fue enviado a un depósito de granos. Otro preso le estaba mostrando el lugar cuando se abrió una puerta y aparecieron unas muchachas.

"Me pareció que una de ellas, una mujer bonita de pelo castaño, me guiñó un ojo", relata Bielecki con una sonrisa. Era Cyla, a quien le habían ordenado que reparase sacos de cereales.

Comenzaron a frecuentarse en el depósito y se enamoraron.

En un artículo que escribió para un acto sobre Auschwitz en 1983, Cybulska dijo que durante sus encuentros se contaban sus vidas.

La muchacha, sus padres, dos hermanos y una hermana menor fueron apresados en una redada en enero de 1943 en el gueto Lomza del norte de Polonia y fueron llevados a Auschwitz-Birkenau. Los padres y la hermana fueron enviados de inmediato a las cámaras de gases, pero a ella y a sus hermanos los pusieron a trabajar.

Para septiembre, Cybulska, de 22 años, era la única que seguía con vida, con el número 29558 tatuado en su brazo izquierdo.

A medida que crecía su amor, Bielecki comenzó a planificar una fuga.

A través de un amigo polaco que trabajaba en el depósito de uniformes, consiguió un uniforme de la SS y un pase. Usando un borrador y una pluma, cambió le nombre del oficial, por si el guardia lo conocía, y escribió que sacaba a una reclusa para que fuese interrogada fuera del campo, en una comisaría cercana. Se procuró alguna comida, una hoja de afeitar y un suéter y botas para Cybulska.

Le dijo a ella cual era su plan: "Mañana vendrá a buscarte alguien de la SS para interrogarte. Esa persona seré yo".

Al día siguiente, por la tarde, Bielecki se presentó al sitio donde estaba ella y, sudando, le exigió a su supervisor que se la entregase.

La llevó a un portón lateral donde un guardia somnoliento los dejó pasar.

Se dirigieron hacia la campiña y se escondieron entre la maleza. Al caer la noche reanudaron su marcha.

"Caminar por la campiña y por bosques fue agotador, especialmente para mí, que no estaba acostumbrada a semejantes actividades", comentó Cybulska en su informe, según un libro que escribió Bielecki, "El que salva una vida...".

"Tuvimos que cruzar ríos crecidos. Jurek (el nombre polaco de Bielecki) me llevó al otro lado".

En determinado momento se sintió demasiado cansada como para seguir y le dijo a Bielecki que la dejase. Él se negó.

Caminaron nueve noches hacia la casa de un tío de Bielecki en un pueblo cerca de Cracovia.

Allí estaba viviendo su madre, que no cabía de alegría cuando lo vio vivo. Católica devota, no quería que se casase con una judía.

Decidieron que era más seguro que ella se escondiese en una granja vecina y que él se fuese a Cracovia. Pasaron su última noche juntos bajo un árbol de peras, haciendo planes para el futuro. Volverían a verse después de la guerra.

Cuando los rusos llegaron a Cracovia en enero de 1945, Bielecki recorrió 40 kilómetros (25 millas) a pie bajo la nieve para reunirse con Cybulska en la granja.

Pero llegó cuatro días tarde.

Cybulska pensó que "Juracek" estaba muerto o se había olvidado de ella y se fue en tren a Varsovia, decidida a buscar un tío que vivía en Estados Unidos. En el tren conoció a un judío, David Zacharowitz, con quien inició una relación y terminó casándose. Los dos se fueron a Suecia y luego a Nueva York, donde el tío de Cybulska los ayudó a abrir una joyería. Zacharowitz falleció en 1975.

En Polonia, Bielecki también formó una familia y trabajó como director de una escuela de mecánicos de automóviles.

Cybulska dijo que siempre pensó en Jurek y que ansiaba volver a Polonia y averiguar qué había sido de él.

Un día le contó su historia a una señora polaca que le limpiaba la casa. La mujer se quedó estupefacta.

"Escuché esa historia de un hombre que se presentó en la televisión polaca", le dijo la mujer, según Bielecki.

Averiguó su número de teléfono y una mañana de mayo de 1983 Bielecki atendió una llamada en su departamento de Nowy Targ.

"Escuché la voz de alguien que se reía, o lloraba, y luego una voz de mujer me dice 'Juracku, soy yo, tu Cyla", recuerda Bielecki.

A las pocas semanas se encontraron en el aeropuerto de Cracovia. Él le llevó 39 rosas, una por cada año que estuvieron separados. Ella lo visitó en Polonia varias veces. Juntos fueron al museo de Auschwitz, a la granja cuyo dueño la escondió a ella y a otros sitios. En los hoteles dormían juntos.

"Renació el amor", expresó Bielecki.

"Cyla me decía: deja a tu esposa y ven conmigo a Estados Unidos", cuenta. "Lloró cuando le dije que no podía hacerle eso a mis hijos".

Ella regresó a Nueva York y le escribió: "Jurek, ya no regresaré", según Bielecki.

No volvieron a verse y ella no respondió a sus cartas.

Cybulska murió en Nueva York en el 2002.

En 1985 el Instituto Yad Vashem de Jerusalén le entregó a Bielecki un reconocimiento por haber salvado a Cybulska. El relato que hace el instituto en su portal es similar al que le hizo Bielecki a la AP.

"Quise mucho a Cyla, mucho", dijo Bielecki. "Lloré después de la guerra porque ella no estaba conmigo. Soñaba con ella y me despertaba llorando".

"El destino decidió por nosotros. Pero yo volvería hacer lo mismo".

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