sábado, 27 de noviembre de 2010

Cuidado con las citas a ciegas

Hace unos días, en mi país, la Argentina, se descubrió el caso de una adolescente secuestrada por un adulto que la engañó por medio de Facebook. La joven, de 16 años, fue embaucada por un hombre de 38 años, que la invitó a encontrarse. Tras esta reunión, no se supo nada más de ella por cinco días, aunque la madre hizo la denuncia policial. La justicia utilizó la computadora de la joven para recrear sus chats con el delincuente y pudo atraparlo, así como rescatar a la víctima.


No es la primera vez ni en el único país que a través de una red social y sitio de citas se producen este tipo de cosas, más o menos graves. Tampoco se halla exclusivamente el peligro en salidas a ciegas pactadas a través del universo digital. Los encuentros con desconocidos por completo, sin ningún amigo en común y que antiguamente podían iniciarse con intercambio de cartas, ahora se ve facilitado por las herramientas que brindan las nuevas comunicaciones.


Un perfil e imagen en Facebook o Twitter que nos atrae, un rápido envío mutuo de correos y acordar la primera cita, puede terminar en algo bueno o malo, como una lotería. Aunque puede nacer una “bella amistad” –la frase que siempre me remite al final de la película Casablanca, con Humphrey Bogart–, también puede terminar en una desilusión o en algo peor.


Con el recuerdo del caso ocurrido en mi país, muy fresco, unas recomendaciones para los que planean una cita con un absoluto desconocido.


Desconfiar como norma de los perfiles. Es lo más fácil de falsear. Aunque nuestro eventual amigo virtual se parezca a Brad Pitt o Angelina Jolie, en el mundo real puede no ser tan así. Se puede engañar con las edades, aspectos y hasta con el sexo.


Segundo, no ofrecer datos personales como domicilio privado o teléfono. Esto minimizará el peligro de un posterior acoso si las cosas no terminan del todo bien. Por esto mismo, evitar que lo pasen a buscar a uno por la propia casa. Tampoco que cuando terminen los encuentros lo acompañen hasta el domicilio. Obvio, cualquier información familiar o de amistades del desconocido será un condimento adicional para ayudar a evaluar qué confianza brindamos al otro. Los encuentros, mejor de día y en un lugar abierto y concurrido. También podría ser un restaurant, por ejemplo. Cuando vayamos a conocer a un extraño, dejemos a un amigo o familiar todos los datos que poseemos del otro y, si es posible, dónde nos vamos a ver.


¿Citas a ciegas de menores de edad? Absolutamente, prohibidas. Ya tendrán tiempo el día de mañana para cometer sus propias equivocaciones, pero mientras estén a nuestro cargo, evitar riesgos inútiles.

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