viernes, 21 de agosto de 2009

SEMBREMOS PARA QUE OTROS COSECHEN


"Muchas veces una sencilla acción hecha con conciencia y buena intención, sin esperar nada a cambio, nos beneficia más que cualquier otra práctica compleja para aumentar nuestro bienestar y el de nuestra familia y comunidad"

Podemos florecer ahí donde nos encontramos en este momento; es decir, conectarnos con nuestros talentos, experiencias, mejores sentimientos y aspectos de nuestra personalidad para proyectarnos a través del trabajo que realizamos y del servicio que podemos prestar a otros en muchos momentos.

Tuve la oportunidad de ser invitada a dar una conferencia en una ciudad pequeña de Colombia. Cuando llegamos al lugar, después de un largo viaje, nos recibió un grupo de personas con mucha emoción, que nos sorprendió con todas sus atenciones y detalles tan amables. Pero lo que me dejo más impresionada fue el trabajo tan grande y desinteresado que hicieron para que yo pudiera llegar ahí y compartiera con todas las personas mis reflexiones. Esto me reafirmó que un contacto aparentemente casual o temporal puede representar la oportunidad que tenemos de sembrar un poco de paz, esperanza, motivación, entusiasmo y confianza en la vida de otra persona, aunque sea un desconocido.

El trato amable, la sonrisa, una frase de reconocimiento, un gesto amistoso o solidario, un comentario optimista o, simplemente, una palabra de saludo o de aliento pueden ser el vehículo perfecto para lograrlo.

Muchas veces una sencilla acción hecha con conciencia y buena intención, sin pedir o esperar nada a cambio, nos beneficia más que cualquier otra práctica compleja para aumentar nuestro bienestar y el de nuestra familia y comunidad.

Este es el momento perfecto para volvernos solidarios, tolerantes, comprensivos, conciliadores y para trabajar individualmente por el bienestar de los demás; para poner en uso la experiencia, el conocimiento y las buenas ideas que tenemos para superar, solucionar y manejar los problemas, los desacuerdos y las situaciones difíciles.

En lugar de criticar y juzgar a la ligera, preguntémonos: ¿Cómo podríamos contribuir, mejorarlo o resolverlo? Hagamos nuestro aporte consciente, responsable, amoroso y voluntario, encendamos la luz en nuestro mundo.

No tenemos que realizar grandes acciones y sacrificios para compartir un poco de generosidad y bienestar con otros. Una pequeña acción, positiva y concreta, dirigida a brindarles a otros nuestra ayuda y apoyo incondicional, puede ser suficiente para suavizar sus vidas e iluminar la nuestra.

En la medida en que logramos alinear nuestros actos cotidianos con los valores esenciales que tenemos, adquirimos mayor fortaleza y entusiasmo; además, mejoramos la relación con las personas que nos rodean.

¡Anímate a compartir un poco más cada día y te sentirás mucho más feliz y satisfecho!

Vive sin egoísmo. Trabaja individualmente por el bienestar colectivo, no tengas pensamientos egoístas que sólo cuiden tus intereses personales, a costa del sacrificio del bienestar de los demás, pues esta es la forma segura de ir hacia el dolor.

Deja de esperar y comienza a dar. Siéntete dispuesto y disponible a brindar tu apoyo a través de una palabra, un gesto, un detalle o una acción generosa y desinteresada dirigida a suavizar la vida o el momento de otra persona.

Contribuye. No requieres de grandes recursos; con tu ingenio y disposición es suficiente. Pon tu granito de arena, tu esfuerzo cuenta, es el momento de participar y de sumar tu esfuerzo al de otras personas.


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