“Un acaudalado padre de familia contaba a su amigo lo desesperado que estaba por la actitud rebelde e insoportable de su hijo, que a pesar de que siempre lo había complacido en todo, éste parecía insatisfecho y fastidiado con su vida.
-Yo trabajo como un loco para que mi hijo disfrute de una bella casa, una buena escuela, viajes en vacaciones, todos los juguetes y la ropa de moda, pero nunca está satisfecho.
-Tú tienes la culpa de la vida que ahora lleva tu hijo, respondió su amigo, pues trataste de darle lo que nunca tuviste, pero en exceso. Le has dado y resuelto todo; él sólo recibe y recibe, sin tener que hacer ningún esfuerzo.
-Bueno, ¿qué crees que debo hacer?
-Es fácil: quítale los privilegios, devuélvele el sabor de la vida; en vez de ese costoso curso de verano en el extranjero a donde acostumbras enviarlo, llévalo una temporada a la casa donde te criaste.
-Pero esa casa es pobre, está en el campo, no tiene ninguna comodidad, respondió confundido el padre. Pero después de mucho pensarlo, decidió tomar el consejo de su amigo y llevó a su hijo a la incomodidad del campo. A pesar de las amenazas y manipulaciones del niño, lo dejó en manos de una familia humilde que conocía desde su infancia y que ahora vivía en la que fue su casa paterna. Pasado un mes, regresó a recogerlo, pero... ¡qué agradable sorpresa!: su hijo había dejado de ser el taciturno
y rebelde niño que era; encontró otro, que sonreía, saltaba y hablaba sin parar.
De regreso a casa le preguntó:
-¿Qué te pasó, hijo mío, que estás tan alegre?
-Bueno papá, fue muy interesante y divertido pues en casa sólo tenemos un perro; ellos tienen cuatro y un caballo. En casa hay una piscina de agua estancada, ellos poseen un riachuelo con un lago en el que se puede pescar. Nosotros tenemos muchas lámparas en el jardín, ellos tienen millones de estrellas todas las noches. Nuestro patio tiene un gran muro, el suyo llega hasta el horizonte. Y como ellos no tienen televisión, se sientan a conversar y a compartir en familia, mientras que tú y mamá trabajan todo el día y casi no los veo. Gracias por estas vacaciones tan especiales”.
¿A quién no le ha pasado que al pasear por un centro comercial con sus hijos, estos empleen los mil y un ardides para convencernos de comprar lo que ellos quieren? Desde la rabieta y los gritos de los pequeños o el sutil: “Mamá, ven sólo a mirar, no es necesario que la compres”, de nuestra hija adolescente… Muchas veces, agobiados por un sentimiento de culpa, pensamos: “¿Se lo compro o no?” Es solo un dulce, o un lindo vestido, que sabemos que sólo se pondrá una vez, pero… al fin, cedemos. Tal vez, darles en ese momento lo que quieren para evitar un berrinche o sentirnos culpables no nos parezca grave, pero, a la larga, esta salida fácil puede llevarnos a convertir a nuestros hijos en personas exigentes y malcriadas debido a nuestra incapacidad para poner límites y decirles ‘no’. De la misma manera, no darles responsabilidad cuando están pequeños, como hacer su cama, recoger o lavar su plato, o tolerar su desorden, hará que tengamos unos hijos consentidos, tiranos, egoístas e incapaces de manejar su vida.
Es necesario que aprendamos a ser menos complacientes y más firmes. Sé consecuente, no te vuelvas estricto o violento de un momento a otro a causa del estrés o el cansancio. Explícales claramente y con paciencia qué es lo que esperas de ellos y cuáles son las reglas en casa. No tengas miedo a ser parte importante y determinante en la vida de tus hijos; participa en su día a día, conoce todo lo que puedas sobre ellos, sus amigos, sus aficiones, su forma de pensar. Recuerda que estás ahí para apoyarlos y guiarlos. Si proteges demasiado a tus hijos, los convertirás en seres incapaces de vencer las dificultades; si les resuelves todo, ellos no aprenderán a hacer las cosas.
No desatiendas a tus hijos, dedícales tiempo. Son tiempos duros, en donde debemos estar mucho más tiempo en la calle, pero si nos examinamos, también pasamos mucho tiempo frente a la televisión o el computador. Lleva a tus hijos de compras al supermercado, al taller a recoger el auto, a los deportes que practicas, al trabajo si puedes; los niños que son involucrados en las actividades de sus padres les va mejor en la vida pues aprenden de ellos al verlos actuar y además fortalecen el vínculo de relación afectiva.
Controla el tiempo y la calidad de la televisión y el Internet que tus hijos usan; más de dos horas diarias no es sano. Invítalos a hacer actividades fuera de casa y al aire libre. Interésate en conocer a sus amigos y a los padres de ellos: invítalos a tu casa, no importa lo humilde que esta sea; que se enteren que allí hay una familia, reglas y disciplina, además de mucho amor y comprensión. Que sepan que tus hijos tienen una familia que los respalda y que quiere lo mejor para ellos.
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