jueves, 8 de mayo de 2008

QUÉ ES LA ENVIDIA Y QUIÉN ES EL ENVIDIOSO

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Sinopsis

La envidia es un sentimiento generalizado y al parecer inevitable, pero hay muchas cosas que los padres podemos hacer para ayudar a nuestros hijos a no ser esclavos de ésta.

Aunque suene contradictorio con su carácter de pecado, la envidia o anhelo de lo ajeno “es la virtud democrática por excelencia”, afirma Fernando Savater. Gracias a ella y su actitud vigilante, sostiene el autor de “Etica para Amador”, se evita que unos tenganmás derechos que otros y semantiene la igualdad social. Montaigne, Borges y Cabrera Infante son algunos de los escritores convocados por el filósofo español para apoyar esta reflexión contemporánea sobre el cuarto pecado capital escogido para esta colección.

Existe
envidia cuando queremos lo que tiene otro. Cuando tenemos un pronunciado
complejo de inferioridad, de inseguridad y de disconformidad con nuestro ser y
con todo aquello que tenemos. Lo que tenemos resulta poco. No nos hace feliz.
Somos envidiosos cuando nuestras mentes no gozan de pleno estado de salud
mental y no somos felices con nuestros logros, porque nunca nos conformamos con
lo que nos ha dado la vida; con el sendero que elegimos transitar o con lo que nos
ha tocado ser en este mundo en el cual hemos de vivir.



Desarrollamos
nuestra envidia molestando a otros, deseándoles el mal, riéndonos o
regocijándonos cuando al otro le va mal en lo que hace.

Algunas
personas ya nacen con la característica tan peculiar— pero ampliamente compartida
por otras en este mundo— de ser envidiosas. Aunque tratemos muchas veces de
ocultarlo, o de eludirlo, ya sea por vergüenza a quedar desprevenidamente
descubiertos por aquellos que están en nuestro círculo familiar, de amigos, o en
el laboral, ser envidioso es algo detectable.



Sentimos
envidia cuando vemos que nuestro vecino— por describirlo así, puesto que podría
ser tranquilamente una persona allegada— consigue un empleo mejor remunerado
que el anterior, aquel en el que durante 10 años no logró progresar— finalmente
un día la vida le sonríe, y le regala un golpe de suerte, en recompensa por su incesante
búsqueda. Y es entonces cuando, luego de un año de haber trabajado jornadas
extenuantes y demandantes bajo un estresante círculo vicioso laboral, repunta
en su profesión, logra comprarse una modesta casa por medio de un pequeño
crédito bancario, y consigue formar una familia. Pero, como si esto fuese poco
para la envidia del envidioso, nuestro vecino, además, se desarrolla en un
hermoso y sano círculo de personas de iguales características, las cuales sienten
que, aunque es poco lo que tienen, Dios o el mundo, o las vueltas de esta vida
le han facilitado todo y, agradecidas, han aprendido a valorar lo que con su
esfuerzo y devoción han obtenido. Y es por dicha razón, que respetan sus logros
y son conscientes de sus limitaciones al igual que el aquí llamado “vecino”. Pero,
como si ésto fuera poco para contribuir con la perforación de la úlcera del
envidioso , este vecino es solemnente aceptado por sus semejantes, querido por
sus amigos, compañeros de trabajo, pero es incisivamente y silenciosamente odiado
y maldecido por el envidioso, quien siempre estará cerca para decirle: “¡Y
bueno, en todo no te puede ir bien! ¡Era hora de que te equivocaras! ¡No puede
ser que siempre te vaya bien cuando no te lo mereces!”. Es ahí cuando el
“vecino” se dará, quizás prematuramente o tardíamente, cuenta de que, la
persona que le rodeaba, no es más que un nido de víboras esperando para arremeter
contra él y alborozarse de su desdicha y, por lo tanto, decidirá tomar otro
camino que lo mantenga alejado de la lengua viperina del envidioso.

En la
vida, tal como si fuese una prueba necesaria por la que deben pasar los seres
humanos, debemos enfrentarnos a varios tipos de envidiosos: tenemos el envidioso
hipócrita, que es aquel que siempre festeja lo que hace el otro
haciendo una sonrisa de oreja a oreja y soltando carcajadas cuando el otro, sin
saberlo, le cuenta de sus logros, de su progreso, de sus planes mediatos e
inmediatos, y de su óptima salud mental y física, y el envidioso responde haciendo
gestos que, hipócritamente, provoca para mantenerse cerca de la persona.
Tenemos el envidioso copión, que es aquel que nos imita pero, sin embargo,
todo le sale mal o contrario a sus expectativas. Tenemos el envidioso
engreído compulsivo, que es aquel que nunca ha logrado nada pero que miente
acerca de lo que tiene, compró o adquirió para superar a la otra persona.
Tenemos el envidioso curioso, que es aquel a quien solamente le interesa
saber todos los pormenores de nuestras vidas; nos pregunta acerca de cómo
compramos el auto, por ejemplo, cuánto lo pagamos, de dónde sacamos el dinero,
si lo robamos porque le parece imposible que hayamos podido ahorrar para
invertir en algo provechoso. Tenemos el envidioso de doble cara y de doble discurso,
que es aquel que nos alaba cuando está en compañía nuestra pero que, cuando se
va, y visita a otra persona, habla a nuestras espaldas, y crea todo un panorama
que no se condice con la realidad de nuestras vidas pero, como si le pareciese
poco, le cuenta a la otra persona que somos excremento, y en consecuencia la
otra persona incorpora el mismo concepto
acerca de nosotros, pero el envidioso, cuando vuelve a nuestro hogar, o al
círculo donde nos movemos, nos continúa hipócritamente alabando y pone en
práctica el mismo procedimiento empleado con la otra persona. Pero, si somos
personas inteligentes, no tenemos por qué, ni di qué, ni para qué caer en sus
andanzas, entredichos y controversias puesto que todo se magnetiza
negativamente sobre nuestros cuerpos y sobre nuestra mente y, por lo tanto,
toda nuestra energía positiva se malgasta y se negativiza, como resultado de
seguir el mal camino del envidioso. Aprendamos, sigilosamente, a detectar a
aquellas personas que sólo quieren nuestra desdicha, nuestro deshonor, nuestro tropiezo
y nuestra desaparición como personas
buenas, honradas, solidarias, generosas, e innatamente equipadas con un alto
potencial de inteligencia, de madurez mental, y de autosatisfacción por lo que
somos.

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