Dr. Humberto Fernández-MoránImposible resumir el CV de este venezolano brillante, nacido en Maracaibo en 1924. Médico, biofísico, neurólogo, fue pionero en la microscopía electrónica. Además de la cuchilla de diamante, creó el criomicroscopio electrónico. Fundó el Instituto Venezolano de Investigaciones Neurológicas y Cerebrales, fue investigador del proyecto Apolo de la NASA y murió en Estocolmo, condenado al ostracismo por quienes no perdonaron que, durante 10 días, fuese ministro de Educación durante el mandato de Pérez Jiménez.
El científico venezolano Humberto Fernández-Morán tuvo sobradas razones para pasar a la historia con honores. Uno de esos méritos, quizá el más celebrado, lo consiguió cuando estaba en la veintena de edad, trabajaba en Estocolmo como microscopista electrónico junto al profesor Manne Siegbahn (Premio Nobel de Física) y llegó a la conclusión de que la cuchilla de vidrio no era suficiente en los cortes necesarios para llegar a la esencia de las cosas y escudriñarlas a través del microscopio. “Por ello, comenzó a experimentar con otros materiales como zafiros, rubíes o los diamantes de Sudáfrica que utilizaban en aquel laboratorio. Hasta que su padre le envío unos diamantes venezolanos. Ésos sí los pudo cortar en láminas finas y crear la cuchilla de diamante”, explica Raúl Padrón, jefe del Departamento de Biología Estructural del IVIC. Fernández-Morán consiguió una cuchilla capaz de hacer unos cortes tan microscópicos, que escapan a los cálculos de cualquier mortal que mida las cosas en milímetros. Valga una minúscula referencia: es capaz de cortar un glóbulo rojo en 160 secciones y el filo de diamante es apenas de 26 a 65 átomos. Aparte de ser utilizada para cortes de tejidos biológicos, la cuchilla ha tenido usos inesperados. Así, se usó para diseccionar las muestras lunares que trajeron los astronautas, ya que Fernández-Morán también trabajó en el programa espacial Apolo de la NASA.La relevancia del invento no permite divisiones. “Si no se hubiese inventado la cuchilla de diamante, muchos avances de la microscopía electrónica no existirían”, recuerda Padrón. Gracias a ese invento, este venezolano injustamente obviado por la historia local, mereció un lugar entre los grandes nombres de la ciencia cuando ganó el Premio John Scott: un galardón que había sido otorgado a Marie Curie por el descubrimiento del Radio, a Thomas Edison por la lámpara incandescente y a Alexander Fleming por el descubrimiento de la penicilina. Fernández-Morán, quien además fundó el Ivnic (antecesor del actual IVIC), comenzó allí la fabricación de estas cuchillas que eran donadas a distintos laboratorios del planeta. Pero aquel taller cerró sus puertas, ahora grandes firmas fabrican la cuchilla y la ofrecen a 2.000 dólares la unidad. Otra ironía en la vida de un científico brillante, que según calcula Padrón logró “más de 12 inventos distintos y 100 patentes”.
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