viernes, 28 de enero de 2011

5 alimentos que jamás comerías si supieras como se hacen

La mayoría de las personas prefiere no saber cómo se elaboran ciertos alimentos. Si no estás en ese grupo, seguí leyendo. Te vas a enterar con qué ingredientes se hacen algunos productos que comemos muy seguido. Eso sí: cuando llegues al final de la nota, puede que no los quieras volver a probar.

1. Gelatina
Si existe un producto inofensivo, ese es la gelatina. Es un alimento libre de colesterol, sin conservantes ni aditivos, que los médicos recomiendan para prevenir la osteoporosis y la artrosis, entre otras bondades. Sin embargo, bajo su aspecto inocente se oculta un monstruo de faena. Está formada por un 90% de proteínas obtenidas del colágeno. ¿Cuál es la materia prima del colágeno? Los recortes de piel sin curtir del ganado vacuno y los descarnes frescos de cabeza y huesos, que se desgrasan y trituran antes de las 24 horas del sacrificio del animal, para transformarlos en oseína. Tras lavarlos varias veces con ácido, los cueros y la oseína se exponen a una solución de cal, entre 5 y 10 semanas. La sustancia extraída es luego esterilizada a 145 grados y rápidamente se la enfría para solidificarla. De ahí, puede ir directo tu cocina.

2. Kanikama
Es el nombre genérico de un producto elaborado con surimi, una pasta de pescados de carne blanca que lleva saborizantes y colorantes para simular centolla. Pero de pescado conserva poco. Para prepararlo se desmenuzan especies de abadejo, caballa, bacalao y merluza. La mezcla se enjuaga repetidas veces y luego pasa por una máquina que recalienta y enfría el revoltijo sucesivamente. Al cabo de cuarenta minutos, sólo queda un gel al que se agrega almidón, saborizantes, clara de huevo, sal, azúcar, conservantes, colorantes, glutamato monosódico y un largo etcétera de ingredientes. El producto es luego congelado. Después se arman los rollos de kanikama.

3. Queso de cerdo

Cabría suponer que es otro derivado lácteo. Pero nada más lejano a la realidad. Este embutido, que se vende en forma de barra rectangular, se elabora con caldo de carne de la cabeza del cerdo (por eso también se lo conoce como queso de cabeza). Para cuajar el menjunje de ingredientes faciales se aprovecha el colágeno de la cabeza. Está muy difundido en Europa y su receta varía de país en país. En Bulgaria le agregan patitas. En Alemania se lo conoce como schülz y masticándolo podés encontrar pedacitos de cuero y pelos.

4. Morcilla
Componente esencial de cualquier asado, es un embutido de sangre de cerdo coagulada. Hasta acá, no es noticia. Pero la forma en que se prepara sí. Primero, se lavan las tripas de porcino con jabón blanco y limón repetidas veces, hasta dejarlas sin olor. El relleno se prepara con un litro de sangre sin coagular, que se vuelca en una olla y se condimenta con ajo, ají, cebolla, azúcar, sal y orégano. Tras hervir los ingredientes, se ata un extremo de la tripa y se introduce la sangre por el otro con un embudo. Después se cierra y se hierve nuevamente durante treinta minutos. Si al masticar notamos algo duro en la boca, como un cartílago, es porque en muchos casos se agregan huesos triturados de cabeza en la olla.

5. Paté
Es un favorito de las picadas, del que casi nadie sabe a ciencia cierta qué lleva. Se elabora con el descarte de vísceras y de carne de diferentes animales, como vacas, cerdos y patos. Para lograr la textura, el sabor y la consistencia que conocemos, se agregan harinas, especias, leche, conservantes y otros varios aditivos, para luego tratar con calor. Aunque predomina el sabor a hígado, no es el ingrediente que más abunda en la mezcla.

Peligro: 10 cosas que jamás tenés que probar cuando salís a comer afuera

que se debe hacer si sale a comer afuera y pretende seguir con vida.
pulpo

Nuestra confianza digestiva nace en la milanesa con fritas y los ravioles con tuco, y muere en el bife con mixta y la muzza media masa. Para todo lo demás, tenemos miedo. Salir a comer afuera puede ser un acto de arrojo: cualquiera sea el lugar elegido, siempre estamos confiando nuestro estómago a manos ajenas, con resultado incierto. Los amantes de la cocina de la abuela tuvimos que aceptar la moda de la cocina moderna: pero en nombre de la modernidad, muchas veces, se cometen sacrilegios. Estas son las 10 cosas que deberías evitar cuando salís a comer afuera.

1. No comer empanadas en una parrillas. Cuando vas a una parrilla, pedí sólo platos que provengan de las brasas. Y para ir picando, chori, morci o achuras. Jamás pidas una empanada, ya que muchos locales utilizan los recortes de carne asada para su relleno.

2. No untar el paté. Te lo dejan en tu mesa no bien llegás, pero lo que meten ese bol es una tristeza: procesan un rejunte de verduras sobrecocidas con algún caldillo o crema y las sobras que van pasando de mesa en mesa. Siempre mejor pedir manteca.

3. No pedir ensalada Caesar. La salsa en su receta original lleva yema de huevos crudos y con ellos, el riesgo de contraer salmonella.

4. No probar el pescado del día. La pesca del día no es otra cosa que una trampa literal -y literaria- del menú. La oferta nunca suele ser muy variada. En los bodegones medio pelo siempre será la merluza. Y el proveedor aparece una vez por semana. De frescura, nada.

5. No pedir ceviche si el restaurante no es peruano. La cocina peruana es pandemia. Y contagia con el síndrome de la mosca: aparece hasta en la sopa. Hoy todos los “restó” –palabra aborrecible- ofrecen ceviche, pero muy pocos hacen lo único que se debe hacer para prepararlo: hacerlo al momento con pescado bien fresco y, dentro de lo posible, con sus ingredientes originales.

6. No pedir aceite de oliva extra virgen. Estamos sentados en un bodegón. Todo pinta bien: ambiente, platos, pan y vino. Hasta que pedimos que nos traigan el aceite de oliva para condimentar la ensalada verde. Entonces, acercan un líquido opaco, espeso y rancio: lubricante digestivo de aroma fiel a su lóbrego aspecto que arruina todo lo que toca, sentidos incluidos. ¿Tiene sentido arruinar la rúcula con aceite de maíz o girasol? Para nada.

7. No pedir mariscos. Los mariscos, cuanto más frescos mejor. Del mar a la olla. ¿Cómo adivinar la edad y suerte de ese mejillón gratinado? ¿Hace cuánto abandonó su océano y transita por el patíbulo gastronómico, la dudosa cadena de frío a la que cada tanto se le pianta un eslabón? Ante la duda, mejor no pedirlos.

8. Evitar el volcán de chocolate. El almendrado de los 80 y el tiramisú de los 90. Pareciera que esta década para abrir un restaurante la AFIP solicita en su formulario que el chef sepa hacer el volcán de chocolate. ¡Vaya suerte! ¿Y nosotros qué somos, conejillos de indias? Aunque no es fácil replicar el postre más interpretado del mundo, hoy cualquiera se le anima. Para concebirlo con la dignidad de un traductor es necesario manipular con talento la mejor materia prima, lo cual no ocurre en la mayoría de los restaurantes.

9. Evitar la "sugerencia del chef". Siempre hay que almorzar a la carta. El menú ejecutivo será la opción más económica, pero si se puede, lo mejor es esquivar las pizarras con la trilogía garabateada en tizas de colores. “Plato + bebida + postre = peligro de temporada”. Por lo general, las propuestas de hoy, son las sobras de ayer.

10. No pedir vino por copa. Pedir vino por copas nos expone a tintos sobreoxigenados y blancos muertos. Tan muertos como la imagen de la marca. Esquivar el vino en copa hoy es fácil, pidiendo alguna buena botella de 375cl. que muchas bodegas han comenzado a comercializar.



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