'Un pequeño grillo cantor quería atravesar un lago y decidió aprender a nadar, pero se enamoró perdidamente de una bella rana. Al enterarse ésta de los planes de su novio, le dijo: 'No te preocupes, yo te puedo llevar'. A lo que el grillo repuso: 'es un viaje largo y no sé nadar'.
'No te preocupes, viajarás encima de mí y nada te pasará', replicó la rana. Y así comenzaron el largo viaje. Todo iba muy bien hasta que la rana vio que venía un gran pez. Presa del pánico se sumergió, dejando así a la deriva al pobre grillo, que como no sabía nadar, se ahogó en la mitad del lago".
Con frecuencia, al enamorarnos, nuestro estilo de vida cambia de manera insospechada. En la mayoría de los casos la pareja se convierte en el centro de nuestra atención, hasta el punto de que abandonamos nuestra identidad, dejando olvidados nuestros sueños, metas, intereses personales y hasta las relaciones familiares y sociales que manteníamos antes de iniciar la relación sentimental.
Esto nos puede parecer muy normal, pues sabemos que compartir nuestra vida en pareja implica ceder parte de nuestra individualidad para incluir a la otra persona, de manera que podamos experimentar el placer de la vida compartida. Pero es importante conservar parte de nuestra identidad y no renunciar completamente a ella, pues esto significaría perder totalmente la autonomía que nos hace falta para definir el rumbo y el sentido que le daremos a nuestra vida; además, un cierto grado de autonomía nos dará la fortaleza y la capacidad de establecer ciertos limites que cuiden de nuestra integridad, bienestar y derecho a la felicidad.
Hay personas que pagan un precio muy alto por permanecer al lado de la pareja y lograr un poco de su atención y cariño, cuando, en realidad, el maltrato no es sólo físico sino emocional y psicológico, sometiéndose a la humillación de suplicar por el amor y la compañía de la persona que las domina, renunciando, así, a sus propias expectativas de vida.
Al sentirse incapaces de expresar sus necesidades y sentimientos verdaderos, e inseguros de afrontar y tomar las riendas de su propia vida, deciden convertirse en alguien que no son, para tratar de complacer las necesidades y expectativas que de ellos tiene la pareja. El día en que el vacío, la tristeza, la nostalgia, la ira o la frustración se instalan en su corazón, se dan cuenta de que el amor se ha ido escapando. Es, entonces, cuando se preocupan y se lamentan del poco interés que demuestra la pareja, sintiéndose victimas del sacrificio que hicieron y del desamor.
¿Hasta dónde y hasta cuándo?
Si has reconocido algunas de las señales que indican que el bienestar de la relación está en peligro, en lugar de ignorarlas, toma la iniciativa de conversar sobre la situación, para que ambos puedan expresar lo que sienten y lo que esperan, asumiendo el riesgo que implica preguntar y recibir respuestas cuando de sentimientos se trata. La vida en pareja no debe ser una experiencia cargada de sufrimiento, sino una oportunidad de compartir el camino y las vivencias que los lleven a conseguir la plenitud. El amor, el respeto a la individualidad, la comunicación, la valoración, la intimidad, los detalles, las caricias, la fidelidad y el compromiso de mantener encendida la llama de la pasión, entre otros aspectos, harán que la convivencia tenga un profundo y especial significado.
"La clave para querer a otra persona, es quererte a ti mismo y darte el valor necesario para conservar la autonomía que te permita compartir la vida sin perderte de vista".
Prepárate. Renueva tus sueños, recupera tus amigos, ahorra, prepárate en algún arte u oficio para aportar al hogar y tener la autonomía necesaria en caso de perder el apoyo de tu pareja.
Ten un proyecto personal. Independientemente de los planes y las metas que tengan en común, interésate en tener un proyecto propio. Puede ser terminar los estudios que abandonaste, inscribirte en algún curso, practicar algún deporte o desarrollarte profesionalmente sin poner en riesgo el equilibrio familiar.
Pídele apoyo a tu pareja. Hagan el compromiso de apoyarse para cambiar esos hábitos y actitudes que tanto daño les han causado. Acuerden alguna seña que les recuerde sonreír, soltar, suavizar el carácter, ser amables o, simplemente, respirar y disfrutar el momento.
Crea espacios para conversar. Es muy importante hablar con frecuencia acerca de lo que sentimos y pensamos, sin juzgar o buscar culpables, más bien con la intención de limar las asperezas y superar las dificultades para acercarnos y satisfacernos más.
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