a volvernos más pacientes, tolerantes, comprensivos y respetuosos"
Ya cómodo, comenzó a orar, pero otro sonido vino entonces a perturbarle, era una voz interior que le decía: 'Quizás a Dios le agrade tanto el croar de esa rana como el que tú recites salmos...'.
'¿Y qué puede haber en el croar de una infeliz rana que pueda agradar tanto a Dios como para compararlo con mi oración de alabanza al Señor?', pensó Bruno. Pero la voz siguió hablando: '¿Por qué piensas que creó Dios ese sonido entonces?'.
Al no poder orar en paz, Bruno decidió averiguar. Se asomó de nuevo a la ventana y gritó: '¡Canta!'. Y el rítmico croar de la rana volvió a llenar el aire, con el acompañamiento de todas las ranas del lugar.
Cuando Bruno comenzó a prestar verdadera atención a este sonido, dejó de molestarle. Se dio cuenta de que el croar de las ranas formaba parte de la sinfonía del bosque y, de hecho, enriquecía el silencio de la noche. Este pequeño descubrimiento llenó su corazón de gozo y se sintió en armonía con el universo. Entonces prestó atención a todos los sonidos que entraban por su ventana mientras sonreía.
Cuando su compañero entró en el cuarto, lo vio en la ventana, y le preguntó: '¿No vas a orar esta noche?'. Él, sonriente y pleno, contestó: '¡Ya lo hice!, y te juro que no sólo le hablé. Hoy, por primera vez, lo escuché. No sé si fue una ilusión, lo que sí sé es que nunca en mi vida me había sentido de esta manera, así ¡tan libre y feliz!'".
Yo creo que nuestras vidas espiritual y cotidiana deben estar totalmente conectadas, que no podemos separarlas, pues son nuestras creencias y valores los que nos impulsan a actuar o a interpretar la existencia de una manera determinada. Convertirnos en personas más espirituales nos hace responsables de ser más auténticos y más coherentes con aquello que creemos.
La espiritualidad no sólo consiste en orar y a alabar a Dios en un templo o a través de un rito determinado, va mucho más allá, implica volvernos practicantes del amor incondicional al tener presente que Dios se encuentra en todas partes, inclusive en aquellas situaciones y personas que nos afectan.
Darle un sentido espiritual a nuestra existencia nos dará el impulso, la motivación y las ganas para ser más participativos en la construcción de una mejor calidad de vida para todos. Además, hará que nos sintamos más dispuestos a brindar un servicio amoroso y desinteresado a los demás; y nos ayudará a volvernos más pacientes, tolerantes, comprensivos y respetuosos.
Cómo incorporar la espiritualidad
a nuestra vida cotidiana
En el trabajo. Esta es una oportunidad para hacer lo que más nos gusta, para desarrollar nuestros talentos, para sentir el goce del logro y la realización personal, pero también es la oportunidad de entregar lo mejor de nosotros mismos con alegría, entusiasmo y excelencia al mundo. El dinero, el reconocimiento o el prestigio llegan como una consecuencia.
En la familia. El amor nos impulsa a construir un espacio a salvo para nosotros y para nuestros seres queridos, donde el respeto, la aceptación, el buen trato, el cariño, la comprensión, la comunicación y los valores espirituales nos permiten mantener y fortalecer el vínculo familiar.
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