Nuestra sociedad ha trazado vastos planes de mejoramiento social, pero pocos se preocupan por hacer el cambio para lograr que esta sociedad decadente se convierta en una humanidad mejor. Tenemos miles de científicos trabajando en perfeccionar la agricultura, la medicina, la tecnología, las comunicaciones… pero hemos dejado de lado el crecimiento personal y espiritual. Lograr una verdadera transformación sólo será posible desde nuestros hogares, y a través de un gran cambio de actitud y estilo de vida. Este proceso de renovación personal, incluye tres aspectos: el físico, el mental y el espiritual.
Comencemos por cambiar algunos de nuestros hábitos de vida a través de la disciplina. Usando esta maravillosa herramienta y haciendo el trabajo necesario con entusiasmo y constancia, podremos convertir nuestro sueño en realidad. Cuando hacemos el trabajo bien hecho a pesar de que no nos gusta, cuando buscamos la excelencia y renunciamos a un trabajo mediocre, extraemos de nuestro interior cantidades insospechadas de fortaleza, poder y satisfacción personal. La disciplina puede rehacer nuestra conducta, convirtiendo nuestros hábitos de muerte en hábitos de vida.
Asumir el compromiso de ser más tolerantes y considerados con los demás, sentirnos más agradecidos por lo que tenemos, reprimir nuestra inclinación a buscar atajos o a ser indolentes en un momento dado, evitar los excesos en el comer o el beber, nos ayudará a modelar el carácter y a fortalecer la voluntad.
Si diariamente nos ejercitamos en conseguir pequeñas metas, desarrollaremos la voluntad, la determinación, la confianza y la pasión necesarias para alcanzar metas mayores. Además, ganaremos fortaleza, valor y la certeza de la presencia de la divinidad, y esto nos sostendrá en los momentos más difíciles.
Sal a la calle, camina, practica alguna rutina física, todos necesitamos un poco más de sol, aire puro, y más movimiento para tonificar el cuerpo y el alma. Romper con esos hábitos negativos no es tarea fácil porque implica vencernos a nosotros mismos… Un maestro decía: "Nunca he conocido a nadie que me diera tanta guerra como yo mismo". Nos hacen falta ejercicios para el alma, de manera que podamos fortalecernos emocional y espiritualmente.
La esperanza de la humanidad está en las nuevas generaciones. Por eso la educación es tan importante. Somos responsables del ejemplo que les damos, y de los valores y las herramientas que les brindamos. Todos tenemos que tener un propósito de vida para darle sentido al trabajo que hacemos diariamente. Hacerlo, nos dará la alegría, el entusiasmo y la motivación para ser más participativos en la recuperación del bienestar y el equilibrio de nuestro planeta.
Busquemos la solidaridad en vez del egoísmo, la justicia en vez de la injusticia, la equidad social y la consideración para todos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario